en los últimos meses se suceden las cumbres, reuniones y eventos de todo tipo dedicados a analizar y proponer medidas para conjurarla. En los Estados miembro han comenzado también los movimientos para hacer frente a esta nueva situación. Los líderes de los gobiernos de la Unión Europea y sus instituciones necesitan mirar hacia delante. Para apoyar la lucha contra el terrorismo de manera decisiva, el Grupo ALDE propone los cinco pasos siguientes.

En primer lugar, la Comisión debería presentar una propuesta para la creación de EuroIntel, una plataforma europea para los servicios de inteligencia nacionales que les permita compartir e intercambiar información sobre amenazas terroristas. Los estados miembros deberían estar obligados a compartir información relacionada con los delitos más graves y el terrorismo. EuroIntel podría basarse en la infraestructura existente de la UE para el intercambio de inteligencia, y esta estructura se debería reflejar en Europol. También necesita un fundamento legal sólido, incluyendo garantías para la protección de los derechos de los ciudadanos y una clara definición de lo que implica la “seguridad nacional”.

En segundo lugar, la UE tiene que estimular a los cuerpos e instrumentos que se encargan de aplicar las leyes. Los Estados miembro deberían llegar a un acuerdo sobre un nuevo marco para Europol tan pronto como sea posible, para que podamos reforzar la cooperación policial en Europa. A Europol le podría ser de gran ayuda un centro europeo adicional especializado contra el terrorismo en sus instalaciones. Ahora mismo se carece de las herramientas necesarias y se recibe muy poca información de los estados miembros. Mejorar el marco legal a nivel europeo es otro elemento fundamental para tener una política de seguridad interior sólida. Apoyamos a la Comisión en su esfuerzo de impulsar los poderes de la agencia Eurojust. La constitución de una fiscalía europea debe acelerarse y la figura de este fiscal podría tener un mandato más amplio que incluyera categorías como el terrorismo.

No se puede superar este desafío sin remover los terrenos propicios a la agitación y el conflicto. Por eso, necesitamos fijar las causas del terrorismo y de la radicalización. A nivel nacional, se necesitan estrategias de prevención que aborden la amplia gama de los factores determinantes de la radicalización. Desde Bruselas, la Comisión tiene que lanzar una estrategia europea para contrarrestar la propaganda terrorista, las redes radicales y el reclutamiento vía Internet.

Desde los estados miembros es necesario además estudiar y erradicar los focos de marginalidad que la crisis está produciendo. Cuando alguien no tiene nada que perder, puede encontrar sugerente una causa sin salida, como el terrorismo. El estudio de los últimos atentados ofrece datos de gran interés en torno a las circunstancias psicosocioeconómicas de personas que han encontrado más atractiva la destrucción que la búsqueda de un futuro en la comunidad de la que algún día se desgajaron.

Para terminar, en la hoja de ruta que nosotros prevemos también se incluyen aspectos externos. Las fuentes del terrorismo internacional entran dentro del ámbito de la política exterior de la Unión Europea. Hay grandes oportunidades para cooperar con países de fuera de la UE en la lucha contra el terrorismo, especialmente con Turquía. Pero estas estrategias deben cumplir estrictamente las normas internacionales de los Derechos Humanos.

En definitiva, más y mejor inteligencia. Más Europa, no menos. No solo reacción, sino también prevención. Una política que debe construirse de abajo a arriba. Un trabajo sistemático de integración de todos los recursos disponibles en el que no cabe despreciar ninguna aportación y mucho menos impedirla. Una tarea en la que tienen mucho que decir todos los cuerpos de seguridad con competencias en materia de investigación criminal que trabajan en Europa. Una función que obliga a redefinir con seriedad y sin sectarismos qué es seguridad nacional en función de la realidad, no sobre la base de prejuicios institucionales o de otro tipo que están en el origen de la descoordinación y el mal aprovechamiento de los datos disponibles que se produce hoy en muchos Estados y a nivel de la Unión. Un trabajo que necesita también de inteligencia a pie de calle: el conocimiento que acumulan las policías más próximas sobre las sociedades para las que trabajan, sobre todas las comunidades que las componen y las redes que se tejen o se destruyen entre ellas.

Finalmente, cabe efectuar un último apunte sobre la dialéctica entre libertad y seguridad, tan presente en este debate. Europa es democracia y derechos humanos. No podemos responder a las amenazas contra nuestra seguridad recortando libertades. Nos ha costado mucho conseguirlas. Disfrutarlas nos hace mejores. Acabar con ellas es el objetivo del terrorismo. Por eso pedimos más competencias y capacidad para que las instituciones europeas garanticen que todos los Estados miembro cumplan siempre los criterios de Copenhague. Europa necesita herramientas para corregir cualquier decisión de sus Estados miembro que incumpla la Carta Europea de Derechos Fundamentales o la jurisprudencia del Tribunal de Estrasburgo. Ese es el camino en el que empezamos a avanzar tras el debate celebrado en el Parlamento Europeo sobre libertades y seguridad el pasado 11 de febrero en Estrasburgo. ALDE aporta a ese empeño nuestra propuesta para alcanzar un pacto para una gobernanza democrática en Europa.

El camino para abordar la amenaza terrorista es largo, pero lo peor es inventar atajos que pueden perjudicar al objetivo final y rebajar la calidad de nuestra democracia. Entre ellos figuran actividades como insistir en reformas legales que amenacen las libertades fundamentales o propiciar la desconfianza y favorecer la descoordinación entre y con organizaciones que, por recursos, trabajo, profesionalidad, competencia y dedicación, están en condiciones de aportar mucho al empeño común de mejorar nuestra seguridad.