Pokrovsk es la única vía de salida por tren hacia el resto de Ucrania desde el Donbás, donde las fuerzas rusas han tomado casi toda la región de Lugansk. Cada día decenas de personas, muchas de ellas ancianas, escapan por esa ruta de la devastación del conflicto. Una de las que llega en una ambulancia para ser evacuada es Anhelina Olexandrivna, una mujer de 86 años que bromea al ver una cámara: “Si hubiera sabido que me harían fotos me hubiera maquillado”.

El humor y la sonrisa de Anhelina contrasta con el sombrío relato sobre el lugar que deja atrás, Avdiivka, una localidad a 70 kilómetros al sureste, sometida a continuos bombardeos y escenario de intensos combates. “Pensaba que las cosas iban a mejorar pero solo van a peor, cada día hay heridos, viviendas quemadas, disparos y bombardeos”, relata con entereza.

Anhelina ha podido llevarse algo de ropa en una bolsa de plástico, su bastón y algunas medicinas. Deja atrás los recuerdos acumulados en una casa en la que ha vivido durante 40 años. “Viajo sola porque todos mis familiares han muerto. Estoy sola en el mundo y no sé muy bien qué pasará en el futuro”, agrega. Su destino es Dnipro, una ciudad de la retaguardia no tan afectada por la guerra.

La razón para irse es que el estruendo de las explosiones era cada vez más aterrador y ni siquiera refugiarse en un sótano con una docena de vecinos la calmaba. Avdiivka ha tenido cortes de agua, gas y electricidad. “Ya no podía soportarlo”, confiesa. Al final, siguió el consejo del voluntario de una ONG que le pidió que se marchara porque, además, el techo de su casa no aguantaría la onda expansiva de una explosión cercana y era un peligro más para ella.

“No tenemos otra opción que irnos. Nuestras lágrimas no nos ayudan. Tampoco nuestra lucha. Así que solo queda irse”, dice con una sonrisa resignada. “No estoy interesada en cómo se ha llegado a la guerra, pero sé una cosa: crecí durante una gran guerra, la Segunda Guerra Mundial, y parece que moriré en medio de otra, y nadie merece vivir así”, afirma con sencillez. “Que dios no permita que otras personas vivan esta terrible situación, que nadie en Europa la viva”, concluye.

La batalla de Donbás se ha convertido en la más letal de la guerra desatada por la invasión rusa de Ucrania el pasado 24 de febrero, y la situación de los civiles atrapados en los combates se hace cada día más difícil.

Pese a los consejos de las autoridades de que abandonen sus hogares cerca de los combates, algunos deciden quedarse y viven en muchos casos sin acceso a agua potable, gas o electricidad.

En medio de la escasez por la falta de suministros, preparan la poca comida que tienen en fuegos al aire libre cuando no caen las bombas. Para las personas mayores y enfermas, la situación es particularmente difícil. Las fuerzas rusas han realizado progresos lentos pero continuos. Uno de los voluntarios que ha llevado a Anhelina hasta el andén de la estación de Pokrovsk en una ambulancia es Olexandr, de la ONG Save Ukraine. Durante el día conduce por la región para ofrecer asistencia, llevar medicinas y seguir la situación de los más vulnerables, a loas que intenta convencer para que salgan de las zonas más peligrosas. Es un trabajo abrumador.

La táctica rusa de martillear un área antes de avanzar es, además, particularmente peligrosa para la población civil, que es en su inmensa mayoría rusoparlante. “En una situación así lo mejor es marcharse. Es doloroso dejar atrás tantas cosas y está gente no se merece esto a su edad. Pero salvar la vida es lo más importante”, resume.