El Gobierno Vasco pondrá en marcha en enero de 2023 un plan de ayudas para incentivar la natalidad. Euskadi tiene una de las tasas de nacimiento más baja de Europa (1,28 hijos), un problema que amenaza con ser endémico y que el Ejecutivo de Urkullu ha condensado en una serie de medidas incluidas en la Estrategia Vasca 2030 para el Reto Demográfico. Las ayudas, lógicamente, figuran en el primer mojón de esa hoja de ruta. A partir de enero, por cada niño que nazca, cada familia recibirá 200 euros al mes hasta los tres años. Ayer se supo que, en el caso de terceros y sucesivos hijos, la franja de edad se ampliará hasta los siete años y la ayuda será de 100 euros. A esta medida se suma la gratuidad de las haurreskolak. Bienvenidas sean las ayudas y las medidas que favorezcan la natalidad y la conciliación laboral. Nada que objetar en el fondo, pero sí en la forma. ¿Es lógico que una familia que gana 12.000 o 15.000 euros al año reciba la misma ayuda de 200 euros que otra que tiene una renta anual de 100.000 euros? ¿No debería ser una ayuda progresiva? ¿Por qué no se conceden las ayudas en función de la renta familiar y se amplían hasta los 18 años, como se hace con éxito en Iparralde, o como ocurre cuando se pide una beca para estudiar?