No les engaño. La cosecha de hoy es pobretona. Retales de retales de más retales sobre la perfidia catalana en general y de su lengua en particular, comunistas que no se visten con prendas de hipermercado y lamentos por la guerra de taconazos entre Casado y Ayuso o viceversa. Y entre esa ensalada, el primer ingrediente llamado a jugar, o sea, a ser acollejado es el portavoz de ERC en el Congreso, Gabrial Rufián.

"El juez Rufián", lo llama Belén Bajo en La Razón. No es que se pueda decir que la diatriba destaque por la originalidad. De hecho, empieza con la alusión mema al apellido. Se lo juro: "El apellido, nuestra información histórica-genética, pocas veces define a un individuo como en el caso de Rufián, conocido como Juanga en su niñez y adolescencia, donde ya apuntaba maneras".

Ese era el comienzo de la columna. Veamos si mejora el final: "Habiendo exonerado la justicia suiza a Juan Carlos I, Rufián propone que si el Rey emérito vuelve a España, lo haga en un piso de 60 m2, en un barrio obrero cobrando la pensión mínima. ¡Estoy horrorizada! como Brickman: No sé si el mundo está lleno de hombres inteligentes que lo disimulan... o de imbéciles que no se recatan en serlo". Ustedes deciden.

En ABC es Alberto García Reyes quien la emprende a guantadas dialécticas contra el portavoz de Esquerra. "El sudor de Rufián" es el título de la descarga, cuyo argumento principal es que el político catalán no ha dado un palo al agua en su vida. Y con la carrerilla cogida, le suelta lo que van a leer: "Rufián es un macarra de la demagogia y una sociedad que sienta a un grosero así en las Cortes Generales es masoca. La morralla delicuescente que le da derechazos perfileros al niño de Canet exige al sanchismo que sude para traducir la tele al catalán mientras los españoles padecemos diaforesis para pagar la luz más cara de la historia, la vidorra de Rufián y el Falcon. Como apoquinó aquel flamenco el BMW de su mánager".

No es coincidencia que dos columneros hayan escogido a Rufián como pimpampum. Tengan en cuenta que ayer mismo ERC pactó in extremis con el malvado Sánchez la ley audiovisual. Algo que el editorialista de El Mundo presenta así: "Última factura: el catalán en Netflix". Y han acertado. No le ha gustado el acuerdo y lo que supone: "Es obvio que, fracasada la última sedición, los beneficiarios de mantener viva la llama independentista han encontrado en la imposición identitaria del catalán el clavo ardiendo al que agarrarse para no reconocer su fracaso y mantener con vida los rescoldos del procés. Aunque el precio sea minar la convivencia o señalar a un niño. Cómplices de ello son los sindicatos, que se venden al poder en Madrid y en Cataluña en vez de ejercer la protesta, más pertinente a medida que se deteriora la economía". Ya ven qué filigrana para pasar de la producción audiovisual a la lengua, para mentar el caso de Canet y, en el último bote, arrear un soplamocos a los sindicatos.

La lengua de Catalunya es el castellano

Hablando de la lengua y de triples tirabuzones, aquí les anoto una afirmación lapidaria de José García Domínguez en Libertad Digital: "La lengua propia de Cataluña y de los catalanes, valga el pleonasmo, es, qué le vamos a hacer, el castellano. Y lo es por la muy prosaica razón de que en castellano nos comunicamos durante la mayor parte del tiempo la mayor parte de los habitantes de la demarcación, algo que acontece desde más o menos los inicios de la segunda mitad del siglo XX". Lo dice Pepe, punto redondo.

Establecido ese principio irrebatible, vamos al fútbol. Ya apuntó el otro día Carlos Herrera que la mala marcha del Barça es culpa del secesionismo y hoy Luis Ventoso añade en El Debate que el estadio de los blaugranas está hecho un asquito por culpa de los mismos. Lean: "Hoy el Nou Camp se cae a cachos, en exacta metáfora del declive que sufre Cataluña por mor de la obcecación separatista. El estadio que antaño maravilló al mundo presenta goteras, asientos rotos, falta de higiene, carbonatosis, problemas de amianto… El Barça, el «más que un club» que rema a favor del independentismo, no puede reparar el Nou Camp, porque está prácticamente en quiebra".

Nos vamos aproximando al cierre con un entrecomillado del género yolandil, cada vez más extendido entre los repartidores de estopa del fondo a la derecha. Esta lleva la firma de Ana Samboal en El Debate: "Se ha puesto mechas y se ha vestido con lazos, pantalones palazzo y faldas de tubo para no asustar a la derecha que no la va a votar y lo que ha hecho es echar a los comunistas. A los del 15M les seducían las camisas de Alcampo de Pablo Iglesias -llegaron a creerse al personaje-, pero las blusas de Chanel les recuerdan a las que sus madres guardan en el armario".

Y en esa misma línea, tocamos puerto con unos cagüentales de Francisco Marhuenda sobre Díaz, Garzón y demás objetos de sus desvelos: "Eran los pijo progres que salían a las calles para gritar «no nos representan», pero ahora forma parte de la casta, tiene coche oficial, suculentos gastos de representación y un elevado sueldo que no cobraría en la vida profesional. Los comunistas pasan de revolucionarios a conservadores cuando consiguen alcanzar el poder".