Después de las balas llegó la navaja ensangrentada. Celebra la prensa de orden —bien es cierto que porque se lo han puesto a huevo los sobreactuantes de enfrente— la rápida identificación de un esquizofrénico como remitente. Del hecho sacan un rápida conclusión: todo es una maniobra orquestada. Verán cuántas versiones. La primera por orden aparición en la pantalla de mi ordenador la firma Ignacio Camacho, que se va hasta las elecciones que siguieron al 11-M: "Alguien parece empeñado en forzar en Madrid un escenario tan convulso como el de 2004. La estrategia de la tensión pretende convertir un acontecimiento democrático como es la llamada al voto en un conflicto ciudadano, en la expresión paroxística de un choque de bandos. Sintiéndose perdedor, irremediablemente rezagado en la carrera, el sanchismo se ha echado en brazos de Iglesias para impedir de cualquier manera el previsible triunfo de la derecha, aunque sea al coste de una grave fractura de la convivencia".

Su compañero de diario Luis Ventoso busca más lejos en el retrovisor y recuerda la célebre campaña del dóberman del PSOE en 1996. Según él, aquello fue una broma en comparación. "Dóberman nunca había caído tan bajo y a Sánchez puede salirle mal. Los madrileños perciben que el PSOE está forzando la máquina muchísimo más de lo aceptable... Y Ayuso sigue subiendo".

En el editorial del vetusto diario, un dedo señala al, a su entender, instigador de la estrategia que denuncian. A ver si adivinan quién: "La memoria de Iglesias es corta. O cínica. Olvida las apelaciones de Podemos a la guillotina contra la Familia Real, la cal viva en el Congreso, las agresiones de 'jarabe democrático' a la derecha, la defensa de las piedras de Vallecas contra Vox... La izquierda va a generar una convulsión irrespirable en lo que resta de campaña. Es la esencia de este socialismo venido a menos y de este populismo hiperventilado".

Isabel San Sebastián tiene una versión con más vitriolo. O con más mala leche, si lo prefieren: "Y como ahora ya nadie cree en su palabrería falsaria, como pierde votos a espuertas en los distritos obreros que creyeron ingenuamente en sus promesas de regeneración, ha cambiado de papel para interpretar el de víctima, lloriqueando por los platós ante las amenazas sufridas".

El director de La Razón, el sobradamente conocido Francisco Marhuenda, se abona a una teoría parecida. Como en algunos de los entrecomillados de más arriba, no faltan las comparaciones: "Iglesias, que tanto se ha jactado de sus buenas relaciones con Otegi y sus compinches y que ha considerado que el terrorismo etarra era un fenómeno político, ahora se siente más víctima que personas que sufrieron el horror de ETA como Ortega Lara o tantos dirigentes del PP o de Vox que malvivieron durante décadas con una diana en la espalda".

El editorialista, faltaría más, dice lo mismo que su jefe, cambiando alguna que otra coma, aunque introduciendo como nuevo matiz el apellido del candidato del PSOE: "Iglesias ha conseguido envenenar las elecciones a la Comunidad de Madrid con una operación de manipulación para la que demuestra no tener escrúpulos; lo extraño es que el PSOE se haya convertido en su comparsa y su candidato, Ángel Gabilondo -¿qué fue de aquel socialismo de cátedra?- en un cómplice silencioso". Tu quoque, Gabilondo?

En El Mundo abundan por ese lado, el del partido de la izquierda al que las encuestas auguran mejor resultado. La tesis es que no es propio de una formación respetable un comportamiento así. Lean al decepcionado editorialista: "El PSOE se está aferrando a una rendija miserable para alentar la movilización al precio de intensificar la polarización, quebrar la convivencia y degradar las instituciones. Máxime si quien contribuye a ello es la propia directora de la Guardia Civil o Marlaska, que en un mitin tachó al PP de 'organización criminal'. El ministro del Interior debió dimitir hace mucho".

La idea la remata Jorge Bustos en la página anterior: "Y pese a todo esto, pese a que la violencia política aquí parte sistemáticamente de la orilla izquierda, un PSOE derrotado en las ideas y superado en la gestión huye desesperadamente a 1936 y pone al pobre Gabilondo a hacer de miliciano de parque temático como una Lastra cualquiera".

¿Es Iglesias? ¿Es Gabilondo? ¿Y por qué no los dos al unísono? Cayetano González lo tiene muy claro: "Conscientes de la trascendencia que para la viabilidad de su proyecto de destrucción del régimen constitucional tienen las elecciones del próximo 4 de mayo en Madrid, los partidos que conforman el Gobierno social-comunista y la izquierda mediática han decidido sacudir la campaña electoral con técnicas que recuerdan mucho a lo sucedido en aquellas setenta y dos horas que siguieron al atentado del 11-M de 2004 en los trenes de cercanías de Atocha". Otra vez el 11-M.

Los fascistas, según el exministro Fernández-Díaz

Volviendo a la carta con la navaja con sangre de pega y el remite auténtico, el editorialista de El Español espera una disculpa: "PSOE, Podemos y Más Madrid no han pedido aún perdón por haber utilizado la carta como arma electoral. El uso de una amenaza como herramienta propagandística es una línea roja que no se había traspasado antes en democracia. Si no se suelen publicitar esas amenazas no es sólo por rigor democrático, sino también para no provocar un efecto imitación en perturbados y extremistas".

Chapu Apaolaza, siempre tan guasón, se toma a medio a chacota el episodio: "Se daba a entender que detrás existía en Madrid una estructura terrorista, un brazo armado que movía Abascal mismo, qué digo Abascal: la navaja la había enviado Ayuso. Así tiende uno a entender que Bildu es una organización pacifista y la derecha madrileña, un talde".

Y falta el remate de un experto en estas lides, pues no en vano fue ministro de Interior. Ojo a lo que escribe Jorge Fernández-Díaz, porque si lo leen dos veces verán que está reconociendo que los llamados fascistas son… fascistas: "Hay que investigar esos hechos que tienen que aclararse, aunque sólo fuera para evitar que cunda el ejemplo, y ahora los destinatarios sean los fascistas, con sobres más peligrosos en su contenido, como en otros tiempos". Ahí queda eso.