os lectores más futboleros recordarán que en el año 1930 la selección de fútbol de Uruguay se proclamó campeona de la Copa del Mundo celebrada en Montevideo, la capital del país -el líder de aquella selección fue el defensa José Nasazzi y fue clave, tanto en la conquista del Mundial como en la medalla de oro que los celestes lograron en los Juegos Olímpicos de 1924 (París) y de 1928 (Ámsterdam)-. El hecho de acordarse no significa ser un verdadero erudito de este deporte, conocido como el deporte rey, ya que es muy sencillo de recordar por el simple motivo de que es la única vez que la selección celeste ha logrado ganarlo en toda la historia.

Una de las consecuencias directas de aquel éxito de la afición uruguaya fue que se incrementaron las ganas de los jóvenes por jugar con el balón y les daba igual dónde hacerlo. Así, se empezó a ver a muchos jóvenes en las calles practicándolo en espacios reducidos, entre no muchos jugadores y sin reglas oficiales. De esta manera, sin darse apenas cuenta, estaba germinando el fútbol sala. Tras este acontecimiento social, su expansión por el país y la cantidad de jóvenes que pedían permiso a sus progenitores para estar un poco más jugando en la calle con sus amigos apareció el profesor argentino, residente en Montevideo, Juan Carlos Ceriani. Vio el éxito del deporte, así como la salida que tenía trasladara la calle lo que se jugaba en los grandes estadios. Entonces, pensó que ese juego emergente necesitaba una estructuración de base, unas reglas que seguir y unos campos en los que desarrollarse.

Una de las primeras decisiones que tomó en la estructuración fue llevar ese nuevo deporte a espacios cerrados. Posteriormente creó las reglas del fútbol sala mezclando las que hasta ese momento existían en el fútbol -deporte del que había nacido esta nueva disciplina- y combinarlas con el waterpolo, el balonmano o el baloncesto. Del baloncesto cogió el número máximo de jugadores que podían jugar a la vez en un equipo, un total de cinco, así como el tiempo de duración que tiene un partido, 40 minutos. Del balonmano copió el poco rebote de la pelota con la que se juega, así como las medidas que tienen las porterías y el campo de juego. Y del waterpolo copió las reglas que tenía el portero. Más concretamente, el arquero es el único jugador que puede tocar el balón con las dos manos, el único que puede golpear la pelota con el puño cerrado y el único que puede levantarse con las dos manos a la vez.

Tras esta estructuración, el fútbol sala comenzó a tener muchísimo éxito y poco a poco empezó a expandirse por toda Sudamérica, así como por otros continentes. Años después de que arrancase este deporte se creó la Confederación Sudamericana de Fútbol de Salón en 1965, año en el que también se disputó el primer torneo de Sudamérica entre selecciones. Seis años después se fundó la Federación Internacional de Fútbol de Salón en São Paulo, en Brasil, y posteriormente se disputó en ese mismo lugar el primer Campeonato del Mundo.

El fútbol sala tiene alguna que otra diferencia con el fútbol que a buen seguro llamará la atención a todos los seguidores del deporte rey. Si analizamos los saques de banda en el fútbol vemos que para volver a poner en juego el balón el jugador de campo lo hace con las manos y la única obligatoriedad que tiene es poner la pelota detrás de la nuca con las dos manos antes de pasarla a un compañero. En fútbol sala, en cambio, esta misma acción se realiza con el pie. El jugador encargado de esta acción tendrá que poner la pelota encima de la línea lateral y en estático pasará con el pie el balón a un compañero.

Otra diferencia es que en el fútbol hay cuatro árbitros de campo y en fútbol sala, sin embargo, tan sólo hay un máximo de dos. Y por ejemplo, en el fútbol sala hay un límite de faltas por equipo, un total de cinco. Si comete esas cinco, pierde el derecho a la ley de ventaja o también puede ser sancionado con no poder poner la barrera en una falta-, pero no hay límite a la hora de ser sustituido, por lo que un jugador puede entrar y salir las veces que el entrenador estime oportuno. Esto se debe a la intensidad de este deporte ,que no permite a los jugadores tomarse nunca un descanso.

"Yo juego en el club Tafatrans y tenemos un proyecto muy bueno. El fútbol sala no tiene nada que ver con el fútbol"

"Ahora no juego, ya que me dedico al 100% a mi negocio. Aun así, he jugado en Galicia, Navarra, Córdoba y tuve una experiencia en Italia no muy agradable"