legazpi - El único trabajador que quedaba en la estación de Brinkola, el factor de circulación Jesús Alonso, se ha jubilado. La estación quedará cerrada, pero los trenes seguirán parando con la misma asiduidad.

Alonso es burgalés de nacimiento. Se licenció en Bilbao y después vino a Donostia. Estuvo dos años en la capital: de 1979 a 1981. Le enviaron a Brinkola a cubrir las vacaciones de un compañero, le gustó el sitio y decidió quedarse. En aquellos años el trabajo en Donostia era algo caótico y vino a Brinkola en busca de tranquilidad. En Donostia a menudo ponían barricadas en la vía, a Alonso eso le generaba estrés y pidió el traslado a Brinkola.

Nada más llegar, le pusieron el mote con el que le conoce todo el mundo: Mochilas. "Me lo puso el que trabajaba en la estación antes que yo. Él iba a coger el tren del que bajé yo para volver a casa, pero no lo hizo porque pensó que yo no había llegado. Le pareció que aquel chaval tan joven que había bajado con una mochila a la espalda sería un montañero. Era yo. Desde entonces, me quedé con Mochilas", recuerda.

Los primeros años le tocó trabajar de lo lindo. "Mi labor es atender a los trenes. El trabajo se ha tecnificado mucho. Antes trabajaba de 8.00 a 20.00 horas. Ahora casi todo se controla desde Miranda de Ebro".

Brinkola-Oñati Alonso tiene infinidad de anécdotas relacionadas con su trabajo. Mucha gente que quería ir a Oñati aterrizaba en Brinkola porque esta estación se llamaba Brinkola-Oñati (y Oñati está a 10 kilómetros de Brinkola, por carretera). "Muchos americanos que venían a la universidad de Oñati cogían el tren a Brinkola. Tuvimos que decirles a los de la estación de Donostia que les explicaran que debían coger billete a Zumarraga o Legazpi y allí coger un autobús".

Otros que aparecen en Brinkola sin querer son los que se quedan dormidos en el tren. Cuando Alonso les despierta y ven que están en un barrio perdido en el monte, alucinan.

Otras anécdotas no son tan divertidas. Hacia 1995, dos vagones cargados de furgonetas venían descontrolados desde Otzaurte. Hubo una incidencia con un tren, los operarios los soltaron y se les escaparon. Alonso y sus compañeros tuvieron que descarrilar los dos vagones para que no llegaran a la estación de Zumarraga y provocaran una desgracia. Entraron a la estación de Brinkola a unos 80 kilómetros por hora, echando chispas, y se vivieron momentos de gran tensión.

Antaño la de Brinkola era una estación bastante importante y trabajaban tres o cuatro personas. "Hace unos 60 años había carga y descarga de mercancías. Las empresas de Oñati y Arrasate utilizaban esta estación".

La mayoría de los trabajadores de Renfe eran de fuera de Euskadi. "La gente de aquí no quería trabajar en Renfe porque había trabajo en las fábricas".

Alonso se integró de maravilla en Brinkola. Desde el primer día, le encantó este barrio de Legazpi. No en vano, le ha permitido vivir a cinco minutos de su puesto de trabajo y desarrollar sus aficiones. Le gusta pasear y practicar la fotografía y Brinkola ofrece una puerta de entrada a Aizkorri y paisajes impresionantes.

De Brinkola le gusta todo, pero por encima de todo lo demás que puede encontrar en el barrio, su mujer. "Ella también es de Burgos, pero seguiremos viviendo en Brinkola", adelanta.

Alonso comenta que su jubilación no afectará a los usuarios de la estación de Brinkola. Pero no es del todo cierto. Parecerá una estación abandonada. ¿Quién les va a dar conversación a los viajeros mientras esperan al tren? Cuando nieve, ¿quién les va a abrir la puerta de la oficina para que no pasen frío?