Madre solo hay una. Nadie nos va a querer tan incondicionalmente como nuestra madre, ni va a ser tan generoso con nosotros. Y como de bien nacidos es ser agradecidos, el listado de homenajes originales por parte de los hijos a sus madres es interminable. El legazpiarra José Luis Arzuaga también ha querido homenajear a su madre y, como es escultor, qué mejor que esculpir un busto. La escultura dedicada a Juliana Aierbe se puede ver en la entrada del centro social Buztintegi de Legazpi.

Aierbe nació en el año 1900, en el caserío Pagoeta Erdikoa del barrio Urtsuaran. Por aquel entonces Ur-tsuaran pertenecía a Segura. Hoy en día es parte de Idiazabal. Eran seis hermanos, cuatro chicas y dos chicos, y con solo 13-14 años le mandaron a trabajar a casa de la familia Lardizabal. Esta pudiente familia de Segura tenía muchas propiedades. Entre ellas, una casa en Donibane Lohizune. Aierbe trabajó también allí. "El primer día de trabajo, nevaba. A pesar de ello, fue de Ur-tsuaran a Segura con alpargatas blancas: era lo más elegante que tenía. Trabajó de cocinera. Tenía muy buena mano. En una ocasión, el obispo Mateo Mujika comió en casa de los Lardizabal y fue a la cocina a felicitar a mi madre".

Antes de que estallase la guerra se casó con Pedro Arzuaga. "Se conocían desde niños, pues mi padre era también de Urtsuaran. El aita era mikelete y le destinaron a Legazpi. Tuvieron seis hijos, pero los dos primeros murieron de niños. No los conocí, pues soy el más joven. Somos tres chicos y una chica".

Una vez casada, Aierbe se dedicó principalmente a criar a sus hijos y encargarse de la casa, pero también ofrecía su ayuda en los caseríos para trabajar en el campo.

Arzuaga considera que su madre era una mujer "que con uno sabía hacer dos". Era, sobre todo, "responsable". Lo demostró tras la guerra, pues su marido vino muy enfermo de la guerra. "El aita fue gudari y estuvo en la cárcel. Volvió a casa muy enfermo y murió cuando yo tenía 14 años. La ama se encargó de cuidar de él hasta el último día. Era una mujer que sabía superar todos los obstáculos que le ponía la vida. Eso fue una lección para nosotros. Me siento muy identificado con su tesón. Yo diría que supo transmitírnoslo".

Aierbe quedó viuda siendo bastante joven, con 54 años. "Mis hermanos nacieron antes de la guerra y para entonces estaban trabajando, por lo que pudieron ayudar a mi madre. Yo todavía era un chaval, pero recuerdo que en aquella época mi madre me dijo que hasta entonces había sido un niño, pero me había llegado la hora de ser un hombre".

Aierbe murió en 1978 y para entonces Arzuaga ya había comenzado a esculpir el busto. "Le dije a la ama que le iba a esculpir un busto y me dijo que no. Que se lo esculpiera a mi madrina. Le dije que andaba en balde, que se lo iba a hacer se pusiese como se pusiese", recuerda.

No se quedó del todo a gusto con el trabajo realizado, pero lo dio por terminado por miedo a pasarse con el cincel. Durante estos 40 años el busto ha estado en el salón de su casa. Arzuaga ha hecho otros trabajos que le han servido para mejorar su técnica y confiar en sus aptitudes de escultor. Así, hace unos meses decidió retocar el busto de su madre. "Me atreví a corregir los fallos y el busto ha ganado mucho. Tiene mayor parecido a mi madre. La gente me dice que se parece mucho a ella".

Base de madera Cabe señalar que la escultura reposa sobre una base de madera. Se trata de un trozo de viga de la iglesia del convento de Bidaurreta de Oñati, que Arzuaga cogió cuando se restauró el templo. Al trozo de madera le hizo seis huecos: uno por cada hijo que su madre tuvo. "Todos los huecos son distintos, como nosotros".

La escultura estará en el centro social Buztintegi hasta agosto. "Es un lugar apropiado, pues mi madre solía venir aquí a jugar a cartas".

Por cierto, el busto de Juliana Aierbe está hecho con mármol de Carrara. El mármol más preciado. El mismo con el que Miguel Ángel esculpió su David. ¡Una madre merece eso y más!