Errenteria - La errenteriarra Maite Brandariz (1959), tras tocar fondo en su juventud, encontró su camino en la vida y lleva más de 20 años ayudando a los excluidos de la sociedad. Su historia de superación y su empeño por lograr una sociedad mejor conmovió al escritor Iñigo Legorburu quien decidió presentarse a los premios literarios Mariasun Landa para dar a conocer su biografía.

¿Alguna vez imaginó que escribirían sobre su vida?

-Fue una sorpresa. Yo ya conocía los premios, suelo leer la convocatoria en el periódico y también conocía a Iñigo Legorburu, porque ha ganado premios literarios. Pero no esperaba nunca convertirme en la protagonista de uno de los premios. ¿Quién me iba a decir a mí que me iba a pasar esto?

¿Cómo se pusieron en contacto con usted?

-Legorburu se puso en contacto con la asociación Arrats. Él tenía la idea muy clara de que quería escribir una historia sobre alguien que se dedicara a trabajar en el mundo de la exclusión social. En la asociación propusieron mi nombre y como también trabajo en el albergue Gaztelutxo de Errenteria, yo era el perfil que él estaba buscando.

¿El trabajo de las trabajadoras sociales y acompañantes es desconocido?

-Es un trabajo que no se visibiliza mucho, pero tampoco hace falta. Yo hago mi trabajo, lo intento hacer lo mejor posible y trato de quedarme con la conciencia tranquila al haber hecho todo lo que he podido. No busco un reconocimiento público.

¿Cómo es su trabajo en Gaztelutxo con la gente sin hogar?

-En el albergue llevo siete años y la gente puede estar como máximo tres días cada tres meses. En tres días no puedes hacer muchas cosas, pero sobre todo lo que hago es escuchar. La gente de calle tiene mucha necesidad de hablar y muchas veces da igual de qué. Yo estoy encontrando mucha gente con una cultura y una inteligencia que puedes hablar con ellos de cualquier cosa. Hay gente muy informada sobre la actualidad. Lo que más agradecen es el estar con ellos, simplemente.

¿Logra hacer amistades?

-Hay mucha gente que hace el carril, los carrilanos, que hacen una ruta y van de albergue en albergue. Al pasar los tres meses hay varios que vuelven a Errenteria, algunos de ellos pasan por Gaztelutxo tres o cuatro veces al año y, como yo ya llevo siete años, tengo más vinculación con ellos. Cuando he trabajado en Proyecto Hombre, en acompañamiento y en un piso de acogida sí que he tenido oportunidad de conocerles más. Incluso, hoy en día me encuentro con algunas de esas mujeres que han salido adelante en la calle y nos saludamos.

¿Cómo es el perfil de la gente sin hogar?

-Hay mucha gente de aquí, con un nivel de cultura, inteligentes y con capacidades para tirar para adelante. Siempre se piensa que la gente que está en la calle es un borracho, un drogadicto, un tirado... pero no siempre es así. Hay gente que ha terminado con problemas de consumo, generalmente de alcohol, para poder aguantar su situación de calle.

¿Cuál es el mayor problema al que se enfrentan actualmente?

-Uno de los mayores problemas que nos estamos encontrando actualmente es el de la salud mental, hay muchísima gente con problemas y es más difícil trabajar con estas personas. Hay falta de recursos y unas listas de espera de más de un año para prestarles el servicio. Los servicios sociales se han profesionalizado, que eso está muy bien, porque no puede recaer todo sobre voluntarios, pero la burocracia es larga y retrasa la asistencia.

¿Qué es lo más satisfactorio?

-Solo con poder ayudar a una sola persona, ya me siento satisfecha. Hoy [por el martes] he tenido una muy buena noticia y es que un chico que realmente se lo merece ha conseguido el permiso de residencia y va a empezar a trabajar.

¿Quedan cosas que la sorprendan?

-Sí, las ganas de ayudar de la gente. Hay un grupo de jubilados que le están pagando la pensión a un chico para que pueda dormir y arreglarse para poder asistir a un curso de formación.