a bahía de La Concha no es el único lugar de Gipuzkoa que se puede catalogar de marco incomparable. En Zumarraga hay también un txoko con una vista que no tiene parangón. Se trata de la zona de descanso del bidegorri de los barrios altos. No hay tamarindos, vendedores de barquillo ni tiovivo. No se ve el mar ni la isla de Santa Clara, sino los pabellones vacíos de la empresa ArcelorMittal. Es lo que queda del glorioso pasado industrial de Zumarraga y se podría aprovechar para organizar visitas guiadas. Seguro que más de uno participaría encantado en ese didáctico viaje en el tiempo.

Todo comenzó allá por 1929, cuando un zarauztarra llamado Esteban Orbegozo se puso en contacto con el Ayuntamiento de Zumarraga: pidió un terreno gratis, a cambio de traer su empresa a Zumarraga. Un concejal se trasladó a Zarautz a conocer la fábrica de Orbegozo, le gustó lo que vio y pasó buenos informes. El Ayuntamiento le puso una única condición: que contratase a vecinos del pueblo.

Orbegozo abrió su fábrica junto a la estación. A los pocos años falleció y sus hijos Faustino, Saturnino y Pedro cogieron el testigo. Durante la guerra la fábrica estuvo militarizada y eso le dio un empujón. De todos modos, el mayor crecimiento lo vivió después de la contienda: en dos décadas ( las de los años 50 y 60) pasó de tener poco más de 100 trabajadores a tener 3.000. Cumpliendo con lo prometido, contrataron a vecinos del pueblo. Pero con los zumarragarras y urretxuarras no eran suficiente. Los trenes venían llenos de jóvenes extremeños, castellanos, gallegos... que habían oído que en un pueblo llamado Zumarraga había trabajo.

En aquellos años la población de Zumarraga se cuadruplicó y la de Urretxu se dobló. Estos dos pueblos no estaban preparados para recibir a tanta gente y muchos tuvieron que vivir en caseríos abandonados y en chabolas para ovejas (sin luz, ni agua corriente) hasta que se construyeron San Martín, Grupo Legazpi, Mundo Mejor, Etxeberri...

Durante aquellos años de esplendor, en Orbegozo se fabricó casi de todo: cocinas, calentadores, bañeras, elementos de fontanería, tubos, chapa para las carrocerías de los coches... Cada vez se necesitaban hornos más grandes y modernos. El primero era de coque, después vinieron los Siemens con sus grandes chimeneas y, finalmente, se construyó la fundición de Kaminpe.

Pero muchos trabajadores no estaban contentos con sus condiciones laborales. Hubo varias huelgas, la empresa despidió a los cabecillas, la policía llevó a cabo muchas detenciones... En 1969 se hizo una gran huelga de tres meses. En otros pueblos los trabajadores también salieron a la calle en solidaridad con los trabajadores de Orbegozo y desde todos los rincones enviaron dinero y comida para los obreros que estaban encerrados en la iglesia de Zumarraga.

Finalmente, la empresa aceptó algunas de las reivindicaciones de los trabajadores. Aquello coincidió con el principio del fin: Orbegozo se llevó algunas secciones a Lezo y Salvatierra, el paro hizo que se perdieran algunos clientes (el más importante, Seat), en los 70 llegó la crisis energética, en 1982 ETA secuestró a Saturnino Orbegozo, pocos años después los bancos quisieron embargar la empresa, después Ucín adquirió Orbegozo, Ucín pasó a manos de Aceralia, Aceralia y otras empresas crearon la multinacional Arcelor, Arcelor se fusionó con Mittal y hace cinco años, en marzo de 2016, ArcelorMittal anunció el cierre de la planta de Zumarraga.