Se le atribuye a Cristina Fernández de Kirchner la ingeniosa respuesta a un parlamentario argentino que le interrogaba sobre su pertenencia al clan de delincuentes enriquecidos con la pobreza de los pobres: “Yo con mis amigos voy al abogado, porque con mis enemigos voy al juez”. Entre los políticos españoles existe una confusión intencionada mezclando enemigos y adversarios. Ello contribuye a alimentar la retórica inútil en la charca en la que chapotea la clase política. Pero la ciudadanía distingue con claridad quiénes son sus enemigos. Son los que se enriquecen con la corrupción. Jueces que no investigan las denuncias de tortura en los interrogatorios policiales. Jueces y funcionarios que ordenan y ejecutan desahucios de familias que van directamente a la calle. Los ejecutivos de las eléctricas que son insensibles a la locura de los precios de la luz. Curas pederastas y jerarquías por no denunciarles ante los tribunales. Policías que torturan a ciudadanos vascos que son declarados en los tribunales europeos inocentes. Militares que consumen recursos que detraen de otros destinos sociales. Políticos que manejan fondos reservados saltándose leyes promulgadas por los representantes de la ciudadanía. Los que se alzan en armas para derrocar el poder legítimo. Jueces con mandato caducado que no dimiten ni denuncian las situaciones de ilegitimidad. Políticos que proclaman que los fondos públicos entregados a bancos para salvarles de la quiebra serán recuperados “hasta el último euro”. Además, son nombrados altos ejecutivos de instituciones públicas internacionales libres de toda responsabilidad. Enemigos de la ciudadanía son quienes custodian el cumplimiento estricto de los aspectos formales de la Constitución, pero son laxos con las exigencias de garantías sobre el derecho a una vivienda digna, trabajo asegurado o de disponer de medios de susbsistencia suficientes. “Hay que cultivar las enemistades”,J. Goytisolo.