ikel Aranburu Arte y Grabado y Minusse recibieron recientemente los Premios de Comercio Sostenible que Fomento de San Sebastián concede anualmente, junto a otros reconocimientos en distintas categorías al buen hacer comercial.

"La moda será sostenible o no será". Lo dicen Itsaso Usobiaga y Ane Bilbao, de Minusse, conscientes de que "la industria textil es la segunda más contaminante del mundo".

Minusse, explican, aboga por la sostenibilidad "en toda la cadena, desde el diseño a la venta y el packaging final". Porque el de la sostenibilidad es un criterio sobre el que se sustenta incluso la compra de tejidos. "Trabajamos con tejidos naturales y orgánicos y proveedores certificados. Lo hacemos por respeto al medio ambiente y a las personas, a la piel, ya que cada vez hay más alergias", añaden.

Realizan la producción en Euskadi, en Bilbao, Donostia y Arrasate, algo que resulta muy complicado dada la escasez de talleres. Porque, dicen, "estamos en un limbo. Para algunos planteamos unas colecciones pequeñas y no les compensa y para los más pequeños, son grandes aunque no hagamos más que una o dos piezas por talla y modelo". "Además, pagamos precios reales, el coste real de las prendas", abundan.

Pese a tener una tienda física en Egia, el grueso de las ventas se realiza online. Las chicas de Minusse han elegido con cuidado el material con el que empaquetan sus prendas al enviarlas, "bolsas reutilizables que evitan el residuo" y vigilan también la cadena de transporte para incidir en una menor contaminación.

Todo ello, lógicamente, encarece el producto "muy cuidado y mimado". Pero las prendas de Minusse se diseñan "de forma atemporal, lejos de las tendencias de moda, de estampados que aburren, del usar y tirar. Buscamos que la prenda dure en el armario, tanto por calidad como por diseño", apuntan.

Estas mujeres, que defienden a ultranza y reclaman un mayor impulso "al talento local" en distintos sectores, lamentan que el apoyo que el comercio más próximo obtuvo en los momentos más duros de la pandemia se haya diluido y los hábitos previos hayan vuelto a imponerse.

Y es que el covid, recuerdan, "también ha afectado los bolsillos" y la compra de ropa "se paralizó meses". La recuperación, aseguran, está siendo muy lenta y más ante la amenaza de nuevas restricciones, ya que "si no hay planes, si no hay vida social, la gente no compra ropa, que no es algo de primera necesidad".

Mientras la situación no cambie, Usobiaga y Bilbao continúan inmersas en su tarea de diseñar y sacar al mercado moda respetuosa, dos colecciones al año. Tanto es así, que cuando el ritmo, como ahora, se ralentiza, aprovechan para diseñar pequeñas colecciones "cápsula" que confeccionan con la tela que sobra de anteriores remesas. "Con otra diseñadora hemos aprovechado para sacar unas pocas blusas de seda", explican como ejemplo de que en Minusse se apuesta por el desecho cero.

Quien desee alguna de sus prendas debe saber que son de edición limitada, una o dos prendas por talla, que para que se más fácil acertar se dividen en dos tallajes, S-M y M-L, y que se pueden adquirir online, con envíos gratis a domicilio, o en su tienda de la calle Ametzagaña, en Egia. De momento, no trabajan por encargo.

No muy lejos, en el barrio de Gros, trabaja en su taller-comercio Mikel Aranburu. De sus manos salen diversos habitantes del mar, desde el besugo a la sardina.

Hace ocho años puso en marcha este personal proyecto y poco a poco sus animales fueron comiéndose a sus joyas. Manipulando con mimo el zinc, del taller del paseo de Colón salen bancadas de peces o rodaballos solitarios, sardinas viajeras (casi un emblema que se convierte en colgante o en un detalle para regalar) o atunes intrépidos.

Fomento de San Sebastián ha reconocido la labor en pro de la sostenibilidad que lleva a cabo Aranburu. Esa apuesta parte de la elección del material, chapa de zinc reciclada, que combina en ocasiones con "madera que recogemos de la playa".

Pero ese celo por velar por el medio ambiente no se limita al proceso de creación, ya que también alcanza al empaquetado. Para los envoltorios se utiliza papel reciclado, las bolsas son también de papel, "el plástico lo eliminamos ya hace un tiempo", y cuida también la luz, utilizando led.

"La mayoría de mis trabajos se hacen a mano, por lo que no se utiliza energía", apunta Aranburu, que asegura que así lo hace porque es su "filosofía" de trabajo. Yo lo hago porque me sale así, porque siento que es lo que tengo que hacer", abunda.

En la actualidad, Aranburu mira a la Navidad. Siendo estos meses más bajos en ventas, se halla "en modo producción", realizando detalles "más pequeñitos" y fáciles de regalar.

Las piezas grandes las va elaborando según las va vendiendo y en la actualidad se halla produciendo género para navidades. "Si no trabajas de antemano, luego no tienes género", apunta Aranburu, que anda atareado elaborando colgantes, broches y "peces de formato más pequeño".

Los peces más grandes en muchos casos los realiza por encargo. "La gente me pide un pez en concreto y un tamaño en concreto", explica este artesano. "Esto me pasa mucho con los restaurantes, que me piden el pescado que más trabajan", destaca.

En todos estos años ha ido evolucionando, no tanto "a nivel de forma" ya que en ese extremo se halla más limitado, pero sí "a nivel de pintura". "Yo al principio no pintaba los peces, utilizaba ácidos. Pero eso me limitaba para plasmar el realismo, con la pintura me puedo explayar mejor", señala.

¿Y de dónde salen esos habitantes marinos que nos miran desde las paredes? Aranburu parte "normalmente de una chapa vieja" que lija y deja "presentable", A partir de ahí, dibuja la silueta, la recorta y a golpe de martillo y con la ayuda de alicates va dándoles forma. El trabajo finaliza con el pintado y el barnizado. Los resultados no dejan de sorprender.