“Aquí hacen falta más iluminación, cámaras y control”. Así lo reclama un comerciante del entorno de la plaza Blas de Otero, junto a la torre de Atotxa, que prefiere no dar su nombre ni ser fotografiado por temor a algunos jóvenes que tienen en jaque a la zona con altercados, hurtos y robos. El comerciante señala que las casetas de la obra de la estación de Renfe, instaladas en la zona de la plaza donde antes se ubicaba una cancha deportiva, han dejado oculto gran parte del espacio de los soportales y las farolas no iluminan apenas.

Si los recovecos siempre han sido una realidad en este rincón de la ciudad, considerado punto negro por el Ayuntamiento, ahora lo son aún más. El mayor tránsito de personas, tras la puesta en marcha de la pasarela peatonal provisional sobre las vías del tren, lleva a más transeúntes por la zona, lo que algunos juzgan positivo, pero otros creen que atrae a quienes buscan robar.

Tanto el comerciante como un vecino de Egia y varias residentes en los bloques de la plaza sostienen que la situación se ha degradado en los últimos tiempos, ya que se producen continuos encontronazos con algunos de los chicos que deambulan por el entorno. “A una chica, uno de estos jóvenes le empezó a insultar de mala manera porque le había mirado”, asegura el tendero, que añade que “algunos son malos”. “A mi hermano, que tiene problemas de movilidad, le robaron dos veces metiéndole la mano en el bolsillo”, dice, para añadir que sus quejas no tienen que ver con el origen de los jóvenes conflictivos. “Una de las veces -recalca- el que ayudó a mi hermano a desembarazarse del ladrón fue otro árabe. No todos son iguales ni mucho menos”.

Junto a él, otras vecinas que toman un café en el bar Kaioa corroboran que el ambiente es de tensión y que hay temor a la actuación de algunos jóvenes. “El otro día uno rompió con la cabeza el cristal del portal de Duque de Mandas 38 y tuvieron que llevárselo a urgencias”, explica una vecina, que cree que el chico no estaba en sus cabales, probablemente por alguna sustancia. Recientemente, alguien también rompió el cristal de una pescadería cercana.

El vidrio del portal ya ha sido repuesto, pero en él se ha pegado un cartel anunciando la cacerolada prevista para todas las tardes en protesta por una situación que tiene intranquilos a vecinos, comerciantes y hosteleros.

Precisamente, el pasado fin de semana, los propietarios del bar Kaioa volvieron a casa escoltados por la Ertzaintza, tras un altercado con uno de los jóvenes conflictivos, que estuvo provocándoles en busca de un enfrentamiento. Aunque no llegó a agredirles, los hosteleros sostienen que el joven les provocó durante largo tiempo y, al final, los agentes policiales optaron por acompañar a los hosteleros para evitar males mayores.

presencia policial

En la mañana de ayer, agentes de la Guardia Municipal identificaron a algunos de los chicos sin hogar que transitan por la zona, siguiendo así la instrucción de pasar por la plaza repetidamente para evitar posibles conflictos.

Algún vecino de la zona no duda en señalar a las cenas que prepara la red ciudadana de Egia para personas sin hogar, y que reparte al anochecer, como el origen de la aparición de jóvenes delincuentes en la zona. Incluso, alguno culpa a SOS Racismo, que tiene sus oficinas en los mismos bloques de Duque de Mandas, de “no hacer nada” para evitar los problemas.

La asociación, por su parte, recalca que la organización de las cenas es una iniciativa vecinal. “Nosotros no organizamos estas cenas. Lo único que hacemos es prestar el local para que guarden los caballetes para las mesas y preparen las bolsas de comidas”, recalca Mikel Mazkiaran. El responsable de la entidad de lucha contra el racismo recuerda que el mal comportamiento de algunas personas también ha afectado al propio sistema de reparto de cenas. De hecho, aunque los menús se empezaron a repartir en los soportales de la torre de Atotxa, hubo algunos “momentos de tensión, que entorpecían el desarrollo de la acción”. Por ello, desde hace aproximadamente un mes, los voluntarios entregan las cenas a las personas sin hogar en un lugar más abierto y con tránsito, junto a los juzgados, en la plaza Teresa de Calcuta.

Mazkiaran admite que, como ha reconocido el Ayuntamiento de Donostia, la zona ha experimentado un incremento de la delincuencia. No obstante, recalca que el entorno siempre ha tenido problemas de seguridad, por su configuración con pasillos y cerca de la estación. Asimismo, añade que la sensación de seguridad o inseguridad “es subjetiva”.

El responsable de SOS Rascismo recuerda que en su sede han tenido que colocar cámaras de seguridad ya que a finales de verano la cerradura fue saboteada cuatro veces con silicona. La asociación supone que el autor ha sido alguien que les culpa de la delincuencia.

Mazkiaran, sin embargo, recuerda que su asociación, además de ayudar a las personas de otros países que tienen que regularizar sus papeles con distintos trámites, ir al médico o realizar otras gestiones, también trata de evitar que pasen al otro lado de la ley. “Una de las cuestiones que se les explica siempre es que los antecedentes penales son un inconveniente de cara a su regularización”, destaca.