stoy encantado, pero es un honor inmerecido”. Así lo asegura el donostiarra Paco Marín, que recibió ayer un premio honorífico a la colaboración internacional del gobernador de la prefectura de Kagawa, en Japón, a 40 kilómetros de Marugame, la ciudad hermanada con Donostia. Marín no pudo acudir al país asiático a recoger el galardón de manos de Hamada Keizo, pero lo hizo en su lugar el sacerdote Pascual Saorin Camacho, originario de Cieza, en Murcia, a donde volverá el próximo mes ya que se despide estos días de su diócesis en Japón.

El premio honorífico distingue al fundador de la ikastola Ekintza por su dedicación y colaboración en actividades internacionales con motivo del Día de la Constitución de Japón. Su nombre fue el único extranjero que se pronunció en la ceremonia de ayer, entre un centenar de personalidades niponas del ámbito de la cultura, el deporte, la economía, etc. “Tu nombre ha sido el único extranjero que ha resonado, y ¡cómo lo ha hecho!, pues al llamarte Francisco Javier parecía que habían premiado al mismo santo que te da nombre y que tan conocido es aquí”, explicó a Marín el sacerdote murciano encargado de recoger en su nombre la distinción.

Marín ha estado en el germen de la conexión con Marugame desde el comienzo de la relación entre ambas ciudades, que encendió el sacerdote guipuzcoano Justo Segura, cuando trajo a Donostia hace más de 30 años a un grupo de escolares nipones.

Un puente

“De ahí surgió todo”

“Todo empezó en 1985, cuando este jesuita trajo a un grupo de niños japoneses y se encontraban por aquí algo aburridos, por lo que les organizamos unos encuentros con alumnos de Ekintza y sus familias, con juegos, sokatira, una fiesta en el monte, salidas a la playa…”. Aquella experiencia, recuerda Marín, agradó tanto a los estudiantes que a su retorno enviaron un bonito cuadro con un puente típico japonés, en el que en cada extremo se podía leer el nombre de las dos ciudades unidas por los escolares: Donostia y Marugame.

“De ahí vino todo”, dice Marín, que recuerda cómo Justo Segura hizo de traductor del japonés al euskera directamente en todas las actividades compartidas entre los pequeños. El buen sabor que dejó el viaje hizo que el responsable de Ekintza empezase a tocar teclas en el Ayuntamiento y otras instituciones para conseguir ayuda para enriquecer la experiencia. Desde entonces los viajes escolares han sido continuos, aunque se interrumpieron hace dos años por problemas económicos. “Era la época del alcalde Xabier Albistur, que me remitió al concejal Gregorio Ordóñez, posteriormente asesinado, y este último se implicó muchísimo en conseguir el hermanamiento, que se cerró en 1988”, recuerda Marín. Así, cuando se inauguró en 2017 el Jardín de la Amistad, impulsado por la ikastola y el Colegio Mayor Olarain, en homenaje a las familias japonesas que favorecieron el hermanamiento, fue invitada la viuda de Ordóñez, Ana Iribar, que mostró su alegría por haber sido invitada al acto por “afecto” a su marido y no por cuestiones políticas, según recuerda Marín. Una caja lacada que se envió desde Japón para Ordóñez ha formado parte de los objetos de la exposición dedicada al político donostiarra en el Palacio de Miramar.

Ahora Paco Marín disfruta del premio a distancia, a la espera de recibirlo en mano, ya que el diploma de Kagawa tardará algo en llegar. Mientras, disfruta sentándose a meditar en el Jardín de la Amistad, así como con las felicitaciones y reconocimientos que les están llegando estos días. Entre ellos, las orquídeas blancas y rosas enviadas por unas amigas de Marugame. Según la tradición, deberían haber sido blancas y rojas, pero las remitentes conocen el amor txuriurdin del homenajeado y han preferido no dar pie a confusiones, explica con humor.