onfinadas de manera voluntaria, las religiosas que residen en Donostia afrontan estos días de incertidumbre con la certeza de que después de esto "algo bueno vendrá". Con horarios muy marcados, el coronavirus no ha alterado apenas sus rutinas diarias, aunque estos días oran con más intensidad por todas las personas que están sufriendo en este momento.

En el monasterio de Santo Domingo, en Ategorrieta, una comunidad compuesta por quince monjas sigue a diario las últimas noticias de la pandemia. "En el recreo del mediodía, oímos las noticias de la radio durante los primeros minutos, que es cuando hacen el resumen de la evolución de la pandemia, para poder presentarlo al Señor en la oración, porque ahora más que nunca se necesita de Él". La madre priora de la comunidad es la más joven de todas. Se trata de Sor Alaitz Eguizabal, que tiene 42 años, es de Elgeta y lleva 25 años en el monasterio donostiarra. La hermana mayor se llama Sor Inocencia García, es de Latasa, tiene 97 años y lleva 77 años como monja.

Sobre cómo es su día a día, afirman no tener tiempo para aburrirse: "Ningún día es igual, aunque llevemos un horario muy regulado y teniendo con ello una vida muy metódica entre la oración, el estudio, las tareas de casa, el cuidado de las hermanas mayores, la recreación, los oficios que cada hermana tiene asignados, etc..."

Cuentan que en el monasterio disponen de un extenso espacio para el esparcimiento y una "hermosa" huerta. Y es que las dominicas son monjas de clausura que no salen más que para ir a las compras, a las consultas médicas y los asuntos oficiales. No obstante, eso no significa que no sean conscientes de lo que supone el confinamiento para el resto de la sociedad: "Las personas viven mucho hacia el exterior y con prisas, por lo que este confinamiento está siendo un reto para ellas, porque el estar en casa sin salir y encima en algunos casos con niños y con un espacio reducido de movilidad, es realmente duro".

Aun y todo, las religiosas se muestran esperanzadas con el futuro: "Creemos que este periodo de aislamiento, a la larga, va a ser positivo, porque nos va a ayudar a dar el valor justo que realmente tienen las cosas e ir a lo esencial. Pensamos que este momento es una ayuda para un cambio positivo del planteamiento de la vida en las personas y en la sociedad".

Sobre cómo van a celebrar este año la Semana Santa, explican que lo van a vivir en privado y con algún cambio en la liturgia, siguiendo las orientaciones e indicaciones de la Santa Sede para estos momentos del

Hace más de quince años fue rehabilitado el convento de Santa Teresa, un edificio de alto valor histórico que data del siglo XVIII y que se encuentra discretamente situado en las faldas del monte Urgull. Actualmente en las tres primeras plantas se ubica la sede del Instituto de Arquitectura de Euskadi (IAE). No obstante, Santa Teresa sigue dando cobijo a las carmelitas, que desde 1990 habitan en régimen de clausura en la iglesia antigua y la zona alta del convento. Aunque esto será por poco tiempo, ya que una vez levantado el confinamiento, las pocas religiosas que quedan serán trasladadas a otros conventos de la federación de las Carmelitas Descalzas. Desde que se levantara este convento, por orden del matrimonio formado por los donostiarras Juan de Amézqueta y Simona de Lajust, allá por el año 1663, solamente cinco veces se vieron forzadas las monjas a abandonar el monasterio, a causa de las invasiones francesas y de las sucesivas guerras.

Ahora, este convento de la Parte Vieja donostiarra tiene los días contados. Con edades comprendidas entre los 80 y los 93 años, las cinco monjas de clausura que quedan se encuentran delicadas y ya no pueden continuar solas. La madre Julia, riojana de nacimiento y priora del convento, lleva ya 50 años aquí. "Hasta los 31 años estuve en Pamplona, pero allí hacía mucho frío", recuerda entre risas. Próximamente, en cuanto acabe el confinamiento, Julia y otra de las hermanas serán trasladadas a Zaldibar (Bizkaia), otras dos irán a Donamaría (Navarra) y la quinta se marchará a Perú.

Sobre lo que está ocurriendo desde que se desatara la pandemia del coronavirus, estas monjas que viven con vocación contemplativa y alejadas del ruido, se sienten muy cercanas al sufrimiento de la gente. "Sabemos lo que está pasando porque vemos los informativos y leemos la prensa. Sufrimos mucho por todo lo que está pasando y hacemos lo que está en nuestra mano: oramos mucho por los más vulnerables y los que más lo necesitan", explica sor Julia por teléfono, quien tras unos minutos de entrevista, da por terminada la conversación con elegante mano izquierda y sin perder ni un ápice de jovialidad: "Ale, ya me ha hecho suficientes preguntas".

Días extraordinarios también los que están viviendo las cuatro hermanas que habitan Villa Puyo. Y es que por primera vez las 25 estancias de la Casa de Espiritualidad están vacías. "Con todo esto del confinamiento, no tenemos huéspedes y estamos aprovechando para limpiar armarios, arreglar el jardín, pintar la verja de entrada, etc.", explica la priora, la madre Etelvina, quien llegó a esta casa, procedente de Segovia, hace cuatro años.

Pertenecen a la Obra Misionera de Jesús y María y, a pesar de no tener visitantes estos días, amanecen como de costumbre a las 6.30 horas; tras el aseo, a las 7.00 oración, a las 8.00 misa con el capellán que acude diariamente, y después el desayuno. El resto de la mañana la dedican a realizar tareas domésticas. A las 12.30 de nuevo rezan, a las 13.00 comen y de 14.00 a 15.00 descansan. Por la tarde, ponen el Santísimo, ante el cual rezan rosarios, oraciones, salmos, "por todos los que no pueden hacerlo estos días, los enfermos, los sanitarios, y por lo niños que están encerrados".

Sobre cómo están viviendo los días de confinamiento, sor Etelvina destaca la parte positiva: "Estamos en un silencio extraordinario, porque estos días no suben ni los perros". Villa Puyo se sitúa en lo alto del parque que lleva el mismo nombre, en el barrio de Aiete y, a parte de los cantos de los pájaros, son pocos los ruidos que perturban la paz de sus caminos rodeados de árboles.

Por otra parte, la de este año será una Semana Santa diferente para las hermanas. "Desde el papa Pío XII, las misas de Semana Santa se celebran por la tarde, pero este año, debido a la situación, el sacerdote, que cuenta con un permiso específico para oficiar misa, prefiere realizarla por las mañanas". No esperan grandes celebraciones, pero están convencidas de que serán fechas muy bonitas porque "tendremos más tiempo que nunca para orar".

Sobre el futuro y lo que vendrá tras esta crisis, las religiosas se muestran esperanzadas: "Sacaremos algo bueno de todo esto. El Señor nos compensará de alguna manera".

La madre Etelvina comenta que estos días disfrutan en el alto de Puio de un silencio extraordinario, "ya que no suben ni los perros"

Las dominicas de Ategorrieta disponen en el convento de espacios para pasear y se ocupan también de una hermosa huerta

Las cinco monjas que quedan en el convento de Santa Teresa de la Parte Vieja serán trasladadas pronto a otras ubicaciones