esde el pasado sábado, en la iglesia de San Marcial de Altza, el párroco Javier Hernáez recoge comida que llevan los vecinos para personas que, en estos momentos de dificultad, tiene aún más complicado alcanzar los mínimos para vivir. Entre las 16.00 y las 18.00 horas, quienes quieren pueden aportar su granito de arena para las personas más necesitadas en forma de alimentos. Los destinatarios son, en muchos casos, personas invisibles para la administración porque no están empadronadas, no tienen papeles y, precisamente por eso, ahora no tienen derecho a las ayudas sociales existentes, según explica el sacerdote, que fue uno de los galardonados con la Medalla al Mérito Ciudadano del Ayuntamiento de Donostia en 2017.

Además de hacer acopio de alimentos para entregar a quienes más lo necesiten, Hernáez se puso hace quince días también manos a la obra y cocina para unas cuatro familias, una docena de personas en total, que no pueden obtener su ración diaria de comida. "¿Qué hacemos con los ilegales que tienen el estómago vacío?", comenta. Ayer preparó lentejas en su casa y, en lugar de hacerlas en una cazuela pequeña, multiplica las cantidades de modo que después puede repartirlas a esas familias del barrio que se encuentran en una situación límite y se pasan por su casa a recoger el guiso preparado. "También me han llamado de Intxaurrondo pero, claro, no puedo hacer para todos", explica el religioso.

Hernáez señala que algunas de las personas sin papeles en extrema necesidad son mujeres que han trabajado en cuidado de mayores, por ejemplo, pero carecían de papeles, porque no puede obtener una regularización hasta pasados tres años de empadronamiento y en algunos casos no lo habían conseguido o no viven donde estuvieron empadronadas. "Hay una mujer a la que no le dejan empadronarse en la habitación en la que vive porque los que se la alquilan también reciben ayudas sociales€", expone como ejemplo de circunstancias enrevesadas. Otras personas trabajan sin contrato porque no han cumplido esos tres años de empadronamiento, un círculo vicioso al que obligan las actuales leyes y que deja en un limbo legal a muchos trabajadores de la economía sumergida.

Hernáez explica que su contribución tiene unas reglas. "Lo primero que les digo cuando se dirigen a mí es que llamen a Cáritas, que tiene ayudas, aunque es verdad que estos días también está desbordada. Además si, por ejemplo, te van a dar 200 euros y tardan unos días, en esos días también hay que comer", subraya. Y es en esos casos sin solución donde trata de ayudar, añade.

El párroco de Altza y Larratxo recalca, además, que el cierre de los colegios supone que los alumnos de familias sin regularizar y sin derecho a ayudas se encuentran estos días con que el sustento diario que los menores recibían en el colegio ya no lo tienen, lo que agudiza los problemas. Por eso, toda ayuda en alimentos con destino a estas personas es bienvenida en Altza. Hernáez añade que, para ahorrar, lleva "todo el mes sin encender la luz de la iglesia pero luego vendrá una factura de 128 euros; ese sí que es el gran negocio".