La casualidad ha querido que el Tambor de Oro destinado a las deportistas de hockey y fútbol de la Real Sociedad haya sido elaborado por un artista que lleva el deporte en su ADN. Iñigo Arístegui, donostiarra de 57 años, ha tomado el testigo a Tomás Hernández Mendizabal, que ha diseñado el Tambor de Oro durante más de 50 años. Estos días, el nuevo creador del galardón que entrega la ciudad mañana en realidad un tamboril ha ido elaborando su nuevo diseño, en muchos momentos con la música de fondo de los ensayos tamborreros de Orixe Ikastola, cerca de su tienda de arte de la calle Mari. Los colores blanco y azul, el dorado y el negro, además del escudo de Donostia, están presentes en las letras, en euskera por un lado y en castellano por otro, sobre el fondo natural de cuero del tambor. Y todo en un círculo de 25 centímetros, lo que tiene su complejidad. La tipografía del Tambor de Oro es una evolución de la propia letra del artista. Los caracteres se inclinan hacia la derecha, pero tienen un rasgo que mira hacia la izquierda. "San Sebastián es una ciudad que siempre avanza, por eso la letra va hacia adelante, pero tiene un rasgo hacia atrás, como las olas con el viento sur", explica el creador de la nueva tipografía, que ha bautizado como Donostiako Haizea o Brisa Donostiarra.

Reconoce que le hace ilusión crear el premio para las deportistas, aunque recalca que le interesan mucho también los aspectos culturales y la propia fiesta. No en vano, fue tambor mayor de La Espiga durante 25 años. Pero el deporte lo lleva en la sangre. Además de haber sido jugador de rugby en el Atlético y el Bera Bera, ahora practica banco móvil en el club Ur-Kirolak. Su padre, José Mari Arístegui, fue olímpico de remo y él también bogó de niño. Uno de sus tíos abuelos fue remero de la trainera Aita Manuel, en Pasai San Pedro, y otro palista en México. La savia deportista también ha pasado a sus hijos.

Arte en muchos soportes

El artífice del Tambor de Oro es artista desde niño. "Me echaban de clase y me decían, ¡fuera, artista!", recuerda el creador, que estudió artes aplicadas en Donostia y Zaragoza y ha elaborado un sinfín de cuadros de todos los tamaños, fotografías, pinturas, collages y esculturas, faceta en la que empezó hace ya 20 años. Sus gizonas, "en el sentido de giza ona, buenas personas" son muy reconocibles. Desde el placaje de un jugador de rugby al hombre sentado frente a Santa María, sus personajes creados con hierro, a modo de enrejado hueco, son muy reconocibles. Pero, además del formato grande, Arístegui ha elaborado numerosas creaciones más pequeñas. "Me han encargado muchos trabajos pero uno de los que recuerdo con cariño fue el logotipo que hice en 2013 sobre los 200 años de la reconstrucción de la ciudad", recuerda. "Luego hice también las esculturas para las familias descendientes de los que estuvieron presentes en las actas de Zubieta. Era la simulación de un hombre, que era Igeldo, una mujer, que era Urgull, la sokatira que era el horizonte y la isla, el nudo", explica.

Recientemente, ha elaborado también el trofeo de un torneo de remonte que se suma a otras creaciones que pueden verse en su tienda. Desde un cartel para el Festival de Cine de 1982 hasta premios de la Behobia y otras muchas creaciones, algunas de ellas paisajes pintados con arena de la playa.

Una vez finalizada la fiesta de San Sebastián, que Arístegui festejará en la Arriada con Ur-Kirolak, seguirá con su tarea artística y presentará en Madrid su serie de abrazos de hierro en la nueva feria Artist, que empieza en febrero.