Oñati- Jon Mestre nació con un piano bajo el brazo. Comenzó a tocar las primeras notas antes de cumplir dos años, -ahora tiene 12-, entonces en un teclado de plástico que le regalaron. No tardó en surgir el flechazo con el instrumento que después se convertiría en su inseparable compañero de viaje. Cuenta que el rincón favorito de su casa es la sala, donde a diario deja flotar los dedos sobre las teclas para interpretar, entre otros, a Debussy, uno de sus compositores preferidos. Esta pasión le corre por las venas. Le viene de familia. Su abuelo Joxe Mari Arzuaga -sin olvidar al bisabuelo Senén- fue un habilidoso de la música, y su ama Monika en un tiempo ejerció de vocalista en un grupo. Además su padre, el cubano José Ramón Mestre, que se dedica profesionalmente a este mundo.

¿Cómo empezaste a coquetear con el piano?

-Antes de los dos años me regalaron un pequeño piano de plástico a modo de juguete. Con tres me apunté en Ganbara Txiki abesbatza y la profesora, Miren Gurutze Plazaola (Mirengu), y mi ama hicieron un intercambio: la primera me enseñaba a tocar el piano, y mi madre a ella alemán. Recuerdo que no llegaba al teclado y me sentaba en el regazo de Mirengu. Con cuatro años empecé a recibir clases de María Dolores Novas, que fue profesora de la Escuela Nacional de Arte (ENA) de La Habana, donde mi padre estudió piano y guitarra. Vive en Madrid, al igual que mi padre con quien también he aprendido a tocar, primero vía Skypey después por Facebook. Imparte clases, hace arreglos, da conciertos y es director musical de diferentes artistas.

¿Cuándo te diste cuenta que lo tuyo con el piano iba en serio?

-Al cumplir seis años me regalaron un teclado-piano de 88 teclas, y comencé a ser consciente de lo mucho que me llena este instrumento. Estuve un curso en la musika eskola con Araceli Guridi como profesora y a los ocho años hice la prueba de ingreso al conservatorio Jesús Guridi de Gasteiz. La pasé pero me quedé sin plaza porque había más demanda que oferta. Desde ese momento me da clases la cubana Iliana Ross. Vive en Gasteiz y me desplazo todos los miércoles hasta allí. Y cuando voy a Madrid toco con Loli Novas; ambas están en contacto. Además, actualmente estoy completando la parte teórica, de lenguaje musical, con Mirengu. Mi formación hasta la fecha es básicamente clásica.

Esfuerzo, disciplina y sacrificio. ¿Cuántas horas dedicas al aprendizaje musical de este instrumento?

-Dos horas y media diarias, más la clase semanal en Gasteiz. Esta es mi rutina: después de comer descanso un poco, y sobre las 17.00 horas me pongo delante del piano hasta las 19.30. A continuación, hago los deberes y preparo el temario del instituto.

Así que no hay un día sin piano.

-No. Es parte de mi vida.

¿Qué sientes al deslizar los dedos por las teclas?

-Un cúmulo de emociones y sentimientos. Cuando interpreto quiero transmitir lo que siento; llegar al corazón de quien me está escuchando tocar.

Recientemente has participado en el programa de TVE-1 ‘Prodigios’. ¿Qué te empujó a presentarte?

-Es un aprendizaje más, una oportunidad de subir un peldaño en ese aprendizaje, y de enfrentarme a un jurado y mucho público. Pase la primera parte del casting, en la que había que enviar vídeos y otro material, y la segunda se celebró en Madrid, en una tienda de pianos súper lujosa. Acudimos 400 chavales para las tres categorías, danza, canto lírico e instrumental, y esta última, en la que yo me presentaba, reunió a más de 200 aspirantes. Fui seleccionado entre los nueve de la categoría que se miden en el programa. Hice la grabación en octubre, aunque no se emitió hasta el pasado 15 de febrero.

¿Cómo resultó la experiencia?

-Enriquecedora, desde el punto de vista musical y personal. Me estaba preparando para un concurso internacional de piano y se cruzó por el camino la segunda edición de Prodigios. Fui eliminado, y en un principio me dio pena después de que el jurado alabara mi interpretación, pero la experiencia resultó emocionante y me despedí sonriendo. He hecho amigos y he podido tocar ante mucho público. Y Boris Izagirre, el presentador, es muy cómico.

¿Qué te han dicho de tu aventura televisiva?

-En la misma gala, al terminar, algunos me transmitieron que habían llorado de emoción al escucharme. Después de la emisión del programa, un domingo que fuimos a Arantzazu una persona que me vio en la tele me dijo: “Increíble”. En Oñati mucha gente desconoce que toco el piano. Ha habido amigos que bromeando me han dicho que me presente a Got Talent.

Tienes entre manos un bonito proyecto.

-En mayo interpretaré un recital con la joven orquesta de estudiantes de la universidad Complutense de Madrid. Lleva por título Concierto Infantil para piano y orquesta del maestro Andrés Alén, y yo seré el solista. Está siendo un reto precioso. Lo bonito es tener proyectos, conciertos, disfrutar de la música en grupo… Por otro lado, la idea de presentarme a concursos no está descartada.

¿Cómo te ves o te gustaría verte en un futuro?

-Quiero seguir vinculado a la música. Como concertista o profesor.

Un txoko guipuzcoano. El jardín de mi casa. Siento una libertad increíble cuando estoy en él.

Un monte. Iturrigorri.

Una fiesta. San Miel Txikis.

Un paisaje. Usako y su entorno.

Una playa. La de Deba. Desde bien pequeño me he divertido en esta playa.