Con el objetivo de preservar los cantorales, esos grandes libros de música litúrgica que en muchos casos han empezado a degradarse -o ya lo están-, en Oñati se han digitalizado 29 de estos ejemplares del patrimonio escrito, gracias a la labor desarrollada por los miembros de la asociación Artixa, Xabier Ugarte y Joxe Fernández, y la agrupación Donosti Ereski.

Los cantorales de monasterios e iglesias, al igual que las partituras de los archivos poseen un extraordinario valor histórico y cultural. Con los cambios vividos en la liturgia quedaron obsoletos y arrinconados, y en muchos lugares, incluso, fueron destruidos o reciclados. No es el caso de los digitalizados en las iglesias y conventos oñatiarras, que podrán seguir siendo transmisores del patrimonio cultural de otros tiempos al conservarse su contenido y facilitar su difusión.

La Schola Gregorianista Donosti Ereski hace unos años se embarcó en la digitalización de códices y documentos de varios fondos del territorio. El primero de estos trabajos tuvo como protagonista al libro compuesto por 272 hojas de pergamino que fue realizado hace más de 400 años por un autor desconocido para la iglesia de la villa oñatiarra. Este Códice de Oñati de 1614 se encuentra custodiado en el Archivo Diocesano donostiarra, y da contenido, junto al Manuscrito de Hondarribia y el Códice de Azkoitia (1772), al disco que la asociación Donosti Ereski grabó hace dos años, según recordó ayer su director, Jokin Otamendi.

En esta tarea de conservación en un nuevo formato de este valioso material, se han digitalizado 29 cantorales oñatiarras: catorce libros del convento de Bidaurreta que datan del siglo XV al XX, once del de Santa Ana fechados desde el siglo XVII, dos del Santuario de Arantzazu y uno de la iglesia de Araotz.

difusión en nuevo formato En la tarea de digitalización se han enfrascado Xabier Ugarte, Joxe Fernández y Juanjo Iturrioz, este último integrante de Ereski, al igual que Juan Luis Epelde, que también tomaron parte ayer en la presentación de la labor llevada a cabo durante el pasado año.

Cabe destacar que los primeros códices surgieron para salvaguardar la tradición oral de las primitivas melodías litúrgicas. Más tarde, con la necesidad de adaptar su contenido paulatinamente a los distintos cambios litúrgicos y musicales, fueron poco a poco configurando su gran formato. Así, a principios de siglo XV antifonarios, graduales y salterios, al estar destinados a un uso comunitario sobre el facistol, adquirieron las grandes dimensiones que hoy los definen. Con el objeto de hacerlos perdurar en el tiempo y a la vez proteger su contenido litúrgico, los artífices de estos libros de canto colectivo emplearon para su elaboración materiales de calidad (pergamino, piel, pan de oro...) y técnicas excelentes.

Estos libros también presentan un valor intangible como reflejo de una tradición religiosa, unas prácticas artesanales y unos usos sociales adscritos a una época. Por desgracia y a pesar de su valor, son numerosos los factores que han favorecido la merma irreparable de este patrimonio a lo largo del tiempo.

En Oñati, por el contrario, este patrimonio material, cultural y religioso ha sido preservado digitalmente, fruto de la iniciativa capitaneada por Artixa y Donosti Ereski, que han contado con la colaboración del departamento de Cultura del Ayuntamiento. El Códice de Oñati de 1614, el oratorio Benedicta de Aran-tzazu que aparece en las crónicas del santuario desde hace cinco años, o el manuscrito musical que firma Sor María Magdalena de la Esclavitud en el monasterio de Bidaurreta en 1697 son algunos ejemplos de estas joyas escritas a mano, que gracias a su nuevo formato garantizan su transmisión, investigación y difusión.

Todo el trabajo realizado se ha grabado en un pendrive, del que se depositarán copias en los lugares que dan cobijo a los cantorales originales, así como en el consistorio.