Eibar - "Depende donde esté" Juan Ortega se autodefine como "un eibarrés de Albacete o un manchego de Eibar". Apasionado de las artes escénicas, repasa en esta entrevista con NOTICIAS DE GIPUZKOA sus vivencias y sensaciones en torno a las Jornadas de Teatro que él mismo contribuyó a crear poco después de que en enero del año 1969 recalara en la antigua Universidad Laboral de Eibar; "para trabajar como docente, pero sobre todo como integrante del equipo médico que había en el centro".

Las Jornadas de Teatro de Eibar acaban de dar el pistoletazo de salida a su XLIII edición pero ¿cómo nacen?

-El embrión está en el curso de los años 1972-73, cuando empezamos a organizar funciones de teatro inquieto, de guerrilla, como complemento de la actividad cultural de la uni. Yo seguía a esas compañías que venían al País Vasco y cada curso traía a dos, tres o cuatro grupos a Eibar. Hasta que en el año 1977, al ver que la propuesta se consolidaba y que el grupo de teatro de la Universidad, Narruzko Zezen, ya era un poco conocido, decidimos empezar a enumerar las jornadas y hacer un festival.

Más de cuatro décadas al frente de la organización dan para mucho. ¿Con qué se queda?

-Por un lado, con la complicidad que creo que tengo con el público que acude a las Jornadas y con las personas de Eibar que agradecen todo aquello que notan que se hace de forma sincera y a favor de corriente. Eso, sin olvidar a los más de 600 antiguos integrantes de Narruzko Zezen con los que en mayor o menor medida mantengo contacto. De hecho, al menos una docena ya me han comunicado su intención de venir desde diferentes lugares del Estado como Catalunya, La Rioja o Andalucía al homenaje que me va a tributar el Ayuntamiento el día 20 de marzo.

¿Cuáles son los mejores momentos que le dejan las Jornadas?

-Recuerdo con especial cariño la octava edición, por dos circunstancias: Por un lado, porque sin tener ni idea de euskera fue la primera vez que dirigí, gracias al asesoramiento de uno de los actores, una obra de teatro en este idioma. Y por otro, porque no siendo el nuestro un festival de danza, ese año conseguimos traer a Eibar a la compañía Momix, que era la primera vez que venía a España. Recuerdo que a pesar de que contamos con subvenciones para aquel espectáculo ya pagamos 600.000 pesetas de las de entonces para traerlo. Otro gran momento fue en la XV edición porque el Ayuntamiento tuvo una deferencia con Narruzko Zezen, con Txema Cornago y conmigo y nos hicieron una recepción en el Ayuntamiento, a la que asistieron muchos de mis exalumnos, entre ellos Imanol Arias.

¿Y los peores momentos?

-Sin lugar a dudas el fallecimiento de Txema Cornago, que fue mi compañero durante muchísimos años. Al margen de eso no recuerdo ningún momento de especial densidad dramática, salvo el escándalo que se produjo con una obra de Iñaki Miramón y Ángel De Andrés.

¿Qué paso?

-Que uno de los focos explotó con todas las chispas habidas y por haber encima de ellos. Se rehizo el espectáculo y a los 5 ó 6 minutos explotó el segundo foco, así que imagina el panorama... Y eso que vi a los técnicos cómo estaban poniendo las luces y les dije que no iban a aguantar. Ellos lo dejaron estar y yo no insistí porque pensé que se fundirían las bombillas y listo. Ni por asomo podía imaginar el escándalo que se montó.

Comentaba antes que empezaron a traer funciones de teatro "inquieto, de guerrilla" en el curso de 1972-73. Imagino que la dictadura franquista estaría vigilante...

-La verdad es que, estando en la Universidad Laboral, se daba por supuesto que no íbamos a hacer nada que perjudicara al régimen y por eso pudimos hacer cosas inusitadas.

¿Como qué?

-Pues recuerdo que en Eibar estrenamos El relevo, de Gabriel Celaya, que fue uno de los más destacados representantes de la denominada poesía social. Cuando llegamos al lugar del estreno había más grises fuera que gente esperando a entrar. Hablé con uno de los mandos, le invité a estar en la puerta del teatro y le dije que si veía algo raro detenía la función en cuanto me lo pidiera. Le gustó la propuesta, abrió la puerta y entró todo el mundo. Menos mal que no se quedó a ver el espectáculo porque la Iglesia no salía muy bien parada. ¡Solo pensar que al ángel lo vestimos del Real Madrid y lo tuvimos paseando en bicicleta!...

Tras 42 ediciones al frente, este año ya no forma parte de la organización de las Jornadas de Teatro. ¿Por qué razones lo ha dejado?

-Porque tengo 76 años y aunque he seguido en la organización, mi vinculación con el mundo de la enseñanza terminó hace ya mucho tiempo. Tras pensarlo serenamente, el año pasado decidí que era el momento de dejarlo y así se lo comuniqué al Ayuntamiento al finalizar las Jornadas de 2019.

El próximo 20 de marzo Imanol Arias regresa a las Jornadas con la obra El coronel no tiene quien le escriba y al finalizar la función el Ayuntamiento le tributará un homenaje. ¿Cómo lo afronta?

-Muy contento y agradecido porque lo veo como un reconocimiento de la ciudad. No sé qué es lo que piensan hacer porque desde el Ayuntamiento lo único que me han dicho es que no se me ocurra no estar, pero si la emoción me lo permite aprovecharé ese momento para agradecer lo bien que me lo he pasado siempre en Eibar, la suerte que he tenido de conocer aquí a mi mujer y la complicidad que siempre he sentido con el público.

Las XLIII Jornadas de Teatro de Eibar ya están en marcha pero, ¿cuál es el estado de salud del festival en la actualidad?

-Yo diría que bueno. Al menos esta edición que acaba de empezar mantiene completamente el espíritu de las Jornadas de los años anteriores.

¿Cómo ve el futuro de las Jornadas?

-Habida cuenta de la decisión con la que ha cogido el relevo en la organización la parte cultural del Ayuntamiento soy bastante optimista.

Su txoko favorito de Gipuzkoa: Galdonamendi, en Mutriku.

Un paisaje: Me quedo con las vistas del mar que hay desde Itziar.

Un evento: Diré dos: las Jornadas de Teatro de Eibar y el desfile de caldereros de Donostia.

Un monte: Urko. He ido con mis niñas desde que eran pequeñas.

Una playa: La de Deba, que es donde más me he bañado.