Cuando pronto se van a cumplir dos años desde que el coronavirus apareció en nuestras vidas, con todo el reguero de dolor y daño que ha provocado desde entonces, cada vez me parece más incomprensible la actitud de los que no quieren vacunarse. No he leído ni oído ningún argumento razonable para comprender su postura. Y he llegado a la conclusión de que no hay otra explicación que el frívolo egoísmo.Carlos Aguiriano