Alfonso Sastre Salvador fue una figura clave de la generación del 50, destacando por su realismo social de los años 50 y 60. Recibió numerosos premios como el Nacional de Teatro de 1986, el de Literatura Dramática en 1993, el Max de Honor por su contribución a la creación teatral, la Medalla de Honor del SGAE, que le será entregada a su familia. Y todos estos galardones y alguno que seguro se me olvida, tuvo el mérito de conseguirlos siendo un autor maldito para una parte importante de la intelectualidad española. Que fuese intelectualmente de la izquierda radical española y para colmo apoyase moralmente a Herri Batasuna no se lo podían perdonar los estómagos agradecidos. Cuando le conocí venía huyendo de la policía franquista. Sus antiguos camaradas comunistas no le perdonaban sus planteamientos disidentes. Le abandonaron por completo. Fueron desde el mundo (no existía Herri Batasuna) de la izquierda vasca los que le ayudaron y salvaron. Más adelante estuvo en la cárcel, acusado de un atentado que dudo que cometiese. No era un hombre violento. Recuerdo nuestras conversaciones, en las que incluso participaba el serio de Luis Núñez. Con cierta añoranza, la de Ataun. Eva Forest, Marc Legasse, Alfonso Sastre, yo y, por último, José Miguel de Barandiaran. Lugar: San Gregorio de Ataun. Comenzamos el almuerzo, antes de las 13.30 y terminaríamos sobre las 19.00 horas. Barandiaran no descansó ni un solo momento. Todos éramos de verbo fácil. Don José Miguel pidió únicamente un caldo. El dueño del restaurante se dedicó cada cierto tiempo a retirarle el plato para calentar el caldo que, por cierto, no llegó a terminar. Hasta Eva Forest salió de la mesa para respirar un rato, mientras fotografiaba carteles políticos. Lo cierto es que todos quedamos encantados. Volvimos a coincidir en Lasarte, en un homenaje a Marc Legasse. Recordando (Gara lo publicaría) a Marc, en mi participación, me “subí” unos cuantos pisos. No le pareció así a Alfonso, gran amigo de Legasse, así como Eva. Me felicitaron. Guardo ese detalle en el corazón. Estos días se ha citado, con gran acierto, un dicho de Alfonso : “Para pensar hay que saber pensar. Pero antes, saber leer. Pero antes, saber estar en silencio”. Lo dijo y lo cumplió.