umplidos los 118 años de vida, la tienda La Casa de las Labores/Eskulanen Etxea, de la calle Elkano de Donostia, ha querido dar un giro hacia la modernidad con el fin de salvar un comercio antiguo que ha sufrido especialmente la crisis económica. La tienda estuvo en un tris de decir adiós, pero, al contrario, optó por reformarse y tirar hacia adelante.

"Tenemos una joyita que hay que cuidar", dice Inés Matxiarena, responsable del comercio junto a sus hermanas Marga y Gotzone. Confía en que la renovación de la tienda -cerrada durante diez días- sirva para dar un empujón a uno de los establecimientos donostiarras más antiguos, que no solo ha sido punto de venta de lanas, cremalleras, hilos y demás sino, también, taller de aprendizaje de bordado, de confección de alfombras, de tejido de jerseys y de chaquetitas de bebé, entre otras tareas manuales. Esta faceta de escuela de labores se desarrolló hasta la llegada de la pandemia en una galería interior de la tienda y volverá, esperan, en el futuro.

Con siete sueldos que abonar, e importantes gastos previstos en el horizonte, el equilibrio económico se veía difícil. Pero la jubilación de una empleada y la marcha de otra redujo la plantilla, a lo que se unió que el público volvió en masa tras el periodo de cierre obligado por la pandemia. "Vimos que empezábamos a respirar", dice. Las colas en el exterior de la tienda daban fe de ello, aunque este comercio siempre ha tenido colas, aunque dentro.

Por ahora, la cuarta generación de mujeres al frente de este particular comercio donostiarra, que no tiene igual en toda Gipuzkoa, quiere tirar para adelante para salvar el comercio y lamenta la falta de ayuda institucional a locales de estas características, que son un legado histórico de alto coste.

Para tratar de remontar la crisis que le afectó especialmente desde 2018 han solicitado la ayuda profesional de Maitane Ormazabal, de la empresa Txukun-tzen, que les ha aconsejado, para empezar, quitar el mostrador interior para "aligerar el espacio" y también dar rapidez a las ventas, que antes se demoraban. No se ha eliminado, sin embargo, el mueble que construyó el bisabuelo Joxe León Arrieta, que era ebanista, y llegó con otro hermano pintor y sus hermanas bordadoras desde Pasai San Pedro a instalarse en Donostia en 1903.

Tras un corto periodo en la calle Narrika, donde ya enseñaban a bordar, se trasladaron a la calle Elkano. El pintor creaba las imágenes en las telas en las que las alumnas hacían sus pinitos con las agujas e hilos. Era la Belle Époque, se puso muy de moda el bordado y, según recuerda Inés Matxiarena, "se bordaban ajuares para todas las chicas casaderas". "Venían a aprender y se lo hacían ellas; la gente de mucho dinero los encargaba". En el taller de dibujo, pintura y bordado de la tienda, había mucha actividad.

Tras la época de los ajuares, la tienda pasó a manos de la abuela. En aquella época traían puntillas de Valenciennes, lanas y otros artículos internacionales a una Donostia en la que la moda y Balenciaga estaban muy presentes en la vida social. La tarea comercial pasó después a la madre de las actuales responsables, Kontxi Aldalur, que viajó a ferias internacionales como las de Fráncfort y Colonia, en Alemania, y a París, para seguir trayendo género de calidad y novedoso. Llegó la época del punto de cruz, el patchwork y seguían enseñando a tejer. "Medio Donosti tiene chaquetitas de bebé enseñadas por mi madre", dice la comerciante.

En los años 1950-1970 llegó el furor de las alfombras de lana, que elaboraban muchas mujeres. "Mi ama dice que en toda Gipuzkoa tiene que haber miles de alfombras de pura lana. Yo también aprendí, siendo niña, con los ovillos, cortando las lanitas, haciendo los nudos en el cañamazo con un gancho especial", recuerda Inés.

"Ahora puede haber cola en el exterior de la tienda, pero antes había cola dentro, en el mostrador "

Socia de la Casa de las Labores