En sus más de 600 años de historia Urretxu ha recibido muchas visitas, pero ninguna como la del 2 de noviembre de 1617. Aquel día el rey de España, Felipe III, se alojó en el palacio Ipeñarrieta. El jueves se cumplieron 400 años de aquel acontecimiento, que más que una visita fue una invasión. No en vano, el rey vino con un séquito impresionante y unas exigencias que ridiculizan los caprichos de las estrellas del rock. Los urretxuarras y zumarragarras tuvieron que alucinar con aquel desfile.
El motivo de que Felipe III honrara con su presencia a los urretxuarras no es otro que su estrecha relación con los propietarios del palacio. Cristóbal Ipeñarrieta (1556-1612), el hombre que encargó la construcción del edificio, nació en Urretxu y trabajó para Felipe II y Felipe III.
Orden de Calatrava Hacia 1605 construyó el palacio. Su hijo Pedro perteneció a la orden de Calatrava y, como miembro de esta orden, estaba obligado a dar alojamiento al rey cuando pasara por sus tierras. Es lo que hizo hace 400 años.
La hija de Felipe III, Ana de Austria, iba a casarse con Luis XIII y el rey de España se disponía a entregar a su hija a la monarquía francesa en la isla de los Faisanes. Para llegar allí tenían que atravesar Gipuzkoa. Entraron en nuestro territorio por Leintz Gatzaga, con una escolta impresionante: estaba compuesta por 190 carrozas, 74 coches, 74 literas, 2.750 mulas de silla, 2.000 machos de carga y cientos de personas.
Según recogieron Manuel Urkola y Angel Cruz Jaka en el libro Historia de los Ipeñarrieta y de sus casas-palacio, tuvieron que reparar muchos puentes y caminos para que aquel ejército de carrozas, carros, literas y caballerías pudieran viajar con comodidad. 1.500 yuntas de bueyes y retenes con azadas, hachas y picos se encargaron de estos trabajos. Además, allá por donde pasaron, al rey y su séquito les tuvieron que ofrecer vino, carne, pescado, aceite... El coste de estos preparativos fue ruinoso para Gipuzkoa.
El rey y su hija entraron en nuestro territorio el 30 de octubre y el 2 de noviembre se alojaron en el palacio Ipeñarrieta de Urretxu. Durante el tiempo en el que Felipe III y Ana de Austria estuvieron en la ladera del monte Irimo, jóvenes del propio pueblo hicieron guardia y las campanas estuvieron repicando.
El día 3, la comitiva abandonó el palacio y bajó la calzada, entrando en el casco urbano por Altamira. De allí pasaron a Zumarraga y se dirigieron a Irun y Hondarribia.
La vista de Isabel II Varios siglos después, Ipeñarrieta recibió otra visita real: la de Isabel II. Para entonces, la propietaria del palacio era Josefa Corral y Sualbes, marquesa de Narros. La presencia de la reina de España despertó gran expectación y fue motivo de cotilleo. Engalanaron el palacio con banderas y estandartes y los urretxuarras recordaron durante muchos años la escena que montó la reina: iba tocando el piano por delante de la comitiva, que estaba formada por muchos ilustres de la época.
Como se puede ver, los Ipeñarrieta y alguno de los posteriores propietarios del palacio tuvieron una relación muy estrecha con la corte.
Cándido Izagirre Pero en este palacio han vivido personas que han logrado notoriedad por vías muy diferentes. Es el caso de Cándido Izagirre. Los Izagirre entraron en Ipeñarrieta como sirvientes y desde 1956 son propietarios del edificio.
Izagirre nació en Ipeñarrieta en 1913 y falleció en el santuario de Arantzazu en 1968. Este franciscano fue profesor e investigador. Gran defensor del euskera, realizó varios estudios acerca del léxico en las localidades situadas en la zona del santuario. También estudió a fondo el euskera de Tolosaldea. Sus últimos años los dedicó al análisis del acento. Entre sus trabajos, destacan El vocabulario vasco de Aranzazu-Oñate y zonas colindantes, Notas lexicográficas, Iztegirako gaiak y Antzuolako Hiztegia.
Para realizar este último diccionario recogió los testimonios de muchos antzuolatarras. En el libro tienen cabida también las variantes propias de Urretxu, pues esta localidad linda con Antzuola y quiso recoger la relación entre el euskera de un pueblo y el otro.
El palacio Ipeñarrieta ha recibido en sus 400 años de historia infinidad de visitas: reyes, frailes, baserritarras, alumnos de los colegios de la zona... Algo tendrá el agua cuando la bendicen y el palacio cuando lo visitan personas de toda condición.