Irun. El cocinero y empresario Inaxio Muguruza es de esas personas inquietas, que no paran nunca. Bien lo saben muchos en Irun y Hondarribia, donde su hotel y restaurante Atalaia es una referencia, y no sólo en lo gastronómico, sino también en muchos eventos sociales, desde bodas y comidas de empresa a concentraciones de moteros y comidas de clubes deportivos y entidades culturales.
¿Cómo se inició usted en esto de la cocina y por qué?
La cocina acabó siendo mi profesión por culpa del autoestop que hacía de pequeño para ir al colegio. Había un señor que solía pararse y me recogía, cuando llevaba a sus hijas al colegio de El Pilar. Un día, iba con mi hermano, que era carnicero, a repartir un pedido al restaurante Gurutze. Y resultó que el propietario de aquel restaurante era Luis Irizar, ese señor que me hacía de chófer para ir a la escuela. Empecé a trabajar con él cuando tenía trece años y aprendí muchísimo. Y de ahí acabé trabajando en muchos lugares, durante 20 años hasta que surgió la oportunidad de abrir el Atalaia.
¿Por qué eligió este emplazamiento en Ventas, al pie de la A-8 y la N-I y a un paso del parque comercial Txingudi?
No fue tanto una elección sino un hecho sobrevenido. En estos terrenos estaba el caserío de mi padre, Aritz Ondo, y cuando se hicieron las expropiaciones para construir los viales necesarios y el propio centro comercial, surgió la opción de cambiar la calificación de terrenos de actividad rústica por la actividad comercial. Y ahí vi la oportunidad de volver a casa. Hace ya quince años de esto y estamos encantados.
¿Les ha resultado adecuado este lugar? Parece que sí, con los cambios que han dado en estos años...
Este sitio es muy adecuado, porque estamos a un paso de la A-8 y la N-I, en el punto justo de entrada y salida hacia Irun y Hondarribia. Y por aquí pasa mucha gente. De hecho, eran los clientes los que preguntaban si no había algún hotel a pie de carretera aquí en Irun, sobre todo los de empresas. Y de ahí surgió la idea de hacer también el hotel, después de haber abierto el restaurante. Por otro lado, sí que nos gusta hacer cambios. Cada seis o siete años hacemos una reforma en profundidad, para adaptarnos a las tendencias y las necesidades de los clientes y del mercado. Hoy, tenemos un complejo moderno en el que no hay barreras arquitectónicas, tenemos un parque para los niños y hasta un frontón.
¿Y qué será lo próximo del Atalaia?
Tenemos muchos banquetes de bodas y hemos empezado también a celebrar aquí mismo las ceremonias de bodas civiles. Queremos ampliar las habitaciones del hotel de 18 a 34 y tener además un pequeño auditorio o sala para eventos de unas 200 personas de capacidad. Y a partir de ahí, organizar conciertos de música, espectáculos de teatro o encuentros empresariales.
Además de no parar quieto con las reformas constantes en su negocio, el Atalaia también se implica en muchos eventos sociales de la comarca. ¿Se podría decir de usted que es, en el mejor sentido de la palabra, un salsero dentro y fuera de la cocina?
Se podría decir algo así. Colaboramos con el Club Deportivo Bidasoa de balonmano, con el Real Unión femenino, con Hondarribiko Pilota Eskola y Jai-Alive para impulsar la cesta punta, con la asociación lírica Luis Mariano, con el Club Deportivo Landetxa o con los moteros de Megas Gipuzkoa. ¿Por qué? Porque nos gusta hacerlo y porque, además, si una empresa invierte en la vida de su entorno, obtiene de vuelta, y con creces, lo que ha dado por él. Nos gusta implicarnos en la vida de la comarca y apoyar también la cultura, especialmente todo lo euskaldun. Esa es la mejor Q de Calidad, la de reinventarse y darlo todo por tus clientes, que te dan de comer y te lo agradecen viniendo aquí.
¿No le da envidia tener que trabajar más y más duro justo en los momentos en que más disfrutan los demás? ¿No le gustaría tener libres esos festivos y grandes ocasiones?
Soy cocinero y hostelero de vocación y si de algo disfruto en mi trabajo, es viendo felices y contentos a aquellos que confían en nosotros para esas ocasiones. Que venga una familia a pasar aquí el día de San Marcial, el día de la amatxo de Guadalupe, la Madalena de Errenteria o San Esteban los de Oiartzun, es algo muy grande. O que una empresa confíe en ti para una comida en la que van a cerrar un importante negocio con un cliente que ha venido de fuera. Y por supuesto, nada más grande que la boda de una pareja. Eso me hace sentir orgulloso y muy satisfecho. El que se lamenta de estar en la cocina y no al otro lado en esos días, seguramente, se ha equivocado de oficio.