Se abre la lata de la reforma fiscal en Euskadi tras varios años con un modelo que ha servido para, con adaptaciones, responder con solvencia a los retos derivados de situaciones financieramente complicadas para el gasto público. Cuatro años después de la última reforma fiscal, PNV y PSE cumplen con su compromiso de encarar en este 2023 una actualización para acomodarnos al escenario pospandemia. El diálogo que abren los socios en las instituciones vascas tendrá que consolidar la suficiencia de la gestión pública. De nada sirve una fiscalidad incapaz de garantizar el bienestar de la ciudadanía mediante los servicios públicos; pero tampoco una que absorba recursos de modo sistemático, mermando los disponibles para el mantenimiento de la demanda (a la que castigan los impuestos indirectos como el IVA y especiales, regulados por el Estado), la inversión privada y la generación de empleo y riqueza (Sociedades). La evaluación de los efectos de la reforma de 2018 debe ser el punto de partida para repensar una estructura fiscal sostenible profundizando en sus virtudes, e incorporar nuevas fórmulas, como el llamado “impuesto a los ricos”. Entre esas virtudes a preservar está la progresividad. Con una mayor fragmentación de tramos y una mayor presión sobre las rentas más altas, el IRPF de los territorios vascos es ya más progresivo que el de su entorno. Las rentas de los tramos superiores de ingresos, siendo muchos menos contribuyentes, aportan el porcentaje más elevado de la recaudación. Acometer la reforma a lo largo del ejercicio permitirá además eludir dos efectos perversos del debate político. El primero es la recurrente vinculación de la fiscalidad al ciclo electoral; en el pasado, una subasta de propuestas no contrastadas era eje de la propaganda. Será una nueva legislatura en Juntas Generales la que acometa la implantación de esta reforma, que se concretará después de las elecciones de mayo. El segundo efecto a eludir es el vínculo que la oposición –EH Bildu, Podemos y PP– ha pretendido explotar entre su apoyo a los presupuestos y su voluntad de condicionar el modelo fiscal –hacia una superior o inferior presión recaudadora– según criterios ideológicos. La pérdida de esas dos palancas –la electoral y la presupuestaria– explica mucho de la reacción de la oposición ante el anuncio de PNV y PSE.