Mientras el presidente francés, Emmanuel Macron, afrontaba ayer el inicio de una campaña desde el sindicalismo y la extrema izquierda política en defensa del poder adquisitivo, aún sonaban los ecos de la disculpa pública de la primera ministra británica, Liz Truss, después de solo seis semanas al frente del Gobierno y tras un fiasco de su política fiscal. Ambas situaciones son indicios claros de que las recetas clásicas que dividían en extremos las recetas económicas –autorregulación del mercado o intervención subsidiada de la economía– no responden a la realidad del siglo que va ya por su tercera década. La crisis financiera de 2008, que animó a “refundar el capitalismo” no ha derivado aún en mecanismos estables pero sí ha desterrado para siempre las fórmulas más dogmáticas. Hasta el punto de que, en el caso británico, una osada rebaja de impuestos que llevaba al extremo la receta que, sin ir más lejos, el Partido Popular propugna para la economía española, ha sido juzgada como temeraria y desmontada de la noche a la mañana. Pero no ya por la ciudadanía cuyos servicios públicos iban a verse severamente comprometidos por la renuncia del Gobierno a los recursos necesarios, sino por los propios mercados financieros, con la City de Londres a la cabeza, que juzgó insostenible una estrategia de abandono de la economía a la suerte del mercado por la carencia de esos mismos recursos a la hora de incentivar la innovación, la actividad económica y el crecimiento. En el otro extremo, las calles francesas vivieron ayer una jornada de protestas en demanda del mantenimiento del poder adquisitivo frente a la inflación. Sin embargo, este enfoque pierde de vista la causa y se centra en paliar sus consecuencias. Reforzar la subida de precios con un incremento equivalente de los salarios no resuelve la ecuación. Los gobernantes no pueden perder de vista que esta requiere medidas mixtas, capaces de garantizar la cobertura pública de la ciudadanía más expuesta sin descuidar la sostenibilidad del entramado de bienestar –ahí está la ambiciosa oferta de plazas para Osakidetza aprobada ayer por el Gobierno Vasco– ni la capacidad de crear riqueza del sistema. No hay desarrollo en el subsidio y este, necesario en momentos coyunturales, no resuelve los retos estructural del empleo y el crecimiento.