la fuerza del independentismo catalán ha estado asentada siempre en su unidad de acción y su capacidad para aglutinar grandes mayorías sociales, además de en su carácter plural, transversal, pacífico y democrático. El viernes pasado, sin embargo, Junts per Catalunya (JxCat) dio la puntilla definitiva a esa unidad dando carta de naturaleza institucional a una fractura que se ha venido fraguando a nivel político y social en los últimos años. La decisión de la formación posconvergente de abandonar el Govern que conformaba junto a ERC tras la consulta a sus bases sitúa a Catalunya en una nueva etapa aún más incierta y que se añade a la ya de por sí complicada coyuntura de crisis económica, con el agravante de que coloca a la Generalitat en una posición de evidente debilidad e inestabilidad. La desestabilización institucional, más aún en estos momentos, nunca debería ser un objetivo político siquiera de forma colateral, como tampoco la instrumentalización y deslegitimación de un gobierno. La fragmentación que se ha ido produciendo en el frente independentista está motivada por la falta de un proyecto real materializable y una hoja de ruta compartida y también viable hacia la república catalana. Asimismo, la encarnizada lucha por el liderazgo político dentro del soberanismo ha debilitado la cada vez más frágil unidad de acción. Ello es debido fundamentalmente a que tras el volcán que supuso el procés, con el referéndum del 1-O y los acontecimientos posteriores, incluida la brutal represión policial, política y judicial, las fuerzas independentistas contemplan de muy diferente modo el momento político ahora que gobiernan (en el caso de ERC) mientras otras, aglutinadas en Junts, siguen su proceso de transición tras la traumática ruptura de la plataforma nacionalista histórica que era CIU. La ruptura del Govern no solo afecta a ERC y al president Pere Aragonès, que se apresta a gobernar en solitario en una etapa en la que precisará de nuevos socios mientras sus excompañeros de viaje tratan de deslegitimarle. La propia Junts sale del envite muy tocada y dividida a su vez, una crisis que puede alcanzar a su líder, Carles Puigdemont. Ahora, la prioridad debe ser la estabilidad institucional y la salida de la crisis para trabajar desde ya en una alternativa factible, legal y democrática para que la ciudadanía catalana decida libremente su futuro. l