Las derechas políticas del Estado, fieles a los principios del nacionalismo español más acendrado y espoleadas por sus poderosos medios afines, llevan varios años pretendiendo agitar la calle en una peligrosa, estéril y nociva batalla de enfrentamiento entre lenguas, fundamentalmente en Catalunya y Euskadi. Un conflicto plagado de manipulaciones y exageraciones, creado artificialmente por motivos ideológicos y completamente alejado de las preocupaciones e intereses de la ciudadanía. El objetivo de esta estrategia, presentada como una defensa de los derechos de los castellanoparlantes frente a una inexistente exclusión que busca la “desaparición” del español en virtud de una supuesta “hispanofobia” nacionalista, es, en el fondo, impedir que las lenguas propias como el euskera y el catalán alcancen el conocimiento, utilización y normalización de uso que merecen en igualdad de condiciones al castellano en las comunidades bilingües. Esta absurda polémica tuvo ayer un nuevo punto álgido con la convocatoria de una manifestación en Barcelona contra la inmersión lingüística en catalán, convocada por la plataforma Escuela para todos. La marcha, como era previsible, supuso un sonoro fracaso. Según la Guardia Urbana, reunió a 2.800 personas, signo inequívoco de que, pese al efecto propagandístico, la ciudadanía desprecia estos discursos y actitudes que buscan el enfrentamiento. Pese a todo, la manifestación estaba secundada por toda la derecha española (PP, Vox y Ciudadanos), partidos que quisieron dar la máxima relevancia a la marcha con la presencia de sus líderes como Cuca Gamarra, Santiago Abascal e Inés Arrimadas, aunque faltó Alberto Núñez Feijóo, para evitar una nueva foto de Colón junto a la ultraderecha. El euskera y el catalán, su uso en las escuelas como lengua vehicular, su normalización y la regulación de su exigencia en las administraciones públicas y su potenciación en la vida cotidiana de la ciudadanía goza de un consenso histórico, sólido y generalizado. En Euskadi, las matriculaciones tanto en Primaria y Secundaria como en la Universidad indican una preferencia mayoritaria por el euskera y la Ley de Educación prevé que la lengua vasca sea preferente. Los intentos por romper este consenso social bajo la utilización de la lengua como arma política chocan –como se vio ayer en las calles de Barcelona– con la realidad. l