La ratificación por parte del Tribunal Supremo de las condenas por corrupción impuestas a los expresidentes de la Junta de Andalucía Manuel Chaves y José Antonio Griñán, ambos también expresidentes del PSOE, y las reacciones que ha suscitado la demoledora sentencia son ilustrativas de una grave y profunda crisis política y ética que carcome desde hace décadas el sistema de partidos en el Estado español. La resolución del alto tribunal sobre el caso de los ERE supone un duro golpe para las instituciones democráticas y la confianza en la honradez de su gestión. Las penas impuestas a dos personas que han ostentado la más alta representación institucional en Andalucía como Chaves –condenado por prevaricación– y Griñán –por prevaricación y malversación, lo que implica su ingreso en prisión–, que además han sido también dos históricos en el socialismo andaluz y español e incluso han sido ministros, así como a otros ocho ex altos cargos de la Junta, incluidos cuatro exconsejeros, socavan, por muy injusta que sea esa generalización, la credibilidad de la política. La corrupción es el cáncer de la política y de la democracia y frente a ella solo cabe un compromiso personal e institucional firme de máxima exigencia, rechazo absoluto, tolerancia cero, depuración de responsabilidades de todo tipo e implantación de medidas reales y efectivas para impedir que puedan darse casos de fraude millonario como los que tuvieron lugar en Andalucía, pero que también se han producido en otros ámbitos. De ahí que resulte lamentable y frustrante la reacción de los dos principales partidos del Estado –que se reparten los casos más graves de corrupción– a la sentencia del Supremo. El PSOE, directamente interpelado por cuanto los condenados pertenecen al partido y la sentencia ratifica la existencia de un sistema ilegal y fraudulento que repartió fondos sin control alguno no solo a empresas en crisis, sino a sociedades y personas afines al socialismo, hizo ayer especial hincapié en defender la “honestidad” y “honorabilidad” de Chaves y Griñán. Por su parte, el PP incidió impúdicamente en denunciar que se trata del “mayor y más grave caso de corrupción”, como si de una siniestra competición se tratara. Ambos, PSOE y PP, están obligados por su trayectoria a ser comedidos con los casos ajenos y especialmente autocríticos y beligerantes con los propios. Lo demás es politiqueo que alienta el envilecimiento. l