E uskadi cerró el jueves un curso político especialmente complicado, marcado fundamentalmente por la pandemia y sus consecuencias sanitarias, sociales y económicas –ámbitos todos ellos en los que aún mantiene un fuerte impacto, como se desprende de los últimos datos– y por la guerra en Ucrania, que está provocando también una situación de crisis con varios frentes. En este escenario convulso y con repercusiones a nivel mundial, la acción política e institucional se resiente, en especial porque no alcanza, en un ámbito restringido como el vasco, a incidir lo suficiente en unos problemas de efectos globales. Cerca de cumplirse ya dos años de las elecciones al Parlamento Vasco, y de alcanzar, por tanto, el ecuador de la legislatura, la política en Euskadi se desarrolla pese a todas las dificultades añadidas en un marco casi inédito de diálogo y acuerdos entre diferentes, entre el Gobierno Vasco y la oposición. Frente al clima de confrontación y bronca permanente que caracteriza la política española, donde los pactos incluso en materias de Estado son aún hoy impensables, Euskadi avanza por la senda del pacto. La imagen que trasladó el jueves el Parlamento Vasco en la última sesión antes del paréntesis vacacional, con la aprobación de cuatro leyes votadas por mayorías amplias –incluso una de ellas por unanimidad, por primera vez en la legislatura– consolida esta dinámica de voluntad de alcanzar consensos por parte de los grupos. Es de agradecer este empeño en explorar el diálogo y de arrimar el hombro, aunque no sea una actitud proporcional en todas las formaciones (PP+C’s y Vox se han autoexcluido la mayor parte de las veces) y en ocasiones se vislumbre de manera clara un interés meramente partidista. Con todo, las catorce leyes y seis proposiciones de ley aprobadas hasta ahora en el Parlamento Vasco proporcionan un robusto bagaje legislativo. Desde el punto de vista más cualitativo, la disposición al acuerdo entre un Gobierno (PNV y PSE) que cuenta con mayoría absoluta –y que, por tanto, no precisa de los votos de otros grupos para sacar adelante sus leyes– y la oposición ha hecho posible pactos muy plurales como los presupuestos o de país como las bases educativas o el esperable para la reforma de la RGI. Una vía fructífera que dignifica la política y sobre la que se debe insistir. l