Ni la crisis energética, ni el paro del transporte, ni la guerra de Ucrania, ni los precios desbocados han desinflado el consumo en las últimas semanas, aunque la inflación cercana al 10% del último mes está empezando a afectarle.

Todo lo contrario, ya que las compras de alimentación y productos del hogar se han disparado, y con ello los precios, por el efecto acopio que están realizando algunos ciudadanos ante la incertidumbre económica y geopolítica. Aunque se han registrados problemas puntuales de abastecimiento con productos como la leche, el aceite, el papel higiénico, las frutas y verduras o la pasta, en el sector de la distribución se reconoce que el principal problema de suministros son las compras masivas e impulsivas, y no las dificultades para abastecerse con un proveedor u otro.

Cristian Castillo, profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) asegura al respecto que "es la acción que realiza un consumidor al comprar más productos de los que realmente va a consumir en un período corto de tiempo para tenerlos como reserva en sus despensas. Se trata de un comportamiento que normalmente se produce debido a la falsa sensación de desabastecimiento de ciertos productos o por el anuncio de un encarecimiento de la materia prima que le lleva a comprar el producto en este momento y en mayor cantidad, antes de que suba de precio".

La invasión rusa de Ucrania y los posibles problemas económicos y de suministro derivados de esta guerra han hecho que se dispare la incertidumbre en los consumidores. Según el observatorio de 40 dB de abril de 2022, el 92% de los españoles cree que la guerra entre Rusia y Ucrania afecta negativamente a la economía española y solo un 3 % niega que sea así.

Con este escenario los consumidores tienen una sensación de pérdida de seguridad y abusan de las compras compulsivas.

Juan Carlos Gázquez-Abad, de la misma UOC, sugiere que la ciudadanía reacciona así "para intentar maximizar su sensación de seguridad. Pero, por otra parte, lo racional hace al consumidor intentar reducir los gastos lo máximo posible, incrementar el ahorro y sentir que la situación está bajo control".

Limitar la compra aumenta el pánico

El efecto acopio explica, en parte, las imágenes de estantes vacíos de algunos productos en muchos supermercados, sobre todo aceite de girasol, leche y papel higiénico. Varios sondeos coiciden en señalar que uno de cada cuatro ciudadanos ha hecho acopio de alimentos "por si acaso" desde el inicio de la guerra.

Para controlar este acopio, algunos grandes almacenes pusieron límite a las compras de ciertos productos y, recientemente, el gobierno ha optado por limitarlas, modificando la Ley de Comercio Minorista y permitiendo el racionamiento "ante circunstancias extraordinarias o de fuerza mayor".

Estas decisiones pueden aumentar la sensación de desabastecimiento en los consumidores y provocar un aumento de la inseguridad que desemboca en un mayor acopio de productos y alzas de precios.

Otra derivada negativa es que el aumento de la demanda favorece que suban los precios. "Cuando el producto escasea y mucha gente quiere conseguirlo, se está más predispuesto a pagar un precio más caro", añade la profesora Neus Soler.

Pasó con el papel higiénico, y es que la pandemia aumentó la compra emocional de este producto en tiempos de inestabilidad y ahora ha vuelto a suceder con el aceite de girasol aunque, precisamente, es el principal productor mundial (30 % del total mundial y el 41 % en la Unión Europea), en una clara muestra de compra totalmente irracional, porque su suministro estaba suficientemente garantizado.

Los pequeños problemas puntuales de suministros se están regularizando ya, pero están dejando tras de sí incrementos de precios pocas veces vistas hasta ahora. Porque las empresas y los productores están sucumbiendo a la legítima tentación de subir los precios tras sufrir ellos mismos el impacto en sus cuentas de la crisis.