magine que hace click con su ratón para entrar a una página web muy conocida, y en los milisegundos que tarda la página en cargarse hay un programa por detrás que realiza una puja entre los anunciantes para mostrar determinado mensaje comunicativo o publicidad. En función del presupuesto que previamente cada anunciante ha puesto encima de la mesa, quien más puja logra que figure su mensaje en el sitio de mayor visibilidad de la página. El segundo anunciante que más pasta haya puesto figurará en otra parte no tan preponderante de la pantalla, y sucesivamente. Otros anunciantes, o bien porque no han pujado suficiente o bien porque usted no está dentro de su público objetivo, se quedan fuera de la subasta. Todo este proceso, en milisegundos.

La publicidad programática viene a ser el palabro que define a la compra automatizada de espacios publicitarios/comunicativos en Internet a través de distintas plataformas y tecnologías. En principio permite que un anuncio o mensaje comunicativo aparezca en una web o blog de manera automática, pero a partir de ahí se han desarrollado tecnologías que han permitido ir mucho más allá. Entre ellas, mencionar a la denominada RTB (Real Time Bidding), que posibilita un modelo de puja donde el anunciante que más paga termina poniendo su publicidad/comunicación, y algo aún más importante, permite impactar exactamente en la audiencia concreta a la que va dirigido el impacto comunicativo. Por tanto, quien quiera anunciar o comunicar algo ya no solo puja por figurar en un determinado sitio, sino por perseguir con su publicidad a la persona destinataria desde las distintas webs, blogs o redes sociales por las que esté navegando. Esto explica la razón por la que cuando vemos un determinado producto o servicio en la red, dicho producto nos sigue apareciendo durante un tiempo independientemente de la página en la que estemos.

Resulta de especial interés un reciente estudio del consejo de libertades civiles irlandés, en el cual se denomina a la publicidad programática como el mayor robo de información jamás registrado, en la medida en que distintas empresas registran y venden sistemáticamente nuestros datos e información de navegación si ningún tipo de pudor. Esa información es utilizada para crear perfiles para luego venderlos en las subastas descritas previamente. Tal y como afirma Enrique Dans, es algo que jamás permitiríamos fuera de Internet pero que, por alguna razón, fundamentalmente el desconocimiento colectivo, permitimos cuando utilizamos Internet.

Las prácticas de empresas como Google y Facebook, principales explotadores del concepto de robo masivo y venta de datos personales de todo perro pichi -entre otras mediante adquisiciones de otras empresas que nunca debían haber sido permitidas-, siguen campando a sus anchas ejerciendo una situación monopolística sin parangón.

Lo verdaderamente inquietante de todo esto es que un progresivo número de cuestiones que afectan a nuestra vida diaria está condicionado por fórmulas que ni conocemos, ni entendemos, y por tanto difícilmente podemos rebatir. Hay múltiples evidencias de que las grandes empresas tecnológicas como Google, Microsoft o Facebook (Ahora Meta) están desarrollando prácticas que atentan directamente contra nuestra privacidad al margen de la ley. Han convertido los datos y nuestra información en un bien preciado en los balances de las empresas superior a materias primas como el acero, el cobalto o el níquel. Denominado como el tiempo del "Colonialismo de los datos", donde nuestras actividades cotidianas en la red son objeto de adquisición, tratamiento y explotación monetizable. Tal y como afirma José María Viñals, El producto final puede tomar forma de estadística, hábito de consumo, comportamiento social o previsión de los deseos e impulsos de una persona. Ante los desafíos que implica la colonización de datos, surge la necesidad de que tomemos conciencia de nuestra actividad en la red, protegiendo nuestra privacidad, construyendo una imagen y "avatar" digital responsable. Desgraciadamente, poner coto a estos monstruos requiere de entidades supranacionales que rara vez se caracterizan por la rapidez en la respuesta. Entretanto, a aguantar mecha. l