stando de acuerdo en que la principal preocupación de los actores institucionales, económicos y sociales es, en este momento, la recuperación de la economía vasca y su posicionamiento a niveles anteriores a la aparición del covid-19 -el crecimiento del PIB vasco en el segundo trimestre de este año del 18,6% y el aumento del empleo en un 16,6% así lo atestiguan-, sorprende que no se pongan encima de la mesa cuestiones que están afectando gravemente a la actividad de nuestras empresas y que se están convirtiendo ya en elementos estructurales que pueden dañar de manera importante nuestra competitividad.

En Euskadi tenemos un déficit de talento tanto de perfiles profesionales medios como de alta cualificación que empieza a afectar de manera determinante el futuro de nuestras empresas, hasta el punto que se están dando casos de compañías que tenían perspectivas de triplicar su crecimiento y están viendo frustrados sus planes de aumento de actividad por falta de personal para poder acometer sus planes.

De la misma forma, se están produciendo situaciones de empresas que están paralizando sus inversiones industriales porque no pueden encontrar trabajadores para poder ocupar los nuevos puestos de trabajo que se crearían si llegaran a acometer sus proyectos. Se da la circunstancia de que existen categorías profesionales de las que es imposible contratar porque no existe oferta suficiente para satisfacer la gran demanda existente.

Este es el panorama de la carencia de talento y ausencia de profesionales de alta cualificación que están sufriendo nuestras empresas y empieza a convertirse en un problema endémico para nuestra economía, ya que la solución para atajarlo se hace difícil y complicada a día de hoy, al ser consecuencia de diversos factores sociales estructurales que no han sido atajados con anterioridad como se debiera.

Una de las causas está íntimamente ligada a la pirámide poblacional, que está provocando que el número de alumnos que salen de los centros de FP y de la Universidad no sean los suficientes para cubrir las vacantes que cada día se producen en el tejido empresarial vasco. El bajo índice de natalidad que registra Euskadi desde hace muchos años está provocando reducciones importantes del número de matriculaciones escolares en cada curso. Este año, 5.259 alumnos menos. Es más, el problema se va a agravar todavía más en el futuro, ya que en el primer trimestre de este año el número de nacimientos ha sufrido un descenso importante del 12,5%, el índice más bajo de las últimas dos décadas.

Afrontar este problema significa poner en marcha políticas de medio y largo plazo para poder obtener algún resultado, una cuestión que parece preocupar poco a nuestros políticos, más acostumbrados al cortoplacismo que a realizar planteamientos con efectos futuros de largo alcance.

Alguien puede decir que ante esta situación, la solución es recurrir a la inmigración y compensar con trabajadores extranjeros la falta de oriundos. De hecho, según datos del mes de julio, el número de trabajadores extranjeros afiliados a la Seguridad Social en la CAV ha alcanzado un récord con un total de 5.801 inscritos en el último año, lo que significa un aumento del 8,55%, respecto al mismo mes del año pasado, hasta totalizar los 73.658. El problema es que este aumento de trabajadores inmigrantes no está sirviendo para satisfacer las necesidades de nuestra industria, al no disponer en su mayoría de la cualificación profesional necesaria. De hecho, Gipuzkoa, es el territorio con un menor crecimiento, con un aumento del 6,6%, frente al 9,8% de Bizkaia.

Aunque la inmigración puede ser un buen recurso para mitigar de algún modo el problema, sin embargo, países de nuestro entorno como Alemania, Dinamarca, Austria, etc. también llevan registrando desde hace muchos años bajas tasas de natalidad, con lo que de la misma manera están recurriendo a la inmigración, por lo que la batalla por la captación de talento se está desarrollando a escala global.

En este sentido, Alemania ha cambiado la legislación de una manera tan radical para atraer talento extranjero que un inmigrante de alta cualificación tarda solo dos días entre bajar de la escalerilla del avión e incorporarse a su puesto de trabajo, tras tener todos los trámites cumplimentados previamente. En el Estado español, el tiempo de espera para que un trabajador extranjero cualificado pueda trabajar en su nueva empresa es de seis o siete meses.

Está claro que en esta coyuntura, Euskadi sale mal parada a la hora de atraer talento porque si en algunas cuestiones el nivel puede ser semejante al de algunos países europeos a lo que hay que sumar una alta calidad de vida, sin embargo existen otras cuestiones que hacen que no sea competitiva a la hora de que un inmigrante cualificado opte por una empresa vasca. Uno de ellas es el bajo nivel salarial de los empleos en comparación con los países europeos, hasta el punto de que la retribución en una empresa vasca, en el mismo puesto de trabajo, puede llegar a ser la mitad de la estipulada en una compañía alemana.

Otro problema son las condiciones laborales que se presentan a los nuevos candidatos, que valoran muy positivamente el teletrabajo, cuando todavía en muchas de nuestras empresas sigue existiendo la costumbre del trabajo presencial, a pesar de que la pandemia ha roto ese tabú. Otros factores que también intervienen son la jornada laboral y los horarios, la flexibilidad y los beneficios sociales. También existe un factor cultural de sensación de pertenencia de país que hace que la adaptación de la gente de fuera sea un poco más difícil que en otros lugares.

No solo Euskadi no atrae talento, sino que le cuesta retener el propio, ya que los jóvenes que salen de la Universidad cuando se plantean acceder al mercado laboral, no lo hacen pensando en el cercano y, por lo tanto, conocido, sino de manera global, con lo que en su abanico de posibilidades no solo puede entrar una empresa del Goierri o de Madrid, sino también una de Alemania o Estados Unidos. Es el nuevo paradigma en el que se están moviendo los nuevos profesionales cualificados que salen de nuestros centros universitarios y que puede estar ya afectando a nuestra competitividad.

Por lo tanto, se hace urgente que desde las instituciones se plantee esta carencia de talento como un problema estructural de primera magnitud de la economía vasca. Algunas fuerzas políticas, por razones ideológicas o partidistas, prefieren centrarse en otro tipo de empleos, cuando el déficit de los de alta cualificación es ya una realidad.

Por este motivo, se hace necesario establecer estructuras público-privadas en la que participen expertos y conocedores del mercado laboral, para afrontar de manera decidida este problema y en la medida de lo posible, paliar sus consecuencias. Nunca es tarde.

Es urgente que desde las instituciones se plantee esta carencia de talento como un problema estructural de primera magnitud de la economía vasca