estas alturas, y cuando curso tras curso vemos que los centros escolares deben cerrar aulas por falta de alumnos ante el descenso continuo de la natalidad en Euskadi, con una de las tasas más bajas de Europa y con un envejecimiento muy por encima de la media del Estado, debe considerarse preocupante que la patronal vasca Confebask haya decidido encender todas las luces rojas de alarma y demandar de manera urgente que este problema demográfico forme parte de la agenda de país, con el fin de ir fijando ya correcciones para tratar de enmendar las importantes consecuencias que va a tener en nuestra sociedad. Supone una dramática llamada de atención a lo que parece una inacción por parte de todos los agentes concernidos en esta importante cuestión.

Pero lo que todavía sorprende más es que está apelación realizada por la representación más importante de los empresarios vascos no haya tenido ninguna respuesta por parte de aquellos que tienen la responsabilidad de poner en marcha las políticas adecuadas para adoptar las medidas necesarias para que este significativo problema pueda ser aminorado en alguna forma. Evidentemente, la cuestión no es fácil de abordar y es muy compleja, por lo que su tratamiento tiene que ser multidisciplinar y con el concurso de todos los agentes institucionales, políticos, económicos y sociales que tengan algo que decir en este asunto. Cada día que pasa es una oportunidad más que se pierde.

El cortoplacismo del que se ha adueñado de la actividad política de este país está provocando que las cuestiones estructurales y de fondo, que son las que fijan la realidad de la sociedad en el futuro, queden totalmente aparcadas por mor de unas actuaciones que tienen más que ver con la venta de una gestión para proyectar la imagen de que se tiene iniciativa y se está trabajando en aquello que se considera estratégico en el horizonte más próximo, teniendo como objetivo marcar el territorio al adversario político. Tratar de profundizar ahora en cuestiones cuyos resultados se pueden conocer dentro de muchos años parece que no tiene réditos políticos.

El presidente de Confebask, Eduardo Zubiaurre, lo pudo decir más alto, pero no más claro: en 20 años la población laboral en la CAV ha perdido 92.000 personas que llegarán a las 220.000 más en el año 2050, mientras que las personas dependientes y las jubiladas han ido creciendo hasta alcanzar casi las 200.000 en las últimas dos décadas. Con esta progresión se presume que en las próximas tres décadas la mitad de la población vasca será dependiente y la otra mitad estará activa laboralmente.

La conclusión es clara. No solo se está perdiendo población en edad de trabajar año a año, sino que además y por esa razón, será imposible llevar a cabo un relevo generacional en nuestras empresas, lo que dará lugar a situaciones muy difíciles en las compañías, con lo que la economía vasca irá perdiendo peso y competitividad.

Y todo ello, sin contar que, al reducirse el número de contribuyentes, el estado de bienestar, tal y como lo conocemos a día de hoy, quedará en entredicho.

Y las consecuencias económicas del problema demográfico que está sufriendo Euskadi y todo el mundo, con mayor o menor medida, no es de ahora. El economista John Maynard Keynes -cuyas teorías se están aplicando en este momento con el aumento del endeudamiento de los Estados para reactivar una economía muy tocada como consecuencia de la pandemia del covid-19- ya predijo en 1937 los efectos negativos que para la economía podría tener un descenso de la población.

Y esa falta de población laboral oriunda en nuestras empresas debe subsanarse con la atracción de talento del exterior para ocupar aquellos puestos de trabajo que queden vacíos por falta de relevo generacional y los que puedan crearse de nuevo.

Todo un reto que tiene por delante este país porque el problema no es solo atraer el talento, sino retenerlo, teniendo en cuenta que los países del entorno se van a encontrar en la misma situación, por lo que la competencia en este terreno será muy importante.

Y para ello, no solo hacen falta proyectos empresariales atractivos e interesantes para trabajar y vivir en un entorno geográfico y cultural interesante y singular, sino también contar con los recursos sociales y educativos necesarios para que a las familias que vengan del exterior les sea más fácil tomar la decisión de vivir entre nosotros.

El aumento de la tasa de natalidad de este país debería considerarse un reto estratégico por parte de todos los agentes políticos, económicos y sociales y debería formar parte de las primeras prioridades de nuestros responsables políticos, sin importar la adscripción ideológica de cada uno de ellos.

El que la prioridad en este momento sea combatir la pandemia del covid-19, con las variantes que está generando y que está afectando gravemente a colectivos que hasta ahora se consideraban poco vulnerables con las altas incidencias que se están registrando, no quiere decir que se tengan que descuidar otras cuestiones que nos van a afectar de manera muy determinante en el futuro más próximo.

Si el desafío demográfico no forma parte de la agenda del país, tal y como señala Confebask, mucho menos el asunto de las pensiones, en donde parece que lo que menos importa es que los pensionistas vascos del futuro puedan tener una pensión complementaria a la pública, teniendo en Euskadi un modelo de referencia de éxito que ha sido copiado por el Gobierno español y que, contradictoriamente, no ha sido desarrollado en este país. Precisamente, por la falta de liderazgo del Gobierno Vasco y las reticencias injustificadas de la patronal y de los sindicatos. Unos por unos motivos y otros por otros.

Esta inacción que como país estamos teniendo a la hora de desarrollar las EPSV de empleo, como es el caso de Geroa, puede generar importantes problemas cuando el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones que dirige José Luis Escrivá ponga en marcha su propio modelo de pensiones complementarias cuya gestión va a ir a manos privadas, es decir, a las entidades financieras que operan en el mercado, mediante las oportunas comisiones de intermediación.

Es todo lo contrario al modelo Geroa, que gestiona sus propios fondos de manera independiente y autónoma y con unas rentabilidades muy por encima de las EPSV individuales, es decir, las que ofertan las entidades financieras.

No hemos sido capaces de poner en valor las EPSV de empleo cuando, está más que demostrado, que son una experiencia de éxito. Preocupante.

La falta de población laboral

oriunda en nuestras empresas debe subsanarse con la atracción de talento del exterior