a reciente desautorización de la Comisión Europea a Alemania por el veto impuesto a Orona para poder comercializar su ascensor M33v3 constituye todo un hito jurídico y económico y significa una decisión inédita en el seno de la Unión Europea, al poner en valor la calidad tecnológica y los altos niveles de I+D de las empresas, como los que desarrolla la cooperativa guipuzcoana, por encima de normativas nacionales. Sorprende que una noticia de tanta importancia y transcendencia haya pasado un tanto desapercibida, salvo alguna honrosa excepción, para el conjunto de la opinión pública vasca.

Y sorprende aún más, cuando la protagonista de esta decisión de la CE, que va a marcar un antes y un después en la defensa del libre mercado y la competencia en el seno de la UE, es una pequeña multinacional vasca presente en un total de doce países europeos y Brasil y que da empleo a 5.400 personas en todo el mundo. Algo que como vascos nos debería enorgullecer porque representa todo un ejemplo de saber hacer y de implementar el Made in Euskadi en los países donde está implantada, así como el contrapunto de la deriva que en los últimos años se está produciendo en este país en la venta de empresas, -algunas de ellas estratégicas en la era de la digitalización en la que nos hallamos-, a inversores y fondos de capital del exterior, sin que se hayan establecido todavía los instrumentos necesarios para frenar esta situación.

La decisión del Colegio de Comisarios de la CE a favor de Orona es inédita porque supone revocar las medidas de salvaguarda de un Estado miembro, en este caso la todopoderosa Alemania, que de manera unilateral y utilizando una institución como la Autoridad Central de la Tecnología de la Seguridad de los länder, dictaminó en el año 2015 que el ascensor M33v3 no se ajustaba a las normas armonizadas europeas y que el elevador vulneraba los requisitos esenciales de seguridad y salud.

Como consecuencia de esa decisión, la cooperativa guipuzcoana tuvo que dejar de comercializar el ascensor en su versión original, -un modelo que estaba también en funcionamiento en otros países de la UE sin que se hubiera producido contingencia adversa alguna-, y adaptarlo a las exigencias del regulador alemán, así como tener que modificar todo el parque de elevadores que ya estaban instalados por toda Alemania.

El ascensor de Orona cuenta con varias innovaciones para evitar el error humano. No solo incorpora el certificado CE sobre el frenado redundante, sino otras medidas relacionadas con la seguridad y protección de los técnicos y trabajadores de mantenimiento para evitar accidentes laborales. Una de ellas cuenta con un sistema que desactiva el funcionamiento de la máquina en el momento en que un técnico accede a la cabina para su conservación y mantenimiento.

La esperpéntica decisión del regulador alemán, en línea, al parecer, con los intereses de una importante multinacional teutona del sector, de penalizar a la innovación y de poner trabas a la I+D, precisamente en un país como Alemania que pasa por ser un referente tecnológico, ha supuesto para Orona cinco años de calvario y de recursos económicos, al tener que demostrar ante la CE, tanto con audiencias en Bruselas como con informes propios e independientes, de que su ascensor no solo cumple la norma UME europea, sino que supera con creces las exigencias planteadas por la UE.

Como consecuencia de todos estos años de trabajo ante Bruselas, el pasado día 24 de marzo, la CE tomó la decisión de que "la medida adoptada por Alemania, para prohibir la introducción en el mercado del modelo de ascensor M33v3 fabricado por Orona, no está justíficada". Para ello, la CE argumenta que "el nivel de seguridad logrado por el ascensor M33v3 es al menos equivalente al nivel de seguridad de un ascensor que cumpla la norma EN S1-1, lo cual ofrecía una presunción de conformidad en el momento en que el ascensor M33v3 se puso en el mercado. Por tanto, la medida nacional no debe considerarse justificada".

Esta decisión de la CE es poco frecuente por lo que supone de activar la cláusula de salvaguarda prevista en el Tratado de la Unión Europea, es decir que la propia CE está velando por los intereses de la UE por encima de los de sus estados miembros y, en este caso, cobra una inusitada importancia, al tratarse de uno de los países con mayor peso e influencia en el conjunto de Europa como es Alemania. La CE considera que la decisión de Alemania de prohibir la comercialización de los ascensores de Orona en su territorio vulnera los principios de libre mercado y de la competencia en su territorio.

Por otra parte, la CE fija un principio fundamental de protección de la innovación, al plantear la posibilidad de que las empresas no tengan que atenerse a cumplir los estándares básicos y sujetos a la norma, sino que deben ir un paso más allá, favoreciendo de este modo el desarrollo de la I+D. En este sentido, la decisión de la CE es todo un reconocimiento al alto nivel tecnológico e innovador que desarrolla Orona en sus productos y que tiene mucha mayor importancia cuando el conflicto del que ha sido víctima tiene como escenario un país como Alemania. Doble mérito.

A pesar del acuerdo de la CE, el litigio no ha terminado de manera concluyente porque Alemania tiene de plazo hasta el próximo mes de junio para poder recurrir ante el Tribunal General de la UE, en primera instancia, aunque es muy difícil que pueda prosperar una medida de este tipo dada la contundencia y los argumentos de fondo que contiene la decisión comunitaria.

Esta es una prueba más del nacionalismo económico existente en un mundo teóricamente globalizado, donde cada país defiende sus propios intereses y los de sus empresas, saltándose la normativa común europea, si fuera necesario, desde el convencimiento de que las consecuencias de tal actuación van a ser nulas. Francia y Alemania, que se configuran como los verdaderos garantes de la UE, son unos magníficos ejemplos de este proceder.

El caso de Orona resulta todavía más preocupante porque aporta como conclusión, -que no deja de tener un punto más allá que sobrepasa el surrealismo-, que pasarse de innovador puede ser contraproducente. Y todavía lo es más, cuando el país que rechaza las nuevas propuestas tecnológicas es Alemania, donde nadie podría pensar que se pusieran todo tipo de obstáculos y trabas a la I+D. Franz Kafka no hubiera escrito mejor novela.