tra vez vuelven a sonar los 140.000 tambores de las ayudas europeas y sí, son los mismos de hace ocho meses, pero ha mejorado el envoltorio. Políticas "palanca", componentes, vectores, ejes, etc. Todo resiliente, biodiverso, socio-no-sé-qué... me confieso impresionado por la "épica" -sí, casi poética, de subidón al estilo Ginsberg- del neolenguaje del plan. Lo cierto es cada vez que Sánchez lo recita, esta vez es la novena, la prosa mejora, aunque no el tono, que siempre es el mismo. A mí, lo de la política "palanca" y lo de "vector" me ha dejado con la boca abierta. Lo cierto, estimado lector, es que te invito a que le eches un vistazo, hay cosas que hay verlas con los ojos muy abiertos para contarlas.

Ya hemos hablado antes en La Lupa de muchas de las cosas de este rescate. De sus condiciones para el apretón que viene en unos años (bajada de pensiones incluida); de los países "frugales" que nos estaban "esperando" con la lista de deberes y de las pocas ganas que tienen de dar nada; de la gestión poco eficaz y transparente, etc. Pero si tuviera que pensar en una palabra que de alguna manera reflejara la "transversalidad" de este plan, yo elegiría el adjetivo "sostenible". Ojo, que no he dicho "sostenido", aunque a veces este segundo concepto pueda ser más adecuado. La cosa es que el Plan declara que tenemos que llegar a 2050 con un objetivo de cero emisiones de CO2.

Como economista e ingeniero especializado en energía que soy, te confieso que el tema me gusta, así que vaya eso por delante. Haremos como siempre, empezaremos desde un contexto general, para ir entrando en los detalles más significativos.

El protocolo de Tokio se firmó en 1997 y establece una agenda, unos mecanismos de gestión y unos objetivos. La cuestión de las emisiones de efecto invernadero no es en absoluto baladí para la industria vasca. Somos un gran emisor de CO2 ya que, entre otras cosas, consumimos una electricidad que tiene un alto contenido de emisiones de carbono. El coste de la tonelada de CO2 estaba ayer en 44 euros y pronto estará en 50, tal como indican los futuros. Va a suponer un incremento de costes muy notable para nuestra industria, y también para todos, por lo que pagamos en casa. Por dar una idea de dónde venimos, en enero de 2014 la cotización de la tonelada de CO2 estaba en algo más de cinco euros, por lo que se ha multiplicado por nueve.

El tema funciona en términos de lo que se suele definir como "cap & trade". Primero se pregunta a todo el mundo lo que genera, y a partir de ahí, se establece un tope y se otorgan unos derechos de emisión. Con ello se genera un mecanismo para provocar escasez y que cueste cada vez más dinero utilizar energía que genere emisiones, a la par que se crea un incentivo para mejorar e incluso vender los derechos que no se usen. Se produce eso que en economía se llama "internalizar la externalidad". De alguna manera, sigue ese principio que dice que si no cuesta, no duele. Es así como a través de este tipo de impuestos (impuestos pigouvianos) sobre las emisiones de gases se genera un incentivo para adoptar otra clase políticas o desincentivar seguir haciendo lo mismo.

Cuanto más valor añadido sea capaz de incorporar uno a su producto, más capacidad tiene para poder soportar esta clase de costes. De hecho, también se origina una doble presión en la medida en la que el propio mercado crea señales, sellos de calidad y otro tipo de indicadores. A modo de ejemplo rápido, fíjate en Google, cada vez que entras, en la parte baja puedes ver una hojita verde y al lado pone "Emisión neutra de carbono desde el 2007".

Para esto hay distintas estrategias, desde capturar el CO2 para venderlo luego -piensa que es el mismo gas que llevan las bebidas carbonatadas- a plantar bosques que compensen renovar lo emitido. Pero hay un problema, todo esto cuesta mucho dinero, y para la mayor parte de las empresas no existe un mercado que pague más por ello. En el caso de la CAV el problema se llama electricidad.

Así, junto al adjetivo de "sostenible", suele ser común ver otro que dice "renovable". Eso quiere decir que no proviene de centrales de carbón, ni nucleares, ni de motores de cogeneración, ni de ciclos combinados€ En cambio quiere decir que tiene un origen en la biomasa (madera), eólica, solar, hidro€ De eso tenemos poco, en el año 2020 apenas supuso un 16,2% del total consumido. Dos tercios son hidráulica y eólica. Esta misma proporción es la que se puede ver respecto a la capacidad. En la CAV tenemos una capacidad de generación de 2.922 MW, y solo un 16,5% es renovable.

La crisis se ha notado en la parte energética. La generación de electricidad en la CAV bajó un 25,2% en 2020 (6.153 GWh), con un efecto notable de casi un 40% en la electricidad que generaron los ciclos combinados que usan gas natural. De hecho, la mitad de toda la electricidad que consumimos en la CAV viene de los ciclos combinados. En segundo lugar, y ligado a la industria, están las cogeneraciones, con una energía que se consume en la propia industria o comunidad. Entre las dos suponen el 81% de la potencia instalada. Frente a esto, hablamos de un 6% hidráulico, un 5% eólico, un 2,5% de residuos no renovables, o un 1,7% fotovoltaico.

De hecho, si me permites la ironía, en el año 2020 fuimos más sostenibles, nada menos que un 7,8% cayó el consumo de electricidad. La mayor caída del Estado con la excepción de Baleares o Canarias, y un tercio más que en Nafarroa, o un 40% más que la media del Estado.

Vale ¿cómo lo hacemos? ¿Tenemos los saltos de agua? ¿Llenamos los montes o la costa de molinos de tierra o de mar? ¿Llenamos los tejados de casas y fábricas de placas solares? Ya sabemos que todo esto genera su controversia. En un país como Reino Unido, donde el tema eólico ha tenido y tiene un desarrollo potente, la polémica con los efectos de contaminación visual, el problema de las aves, el ruido, etc. ha sido potente. No obstante, la decisión política ha sido seguir, y la eólica marina está teniendo un desarrollo espectacular. También probaron las mareas (tidal energy) pero no funcionó. Lo que tienen es viento y funciona.

Bien ¿y nosotros? Lo dijimos en otra Lupa. La UE piensa recuperar la mitad de todo lo que va a dar vía nuevos impuestos, en particular sobre CO2. Si no aprovechamos las ayudas, y/o incluso una parte va a otros países miembros si no somos serios, tal como prevé el mecanismo de los propios fondos, vamos a tener que pagar igual la factura. Ojo, que lo que viene es muy serio.

Así que lo pregunto otra vez, ¿de dónde vamos a sacar la electricidad "verde"? No podemos olvidarnos el precedente de la crisis de las renovables que hemos vivido. Se prometieron unas primas a inversores y empresas, y se quebró la confianza, a la par que seguimos "sosteniendo" el esquema con el quinto puesto en el ranking de países con la electricidad en el hogar más cara de la UE-27 y un 45% de impuestos sobre lo que pagamos todos en casa en el recibo de la luz. En la parte del coste para las empresas vamos mejor, estamos en el puesto once. ¿Y qué decir de industria que se creó en el tema eólico? Tras tres años de parálisis total del sector en el Estado, Siemens Gamesa sigue cerrando plantas. ¿Seguiremos pagando todo esto en el recibo de la luz?

¿Y el hidrógeno? De esto hablaremos en la próxima Lupa, pero te adelanto que tal como señala el principio de conservación de la energía y la segunda ley de la termodinámica en las versiones que manejaba mi aita, los duros a tres pesetas no existen.

Seguimos ruta.

16%

es el porcentaje de energía renovable del total de 2.922 MW que genera Euskadi