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ace unos cuantos años asistí en Amorebieta-Etxano a una interesante jornada apícola organizada por la asociación Bamepe (ahora Hegoak) integrada por apicultores profesionales del territorio histórico de Bizkaia. Acudí a la jornada porque estimaron que era la persona indicada para dirigir el desarrollo de la jornada, controlar los tiempos, moderar las preguntas, etc. Por lo visto, me vieron dotes de mando. Ordeno y mando, dirá más de uno.

Acudí a la jornada, como decía, a dirigir la orquesta de magníficos ponentes que conformaban el elenco y de que todo se desarrollase según las previsiones de los organizadores. Volví a casa totalmente fascinado al conocer más de cerca la realidad de nuestra apicultura, escuchar al sabio Antonio Gómez-Pajuelo y más aún, al comprobar la gestión ganadera (transhumancia, alimentación, €) de unos cuantos apicultores profesionales que hacen del ganado apícola su modo de vida y la actividad con la que sacan adelante su familia.

Pues bien, nuestros apicultores elaboran bastantes productos pero destaca sobremanera la miel como producto principal. En un mercado abierto y global donde las importaciones de diferentes mieles y otros subproductos como el sirope campan a sus anchas por las estanterías de los comercios, su buen nombre y/o su marca particular es su única carta de presentación ante la selva del mercado global, si bien, son también bastantes, los apicultores que recurren al paraguas de una marca de calidad como es el Label Vasco de Calidad para, como decía, refugiarse de los embates del mercado abierto.

En esas estamos cuando el Ministerio de mi apreciado D. Luis Planas ha renovado la normativa sobre la calidad de la miel que incide en el etiquetado del producto estableciendo que todas las mieles que hayan sido elaboradas a partir de producciones de distinta procedencia tienen la obligación de indicar en su etiqueta el listado de todos los países de origen donde se haya recolectado. Todo perfecto, hasta que caemos en la cuenta de que es un paso claramente insuficiente dado que no recoge la obligación legal de especificar en esa misma etiqueta el porcentaje de cada país, abriendo así la puerta al engaño, al fraude al consumidor al darse la posibilidad de que una miel con un 1% de miel española y un 99% de miel china pueda ser etiquetada como Origen: España y China.

Tan engañados como los consumidores con algunas mieles se sienten los ganaderos que suben el ganado a la sierra de Aralar al comprobar, una vez más, cómo sus legítimos representantes en el seno de la Mancomunidad de Enirio-Aralar les dan la espalda o, mejor dicho, les espetan a la cara su firme propósito de no hacer nada en dicho monte. En esta Mancomunidad, por si no lo sabe, conformada por quince municipios de las comarcas de Goierri y Tolosaldea, los municipios aportan una cantidad irrisoria que no alcanza ni para los gastos corrientes y es con los fondos aportados por los ganaderos, a modo de tasa por uso de los pastos, con los que se alcanza para abrir la persiana de la mancomunidad. Ahora bien, en el momento de invertir en alguna mejora en dicho monte, los ayuntamientos se limitan a mirarse con cara de sopaco, haciéndose los despistados para no pagar la ronda y esperando que sea mama Diputación Foral quien suelte la paga, vía convenio, aportando los fondos económicos para poder hacer mejoras en "su" propiedad.

Imagino que muchos de mis lectores están más que hartos de escuchar siempre la misma cantinela pero aún así, pretendo insistir, aún con una versión actualizada de la cantinela, para ver si estos responsables mancomunados de oído duro y/o limitado, caen la cuenta de su incoherencia al fijar la sierra de Aralar como uno de sus prioridades en la cuestión natural, en la defensa del sector primario y condicionar el día a día de la gente que vive y trabaja en el monte como si les fuese la vida en ello y mientras, por otra parte, se niegan (salvados los votos afirmativos de Abaltzisketa, Arama, Lazkao y Beasain) a destinar un solo euro para invertir en mejoras, en este caso, los desbroces, en dicho espacio natural. Apelan, unos, a la crisis generada en las arcas municipales por el COVID-19 al disminuírseles la aportación foral, otros, por otra parte, responden diciendo que los desbroces, reiteradamente solicitados por los ganaderos, no son necesarios y menos aún, prioritarios. Unos y otros, cada uno con su repertorio de excusas y bonitas palabras, han dejado a las claras que no quieren hacer nada, que no tienen intención de hacer ninguna inversión en mejoras para los ganaderos usuarios y que la Mancomunidad entra en un largo y penoso periodo de hibernación.

Ahora bien, estos municipios del Frente del NO, encabezados por el clarividente y poderoso líder medioambiental de la izquierda abertzale, deben ser conscientes que, así lo sienten al menos los ganaderos, dilatando las inversiones, retrasando las soluciones y remitiéndolos a debates estériles que los agotan y desmoralizan, no se sitúan en terreno neutral y/o en tierra de nadie puesto que con su posicionamiento, con su voto negativo, al mismo tiempo que votan en contra de las mejoras para dotar de unas condiciones dignas de vida y trabajo para los ganaderos, están votando afirmativamente a los planteamientos defendidos por esos colectivos que todos conocemos y que nos dejan bien a las claras cuál es su firme propósito para con ese monte, no hacer nada.

Ahora bien, señores del no, empaticen un poco con los ganaderos y reflexionen, unos segundos, sobre las palabras de Paulo Coelho que dice: "El engaño es una elección, no un error".