- El término ERTE ha cobrado un gran protagonismo en esta crisis sanitaria. La suspensión temporal del contrato ha sido la gran apuesta del Gobierno español para evitar despidos, lo que se traduce en cifras de afectados históricas. Los datos de esta última semana confirman una tendencia a la estabilización en el número de trabajadores vascos incluidos en un ERTE, que se quedan de momento en algo más de 181.000. Una cifra que, en apenas cinco semanas, casi triplica la registrada en todo el año 2009, el peor hasta ahora, y prácticamente equivale a todos los ERE temporales presentados en Euskadi en el periodo 2009-2013.

El ERE es un mecanismo de flexibilidad recogido en la legislación laboral para que las empresas hagan frente a situaciones económicas negativas, en principio transitorias. Los hay de tres tipos. Dos de ellos, los de reducción de jornada y los de suspensión de contrato, están concebidos para un periodo de tiempo determinado y, por tanto, llevarían la etiqueta de ERTE (Expediente de Regulación Temporal de Empleo). Un tercer tipo, los de extinción del contrato, incluye despidos para una parte o para toda la plantilla y, por ello, responde a las situaciones más graves en las que el deterioro económico de la empresa puede ser irreversible.

Por tanto, ERTE ha habido siempre, lo que ocurre es que ahora su alcance se ha disparado. El Gobierno de Pedro Sánchez ha decidido apostar por este mecanismo para hacer frente a la crisis del coronavirus y evitar despidos, facilitando ayudas a las empresas para ponerlo en marcha. Los propios sindicatos están viendo con buenos ojos en muchos casos esta salida, en la que ven un mal menor ante la delicada situación que atraviesa la economía. Eso explica que en apenas cinco semanas se hayan activado expedientes temporales para 181.185 trabajadores vascos, según datos del Departamento de Trabajo, una cifra completamente desmedida si se echa la vista atrás en el tiempo.

El año pasado por estas fechas los trabajadores vascos incluidos en un ERTE no llegaban ni siquiera al millar, con una afección en el conjunto del ejercicio de poco más de 2.000 personas, según datos del Consejo de Relaciones Laborales (CRL). En concreto, el año pasado hubo algo más de 1.900 trabajadores afectados por medidas de suspensión temporal del contrato y otros 200 por una reducción de jornada. Además, se presentaron al Gobierno Vasco varios ERE de extinción para despedir a 300 trabajadores.

Los números de 2019 son casi irrelevantes en comparación con los que se están manejando en esta crisis del COVID-19, aunque es verdad que el año pasado fue el más suave de la época reciente en cuanto a expedientes de regulación. A partir de 2014, coincidiendo con la mejoría general de la economía, el alcance de los ERE se reduce a toda velocidad. Todavía en 2014 se registraron 16.000 trabajadores vascos afectados y en 2013 más de 30.000, ya esta última una cifra más acorde con lo que fue el nivel medio de la crisis.

Pero dentro del periodo 2008-2013 hubo un año que rompió todas las marcas al recoger, como está ocurriendo estas primeras semanas con el coronavirus, el primer impacto de la crisis financiera. Fue 2009, el primer ejercicio completo en crisis, con casi 72.000 vascos incluidos en un ERTE, además de otros 2.600 despedidos. La amplia mayoría vieron suspendido su contrato, siendo la reducción de jornada un recurso mucho más limitado. Si se suman los expedientes temporales de los cuatro años siguientes, el tramo 2009-2013 presenta un total de 195.000 trabajadores afectados por un ERTE en la CAV, es decir, el volumen acumulado en estas cinco últimas semanas de pandemia se aproxima mucho al de aquel periodo fatídico para el empleo.

Una década después se repite la lógica de 2009 y, al primer golpe a la economía, los empresarios buscan suspensiones masivas a la espera de que pase la tormenta. Otra cosa es que, a medida que pasan los años y en ese sentido la pasada crisis duró mucho más de lo esperado, el parche de la suspensión tiende a agotarse y a dejar paso a medidas traumáticas.

Ya hay voces que alertan de que tras los ERTE llegará la estación de los concursos de acreedores y los despidos, aunque es pronto para hacer estimaciones en esa dirección. En el lado positivo, hay economistas que remarcan el carácter puntual del coronavirus, alejado de lo que es una crisis estructural al uso. Eso podría hacer que, aunque el deterioro del empleo sea más profundo, la recuperación también llegue mucho antes.

Por ahora la magnitud de las medidas de regulación no tienen nada que ver con lo ocurrido en la última crisis, desde luego. La parte buena es que la explosión de expedientes temporales de la segunda mitad de marzo ha ido decayendo con el paso de las semanas.

La semana más crítica fue la del 23 de marzo, la segunda tras la declaración del estado de alarma, en la que se sumaron a un ERTE casi 85.000 trabajadores vascos (en la primera semana de confinamiento fueron 28.500). Pasada esa primera oleada las cifras tienden a bajar. Así la primera semana de abril concluye con 40.000 nuevos asalariados vascos en ERTE, la mitad que en la anterior.

La cifra sigue bajando hasta 15.000 trabajadores entre el lunes 6 y el martes 14 de abril (se toman esas referencias por coincidir en medio las fiestas de Semana Santa), y menos de 9.000 entre esa fecha y el viernes 17.

El dato oficial de esta última semana es de algo menos de 6.000 trabajadores, si bien la cifra real sería algo mayor y muy similar a la registrada la semana anterior (los técnicos de Trabajo han hecho este viernes un pequeño reajuste a la baja para descontar de las estadísticas varios procesos abortados una vez iniciados). En todo caso se confirma que el crecimiento adopta ya un ritmo mucho más plano.