El rejoneador navarro Guillermo Hermoso de Mendoza y el diestro peruano Roca Rey compartieron ayer salida a hombros, tras cortar dos orejas cada uno, en la última corrida de la feria que ha significado la vuelta de los toros a Donostia.

Definitivamente, el público donostiarra encontró motivos más justificados para el entusiasmo en esta última tarde, salpicados a lo largo de un festejo de casi tres horas a causa de las constantes interrupciones para adecuar un ruedo que, desde el primer día, presentó un pésimo estado. Esas largas pausas, de diez minutos, dilataron sobremanera un festejo que aun así no dejó perder el interés de un público que aguardó siempre expectante lo que sucediera en el ruedo, que fue más que lo visto en las corridas anteriores.

Los buenos momentos se vivieron ya desde la apertura ecuestre de Guillermo Hermoso de Mendoza, que lidió con facilidad un toro de Carmen Lorenzo noblote pero de escaso celo, aunque sin aplicarse tanto y con tanta garra como lo hizo con el último toro de la feria, ya que, para no empeorar el estado de la arena, accedió a retrasar su segundo turno al sexto lugar.

Con todo, tras un rejonazo efectivo se premió al joven navarro con las dos orejas de ese primero, las mismas que hubiera paseado también del último de no marrar con los aceros de muerte, una vez que, más comprometido en los embroques, enceló a un toro reservón dejándole como cebo las grupas de sus caballos a centímetros de los pitones.

Dos orejas también de un toro, como exige el reglamento vasco para poder salir a hombros, se llevó Roca Rey, que tuvo una actuación muy seria en su regreso a Illunbe ante dos toros que tuvieron sus complicaciones.

El segundo de lidia a pie, por ejemplo, fue un sobrero alto y voluminoso que, sin gran clase, no terminó de romper hacia adelante, exigiendo del peruano un esfuerzo de tesón, muy fajado con el animal, para sacarle partido. Y, lo que es más significativo, siempre lo hizo por derecho, sin una sola concesión a los “arrimones” habituales de su repertorio. Un feo golletazo restó méritos a ese trasteo, pero pudo desquitarse con su segundo, un toro muy largo y muy hondo que derribó aparatosamente en varas y que llegó a la muleta sin muchas energías pero galopando con franqueza.

Pero eso sucedía siempre y cuando no se le llevara demasiado sometido, tal y como acertó a manejarse Roca que, ahora sí, se metió finalmente en la distancia corta para entusiasmo del tendido. – Efe