- Danel Elezkano (Zaratamo, 1994) se coronó campeón del Parejas el domingo en el frontón Bizkaia de Bilbao junto a José Javier Zabaleta ante Peña II-Albisu (22-7). El de Aspe selló su segundo cetro e iguala a Dionisio Onaindia como únicos vizcainos con dos títulos en la especialidad. El gernikarra se impuso en las ediciones de 1941 y 1943.

¿Cómo celebró la txapela?

—Ha sido diferente a otros años. No pude celebrarlo con la gente que tengo alrededor, que me apoya y me ayude. Siempre he dicho que si me hace ilusión es por ellos. Me da pena que no estuvieran en el Bizkaia de Bilbao. Me organizaron un pequeño recibimiento en Dima, teniendo siempre en cuenta las distancias de seguridad.

¿Dónde durmió el título?

—En casa. Lo acerqué a la plaza para que lo disfrutara la gente que me rodea y después lo llevé a casa, a buen recaudo.

Hablaba de la gente que no pudo estar en el frontón. En la carrera hacia las gradas y en el abrazo a su pareja, Marta, estuvo parte de la emotividad que hubiera compartido con todos los cercanos, ¿no?

—Por supuesto. En los momentos difíciles ha sido cuando más he sentido el cariño de los cercanos, de la familia, mi chica, los amigos, la cuadrilla, los preparadores -Aitor Erauzkin y Volker Tarnow- y Jokin Etxaniz, al que pude saludar allí mismo. Marta fue la única que pudo entrar conmigo al frontón Bizkaia y fue un gesto que me salió de dentro. Les tengo que agradecer mucho por aguantarme en los malos momentos.

Al final del encuentro se pudo ver un emotivo abrazo entre José Javier Zabaleta y usted. Incluso el de Etxarren derramó unas lágrimas.

—Ambos nos acordamos de todo lo vivido. El Parejas es un campeonato largo y hemos pasado mucho tiempo juntos. Se nos puso la etiqueta de favoritos y parecía que teníamos que vencer en todos los partidos. Ganar un campeonato de este estilo es muy complicado, en semifinales empiezas de cero y ni siquiera tú sabes cómo vas a llegar. Influyen muchos factores: las lesiones, la forma física, el momento de juego... Además, estando en la final, te lo juegas todo a un solo partido y puede pasar cualquier cosa. Tuvimos la suerte de hacer un gran partido. Peña II-Albisu no tuvieron su día y, a pesar de eso, debemos felicitarles por su gran campeonato. Al final, todo se decide a un partido y, por suerte, ganamos.

Prosiga.

—Zabaleta y yo nos parecemos en muchos aspectos. Los dos tenemos la falta de un ser querido, quizás el que más nos haya podido ayudar en esto. Además, jugamos juntos mi primer Parejas en Aspe, hicimos una gran relación y una lesión mía nos impidió acabar la liguilla. También somos parecidos en el carácter: tranquilos, fríos y de hacer pocos gestos. Fue un momento emocionante. Salió así. Estoy muy feliz por haber logrado esta txapela con José.

¿A qué sabe su segundo título en Primera?

—A felicidad. Sobre todo, por la gente de alrededor. Pasé momentos difíciles y noté el cariño de la gente cercana. Ese es mi mayor logro, mi mayor txapela. Les siento muy cerca. No creo que hoy sea mejor pelotari que antes de la txapela. Tuvimos la suerte de hacer disfrutar a los cercanos.

Jugó un partido inteligente. Supo leer la final a la perfección.

—Desde el principio teníamos claro que para lograr la txapela debíamos hacer un partido redondo. Desde fuera, al ver el resultado, parece que fue más sencillo de lo que realmente fue. La final se nos puso cuesta arriba. Íbamos 3-6 en el marcador y son momentos en los que empiezas a darle vueltas a la cabeza. Peña II-Albisu son una pareja potente y lo demostraron. Creo que restamos muy bien los saques, pero, aun así, consiguieron llevar la iniciativa. En el primer tramo fueron superiores por méritos propios. Nosotros fuimos fuertes y nos apoyamos mutuamente. Zabaleta me dijo que fuera a buscar el remate, que estaba haciendo daño y la verdad es que me encontré bien. La pelota me salía de la mano y sentí que podía hacer daño si entraba. Al final, considero que la clave fue que hicimos un buen partido como pareja. Los dos disfrutamos y cuando se nos puso de cara, más todavía. Ni hubiéramos soñado con hacer un encuentro así.

Rompieron el partido con un 19-1.

—No lo podíamos haber imaginado. Nunca se sabe qué puede suceder en un partido así.

Cambia la tendencia con una cortada por la pared. Fue el 4-6. Meten una marcha más y se escapan.

—Al principio, me estaba encontrando bien, la pelota me salía rápido de la mano desde el calentamiento. Tenía buenas sensaciones. Tenemos la confianza suficiente para decirnos lo que haga falta; así que en ese momento hablamos y comentamos que había que apretar e intentar sujetar el partido. Zabaleta me insistió en que arriesgase, que siguiera intentándolo. Acerté en las jugadas y acertamos como pareja. Supe dejar pelotas a José Javier y él supo pedírmelas en situaciones complicadas para mí. De eso se trata, de sumar como pareja.

¿Qué me puede decir de Zabaleta, cuya derecha marcó la final?

—No es cuestión solo del partido del domingo. Es algo que ya deja de sorprender. Está mostrando una pegada muy grande, durante mucho tiempo y de forma muy regular. Disfruto mucho jugando con él. Verle disfrutar es un placer. También tenemos una gran relación fuera de la cancha, que es fundamental en el Parejas. A partir de la mitad del partido, Zabaleta dio una barbaridad a la pelota. Hubo un tramo que me pidió que entrase. Sin embargo, después veía que algunas pelotas podían entrar, pero que él estaba disfrutando tanto y dándole tanto que tenía que dejarle. Tomamos bien esas decisiones.

No cometió ni un fallo en una final del Parejas, en la que los nervios están a flor de piel.

—Soy un pelotari que suele regalar poco y trato de aprovechar al máximo mis características. Estoy contento por ese dato.

¿Se creería el muchacho que debutó en 2012 con apenas 18 años que a estas alturas ya tendría dos txapelas del Parejas?

—Jamás había soñado con ello ni con hacer este camino. Lo que más feliz me hace es jugar a pelota y soy muy feliz haciendo mi trabajo. Lo soy ahora con Aspe y lo fui en Asegarce. Aspe apostó por mí y tengo mucho que agradecer a todos los componentes de la empresa.