os Ángeles 84 fueron los Juegos Olímpicos de la revancha. De la venganza soviética al boicot promovido por las autoridades estadounidenses y seguido por más de 50 países en la anterior cita moscovita de 1980. Así que cuatro años más tarde, cuando el pebetero se encendió en el lado capitalista del mundo, fue el bloque socialista quien se ausentó del evento deportivo más importante del planeta. Sin embargo, fueron muchos los deportistas vascos que sí que se presentaron en Los Ángeles 84 para recoger una buena cosecha compuesta por dos brillantes platas. Así pues, mientras en España la medalla más celebrada fue la conseguida por la selección de baloncesto, esa que con Juan Manuel López Iturriaga en sus filas cayó en la gran final ante los Estados Unidos de Michael Jordan; en Euskadi se vibró con la presea del pasaitarra Luis María Lasurtegi. A fin y al cabo, el remo siempre fue un deporte arraigado en la cultura vasca; pero Lasurtegi consiguió la plata en una modalidad casi desconocida al norte de Miranda de Ebro: el banco móvil de dos sin timonel.

De hecho, tras su salto de las traineras a esta disciplina olímpica, el pasaitarra estuvo a punto de conseguir su primera medalla en los Juegos de Moscú, pero se quedó a las puertas del podio, en una sangrante cuarta posición, en la modalidad de cuatro con timonel. Así que Lasurtegi cambió de estrategia y de disciplina y se centró en el dos sin timonel junto al también guipuzcoano José Ramón Oyarzabal. Y no les fue del todo mal. Juntos fueron cuartos en el Mundial de Suiza en 1982 y sextos en el de Alemania Federal en 1983. Y juntos consiguieron también clasificar la embarcación para los Juegos de Los Ángeles.

Sin embargo, cuando el ciclo olímpico llegaba a su fin, el bote dejó de funcionar. Ya no carburaba como antes. El tiempo de ensayos se acababa y, entonces, los técnicos decidieron hacer unas pruebas entre todos los remeros seleccionables para ver quiénes formaban la pareja más rápida y, paradójicamente, fue la conformada por Lasurtegi y Fernando Climent. Sorprendió por la diferencia de peso -el pasaitarra se encuentra en los 90 kilos y 1,90 metros mientras que el andaluz disputaba la categoría ligera- y porque nunca antes habían competido juntos. Pero, aún así, a un mes y medio de la cita olímpica, los seleccionadores decidieron prescindir de Oyarzabal y acudir a los Juegos con esa extraña pareja.

Comenzó en ese momento una carrera contra el reloj porque la fuerza del chicarrón del norte se comía las paladas de su compañero sevillano, de 20 kilos menos. El bote se iba siempre hacia el lado de Lasurtegi y había que compensarlo cuanto antes porque no había segundas oportunidades. De hecho, el sacrificio de Oyarzabal fue tan precipitado que la primera prueba de la nueva pareja fue ya la primera ronda de los Juegos Olímpicos. Entonces, para buscar la sincronía y el equilibrio, intercambiaron los puestos. Toda la fuerza de Lasurtegi fue a la proa y la increíble técnica de Climent, a la popa. Funcionó y, cuando se quisieron dar cuenta, ya estaban en la final de la cita de Los Ángeles. En la lucha por las medallas.

Ese domingo de agosto, California amaneció encapotada y la neblina se posó en el Lake Casitas, escenario de la prueba. Los estereotipos que tanto cumplían Lasurtegi y Climent respecto al físico -un vasco imponente y un andaluz más bien menudo- también aparecieron en la gestión de los nervios. Así que mientras el pasaitarra devoró unos huevos fritos para desayunar, el sevillano se contentó con mirar a su compañero. No tenía estómago para más.

La inquietud también pasó factura a la embarcación noruega, que protagonizó una salida en falso; pero en el segundo pistoletazo, fue el bote encabezado por Lasurtegi quien salió mal. Demasiado lento. A pesar de ello, a los 1.000 metros ya consiguió igualar a sus rivales; y, a los 1.500, ya navegaba como segundo. Rumanía se alejó demasiado, inalcanzable, así que la pareja se concentró en la plata. Rezó para que no se rompiera nada y cuando cruzó la meta de los 2.000 mordió una medalla inesperada que puso al remo en todas las portadas. De hecho, Lasurtegi regresó a casa como un héroe, como un referente que demostró que existía otro remo más allá de las traineras.

A mes y medio de los Juegos, los técnicos sacrificaron al guipuzcoano José Ramón Oyarzabal para poner a Climent en su lugar

Compensar la diferencia

de peso entre Lasurtegi, de 90 kilos, y Climent, que competía en ligero, fue el gran desafío