- Ofrecer a la sociedad una perspectiva actualizada de la caza, al tiempo que se evite la duplicidad de esfuerzos de los diferentes sectores que participan en la defensa de la actividad cinegética, son algunas de las premisas que propiciaron hace casi cuatro años la creación de la Fundación Artemisan.

A partir de la certeza de que la caza es una actividad perfectamente asentada en el medio rural pero hasta hace una década resultaba desconocida en el medio urbano, y que además ha estado sometida a la enorme presión ejercida de grupos animalistas, Artemisan ha sustentado toda su actividad en tres pilares fundamentales como son la investigación, la comunicación y la defensa jurídica.

Antes de que naciese la fundación “existía una gran cantidad de organizaciones diferentes que trabajan en distintas áreas relacionadas con la caza, por lo que vimos la necesidad de evitar la duplicidad de esfuerzos”, asegura Luis Fernando Villanueva, director general de Artemisan. La nueva entidad se marcó el objetivo de trabajar “las líneas y las estrategias que no se estaban abordando o, al menos, de abordar aquellas que no tenían la incidencia o la repercusión que se buscaba”.

Para dar forma a la incipiente entidad que impulsaron la Federación Española de Caza, la Asociación de Propietarios Rurales para la Gestión Cinegética y Conservación del Medio Ambiente (APROCA) y la Asociación para la Defensa del Medioambiente y la Caza (ADEMAC), y a la que se han sumado una veintena de entidades como la Asociación para la Defensa del Cazador y Pescador (ADECAP), se desplazaron hasta Inglaterra, donde pudieron conocer el trabajo que desarrollaba la Game & Wildlife Conservation Trust.

En esa entidad, en la que trabajaba el actual coordinador de investigación de Artemisan, Carlos Sánchez, pudieron comprobar que contaba con un presupuesto de siete millones de libras y que se dedicaban fundamentalmente a realizar estudios de diversa índole. “Esa visita nos hizo ver la necesidad de crear una fundación que trabajase en torno a la investigación, pero también que trabajase sobre dos líneas estratégicas como son la comunicación y la defensa jurídica que proporciona cobertura legal a las actividades de la fundación”.

Con el desarrollo de la faceta comunicativa se pretendía reconducir un problema que impedía mostrar “la importancia que la caza tiene desde el punto de vista social, ambiental y, por supuesto, económico”, señala Villanueva. De hecho, uno de los primeros estudios realizados por Artemisan en torno a los aspectos socioeconómicos de la caza ha permitido mostrar “con datos concretos” la incidencia que tiene este sector cinegético.

Desde su creación la Fundación Artemisan ha desarrollado una veintena de proyectos de investigación, entre los que se incluyen los denominados RUFA y COTURNIX. El primero de ellos se ha centrado en la recuperación de las poblaciones de perdiz roja silvestre y otras aves esteparias, mientras que el segundo ha estudiado la conservación de las poblaciones de codorniz común encaminada a garantizar su aprovechamiento cinegético sostenible. Estudios sobre la calidad de la carne de caza o la recuperación del urogallo pirenaico en el valle de Bielsa son otros de los trabajos que ha desarrollado la fundación.

Las investigaciones realizadas cuentan con el aval por un equipo de científicos que proporcionan datos cuantitativos y cualitativos que permiten “contrastar lo que dicen y hacen los grupos o filosofías basadas en el animalismo y de grupos ecologistas radicales. Hasta ahora ellos trabajaban con datos y nosotros con sensaciones, pero esa situación está revertiendo”.

En paralelo a la realización de estudios que pueden resultar de provecho para los cazadores de Euskal Herria que se desplazan a otras comunidades, una de las labores más ambiciosas en las que está inmersa Artemisan es el Observatorio Cinegético que se centra en la monitorización de las especies cinegéticas en toda la península ibérica. El plan supone un primer paso para una correcta gestión de la caza, ya que en muchas ocasiones no existen suficientes datos sobre la presencia y abundancia de especies sedentarias y migratorias.

Mediante este proyecto se pretenden obtener datos sobre la situación de las especies cinegéticas, sobre la evolución que están teniendo las especies o sobre las densidades poblacionales que pueden servir para la defensa futura de las ordenes de veda. Villanueva apunta que “uno de los primeros proyectos que realizamos incidió en los períodos de reproducción y migración prenupcial, mediante los que se establecían unas tablas que determinaban los períodos migratorios que eran prácticamente inamovibles. En base a esa recopilación científica, por ejemplo, se podrían determinar unos períodos de caza diferentes a los que existen actualmente en el País Vasco”.

Para ello sería de gran interés que una parte de los 750.000 cazadores con licencia aportasen datos relacionados en torno a las especies cinegéticas que se encuentran en una situación más problemática desde el punto de vista de la conservación e incluso de las que se encuentran en una mejor situación. “Tenemos que hacer entender al cazador que se tiene que implicar en la búsqueda de datos. Si no tenemos datos que nosotros podamos traducir en ciencia tenemos un futuro muy negro, pero la cosa cambiaría si se implicasen 20.000 o 30.000 cazadores, que sería un 5% del total. Y eso es lo que tenemos que entender”, explica.