ejos de los camerinos y de la apariencia de estrella, refractario al show y las lentejuelas, peleado con el sentido del colegueo de algunos corredores en las ruedas de prensa, Primoz Roglic (29 de octubre de 1989, Trbovlje, Eslovenia) , campeón de la Vuelta a España el pasado curso, defiende desde la austeridad de su discurso un ciclismo mayúsculo. El esloveno, despojado de elementos sobrantes fuera de la competición, cincela sus enormes capacidades en la carretera. Allí es donde el exsaltador de esquí se expresa de maravilla. El asfalto es su púlpito. Serio, lacónico y esencialista, en ocasiones lapidario, Roglic, que encabezó el ranking UCI en 2019 después de completar una campaña sideral, desea asomarse al ático de la gloria, al trono del Tour, desde donde se observan las más bellas vistas de Francia y del ciclismo.

En un año de lo más extraño debido a la pandemia del coronavirus, Roglic no ha tenido tiempo ni para debutar. El COVID-19 le echó el alto. El esloveno se trasladó de la pretemporada al confinamiento. Nada se sabe de Roglic en competición. El ciclista del Jumbo tiene previsto ponerse un dorsal en el Tour de l’Ain, entre el 7-9 de agosto, para después correr el Critérium del Dauphiné, del 12 al 16, y preparar así su asalto al Tour de Francia, que se disputará entre el 29 de agosto y el 20 de septiembre. El mejor ciclista de la pasada campaña: campeón de la Vuelta, tercero en el Giro, ganador en el UAE Tour, Romandía y Tirreno, además de vencedor de los Tres Valles Varesinos, el Giro de Emilia, ha fijado su objetivo en la carrera francesa. El esloveno, cuarto en 2018 tras ceder el podio en la penúltima etapa en favor de Froome, es uno de los grandes favoritos para hacerse un hueco en el histórico de la Grande Boucle.

Esa es su idea fuerza, pero obtener la victoria en el Tour es un asunto complejo, repleto de dificultades y aristas. Roglic es consciente del tamaño de semejante empresa y, tal vez por ello, simplifica la ecuación despojándola de lo superfluo, del lenguaje de la épica y la grandilocuencia, que tan bien casa con la narrativa hiperbólica del ciclismo. Para imponerse en el hexágono, el esloveno sostuvo hace unos días en el diario colombiano El Tiempo, que todo pasa, simplemente, por ser mejor. Eso, una obviedad, supone, sin embargo superar a Egan Bernal, el jovencísimo campeón que inscribió su nombre en el palmarés del Tour, y al que todos consideran el hombre a batir.

El plan de Roglic para encarar semejante reto y doblegar al colombiano del Ineos es sencillo y cristalino. “Hay que tratar de ser mejor de lo que él es. Él es un corredor extremadamente bueno. En el Tour pasado demostró ser bueno de arranque, en el plano y cuando llegó su terreno en la montaña. Entonces, hay que ser buenos desde el inicio. Además, hay tratar de evitar todos los problemas que se puedan tener durante la carrera y planear las mejores estrategias. Trataremos de cerrar los problemas y llegar bien en la tercera semana”, expone el esloveno, un ciclista completísimo, que no olvida la alargada sombra de Chris Froome, el hombre de los cuatro Tours.

El británico anhela cerrar el círculo con el quinto triunfo en Francia, lo que le abriría las puertas del salón de la fama de la Grande Boucle, donde residen Jacques Anquetil, Eddy Merckx, Bernard Hinault y Miguel Indurain, que se encuentran a la espera de otro huésped que se gane semejante honor. Roglic no olvida la figura de Froome, reconstruido, aunque se desconoce si competitivo, tras las brutal caída que le quebró en el Dauphiné. “Claro que es un fuerte golpe el que sufrió y con esta parada no sabremos si podrá llegar al 100%. Sé que él intentará llegar al Tour tan bien como le sea posible. Froome es realmente un campeón, ha ganado muchos Tours, ha hecho un gran trabajo en grandes carreras y eso le ha dado mucha experiencia. Hay que estar preparados para todo contra él”.

DEBATE EN EL JUMBO

Estar dispuesto frente a cualquier contingencia se antoja fundamental en el Tour, una carrera, de supervivencia y adaptación, que no permite distracciones y penaliza sin compasión los errores. Por eso, Roglic también deberá saber manejarse dentro de su equipo, el Jumbo, donde la llegada de Tom Dumoulin, un ciclista con galones y pechera de general, campeón del Giro de 2017 y segundo en el Tour de 2018, puede generar un pulso interno para resolver quién es el que manda. El Jumbo embarcará a Roglic, Dumoulin y Kruijswijk en el misma nave para navegar por la procelosas aguas del la carrera francesa.

Ante esta tesitura, el esloveno acude a su manual de estilo de lo simple, que no simplista. Nada de garabatos, enmarañamiento, arabescos o elementos decorativos en sus palabras, dibujadas con escuadra y cartabón. Minimalismo. “Creo que esto es bastante simple: quiero ganar el Tour de Francia con el equipo. Espero que podamos hacer un gran trabajo al final de la carrera. Tenemos un gran equipo, Tom y Kruijswijk tienen diferentes características para la carrera así que veremos cuando empiece la carrera”. Martin, Van Aert, Kuss, De Plus y Gesink acompañarán a los tres en su afán por acampar en lo más alto de los Campos Elíseos, el sitio que para sí quiere el esloveno. Roglic traza una línea recta hasta París.