REAL SOCIEDAD Remiro; Zaldua, Aritz, Le Normand, Monreal; Zubeldia, Odegaard (Sangalli, m. 90), Merino; Januzaj, Oyarzabal (Barrenetxea, m. 68) e Isak (Willian José, m. 62).

VALLADOLID Masip; Javi Moyano, Olivas, Salisu, Raúl García; Joaquín (Plano, m. 62), San Emeterio (Pedro Porro, m. 74), Alcaraz; Sandro, Enes Ünal y Guardiola.

Gol 1-0, min. 59: Januzaj.

uelen decir los entendidos que los títulos de Liga no se ganan en los duelos directos entre los candidatos, sino con las victorias logradas cuando no has jugado bien. En las que no has sido capaz de imponer tu teórica superioridad y en las que has tenido que demostrar un alto nivel de eficacia para llevarte el gato al agua. Normalmente, este tipo de triunfos vitales no suelen estar acompañados de justicia en el marcador y, como es lógico, se suelen decidir por la mínima. Trasladada esta máxima a la trayectoria de la Real, el 1-0 ante el Valladolid, la quinta victoria consecutiva en Anoeta, es de los que te permiten aspirar a gestas importantes. Como, por ejemplo, soñar con los pies en el suelo con la ansiada clasificación para la Champions.

El partido ante los pucelanos era el típico que en otras temporadas o incluso al inicio de esta la Real no conseguía sacarlo adelante. Ahí está el recuerdo de lo sucedido en la anterior visita del mismo rival, que se acabó llevando los tres puntos al aprovechar dos errores de los realistas. Pero este equipo es diferente y a estas alturas ya había alcanzado una velocidad de crucero apabullante con la que ya no necesitaba ni mostrarse excesivamente inspirado para imponerse en sus duelos. Lo cierto es que, pese a que le costó mucho, tampoco se puede discutir la justicia de la victoria de los de Imanol. No lograron arrasar a los castellanos, como venían de hacer con todo un Valencia, pero su dominio fue en ocasiones apabullante y generó pocas pero suficientes ocasiones como para merecer ponerse por delante en el marcador.

Imanol optó por no dosificar esfuerzos y alineó a su once de gala, aunque solo cuatro días después afrontase la esperada vuelta de semifinales de Copa en Miranda. Su decisión generó bastante debate, pero, visto lo visto, se puede decir que acertó arriesgando. Y eso que en una mala primera parte sin apenas opciones para marcar de los locales, Enes Ünal dio el susto con un disparo cruzado que se marchó desviado. En la reanudación los abastecedores de buenos balones por fin encontraron en dos ocasiones a Isak, pero su cabezazo lo atrapó Masip y su espectacular volea posterior se le escapó alta por muy poco. Tuvo que ser Oyarzabal, que no estaba completando una buena actuación, el que encontró el camino al gol al apoyarse en Zaldua y centrar con la derecha para que Januzaj, con la testa (sí, han leído bien), anotara la diana que resultó definitiva.

La Real se protegió en ventaja, administró energías con los cambios con la mente puesta en Anduva y se llevó un buen susto con un remate en la prolongación de Sandro, que detuvo Remiro en un Anoeta con el corazón en un puño.

Asentados en puestos de Champions, los blanquiazules fueron despedidos entre aclamaciones y vítores por su agradecida parroquia, que quiso transmitirle su apoyo incondicional para superar la semifinal en Miranda. En la grada se percibían nervios y tambores de guerra por la cita.