- Mikel Oyarzabal ha vuelto de la misma manera en la que se marchó, convirtiéndose en el protagonista de una nueva victoria de la Real, la tercera de manera consecutiva. Los dos goles del capitán blanquiazul guiaron a un equipo, el txuri-urdin, al triunfo, y sigue su idilio con Cádiz. Da lo mismo que el campo se llame Ramón de Carranza o Nuevo Mirandilla. La Real volvió a ganar, volvió a dejar su portería a cero y volvió a demostrar que tiene un futbolista descomunal en sus filas, y no solamente por sus goles, que también, sino por su influencia en el juego.

Imanol Alguacil decidió dar descanso al número 10 de la Real en este parón de selecciones. Aprovechando que Luis Enrique cumplió con su palabra y no seleccionó al eibartarra, el técnico de la Real, en consenso con el cuerpo médico del club, ideó un plan para que Oyarzabal, por fin, descansara después de un maratón de partidos interminable que le llevó, entre otras competiciones, por una Eurocopa en la que tuvo su papel de protagonismo, y por los Juegos Olímpicos de Tokio, en los que se colgó la medalla de plata. Pues parece que el objetivo se ha cumplido, más que nada por la manera en la que ha vuelto el futbolista, letal ayer en sus dos apariciones. Primero, para cabecear una maravillosa asistencia de casi 30 metros de Aritz Elustondo; y, segundo, para acertar, una vez más, desde los once metros. Antes incluso de estas dos acciones, Oyarzabal dejó su sello con un recorte dentro del área. El balón, finalmente, llegó a Isak, pero el internacional sueco, con todo a su favor, no acertó.

El capitán formó el tridente ofensivo junto al mencionado Isak y Portu, que ocupó el lugar de Barrenetxea en el equipo inicial. Da lo mismo quién juegue a su lado, el resultado casi siempre es el mismo. Y ayer fue el Cádiz el que sufrió los estragos de un futbolista que se ha convertido, con cuatro goles, en uno de los máximos goleadores de Primera. El Nuevo Mirandilla, que es así como se llama el nuevo campo del conjunto gaditano, después de un proceso lleno de controversia, asistió a un nuevo capítulo en la brillante historia de Oyarzabal en la Real Sociedad. El de Eibar solo tenía cuatro años cuando la Real perdió por última vez en la Tacita de Plata. Por aquel entonces, un tal Fali, que nada tiene que ver al que ayer se cruzó en varias acciones, fue aquel 11 de abril de 1993 el ejecutor del conjunto blanquiazul con sus dos goles, que dejaron sin valor el tanto de Jokin Uria. Y solo contaba con trece primaveras cuando Carlos Bueno con un hat-trick inolvidable puso en bandeja el ascenso a Primera División en aquella temporada 2009/10, con Martín Lasarte al mando de las operaciones.

Ayer, con 24 años, dejó su sello en esa especie de oasis en el que se ha convertido el feudo gaditano para la Real. Lo hizo de la mejor manera que sabe, perforando la portería contraria, y celebrando una nueva victoria. Cabezazo para enmarcar, de un delantero centro nato, y ejecución precisa desde los once metros, engañando por completo a un Ledesma que se lamentaba una vez recogido el balón de dentro de su portería. Como si hubiese tenido alguna posibilidad de adivinar el lanzamiento de un futbolista letal desde ese punto, para muchos, fatídico, pero que para Oyarzabal se ha convertido en un compañero inseparable. En resumen, dos goles que sirvieron para que la Real dé continuidad a los dos triunfos seguidos con los que se marchó al parón de selecciones, y que le hacen llegar con la moral por las nubes al primer enfrentamiento europeo de la temporada. El PSV Eindhoven espera este jueves. Oyarzabal está preparado. El descanso le ha venido de maravillas al guerrero blanquiazul, que ya lo era sin esa semana de parón. Oyarzabal no tiene límites.