- "Mi acento es una marca". Así respondía Michael Robinson cuando se le preguntaba cómo era posible que después de tantos años su verso no dejara de desconectar con sus orígenes. Desaparecido a los 61 años víctima del cáncer, será recordado por ese acento, pero por encima de todo seguirá en la memoria gracias a su pasión por el fútbol. Con su marcha, las retransmisiones de los partidos se quedan huérfanas.

El fútbol también pierde una parte de su simpatía, porque Robinson era caracterizado por un espíritu de cordialidad, por una sonrisa que iluminaba de alegría los platós, y también por la sabiduría que atesoraba. Porque con su turno de voz se hacía el silencio. Esa boca era una fuente de la que manaba ilustración para amantes y también para profesionales. Sus opiniones eran vertidas acompañadas de la argumentación que hoy no abunda, sino que se viste de fanatismo. Su discurso estaba aderezado por el peculiar humor inglés. "Tengo 100 palabras y 90 son tacos", solía decir. Si bien, se proyectaba respetuoso, con ese concepto de fair play que nació en su tierra.

"Con tremenda tristeza os comunicamos el fallecimiento de Michael. Nos deja un gran vacío, pero también innumerables recuerdos, llenos del mismo amor que le habéis demostrado. Os estaremos eternamente agradecidos por haber hecho a este hombre TAN FELIZ, nunca caminó solo. Gracias". Fueron las palabras que anunciaron en Twitter la desaparición. Como si sus manos orquestaran el mensaje.

Robinson fue como el Robinson de Defoe. Un tipo que sacó lo mejor de sí mismo alejado de su tierra natal. Nació en Leicester el 12 de julio de 1958. Y aunque su profesión de futbolista se desarrolló en Inglaterra, donde llegó a ser internacional, su imagen trascendió desde los micrófonos españoles. Robinson jugó en el Preston North End, Manchester City, Brighton, Liverpool -con el que conquistó en la temporada 1983-84 el triplete: liga, Copa de la Liga y Copa de Europa, trofeo este último que llegó a olvidar en el duty free del aeropuerto de Roma-, Queens Park Rangers y Osasuna, donde vivió el epílogo de su trayectoria, que languideció a sus 31 años. Aterrizó en Iruñea en 1987 y en 1989 una lesión de rodilla le apartó de los terrenos de juego.

Así rememoraba su fichaje por el club rojillo: "Busqué Osasuna en el mapa y no salía. Yo pensaba que Osasuna era un lugar". "Sabía decir hola, adiós, cerveza... Lo fundamental", evocaba. Tras el primer entrenamiento, al regresar a casa, su mujer, con la que tuvo dos hijos, le preguntó: "¿Cómo lo ves?". A lo que respondió: "Descendemos seguro". Y es que, a su juicio, "eso no lo salvaba ni Spiderman, no hacía falta que llegase un delantero del Liverpool". "¿Que qué tal Osasuna?", prosiguió el diálogo. "Osasuna no existe, es el equipo de Pamplona". Y su querida exclamó: "¡Ah, Hemingway!". Mientras, los compañeros, jocosos, le mandaban al bar a pedir "cinco hijos de puta". "La bebida está muy estigmatizada. Tenía fama de bebedor cuando jugaba. Pero nunca tomaba alcohol 54 horas antes de un partido. Aunque es verdad que no recuerdo muy bien todos los lunes de mi vida", bromeaba.

Y es que Robinson nunca se catalogó de estrella del balón, a pesar de que al recalar en el City lo hizo como el adolescente más caro de la historia. Más bien se recordaba a sí mismo como un garrulo al conversar sobre su estatus futbolístico. "Una vez metí un hat-trick y me firmaron el balón. Al llegar a Kenny Dalglish, escribió: No me lo puedo creer".

El balón dio paso a los micrófonos. Y ahí se hizo inmortal. Programas como El día después o Informe Robinson, el videojuego PC Fútbol al que dio voz y rostro... Su imagen se cosió al fútbol. Y el fútbol no dejó de lucir a Robinson. Y él se jactaba: "Soy muy afortunado: tengo 52 años y nunca he dado un palo al agua".

Y es que su destino le hizo feliz. "No pensaba que estaría aquí para siempre. Me encantaba todo de España y el modo en que interpretaban la vida. Me di cuenta de que tenía muchas cosas en común", relató. Hasta que un día de diciembre de 2018 anunció que padecía "un melanoma avanzado con metástasis". Su imagen, sin embargo, restó importancia al sufrimiento alejado de las cámaras. "El cáncer puede que me mate un día, pero no va a matarme todos los días", dijo.

Pero la gravedad provocó que hace unos días se le diera por muerto. Rumor al que salió al paso. Lo desmintió asegurando que continuaba "en lucha", y agradeció el "interés y las muestras de cariño". "Veo que nunca caminaré solo, os escucho como en Anfield: You'll never walk alone. Gracias de corazón y mucho ánimo en el confinamiento", expresó en las redes sociales, aludiendo al más popular de los cánticos que conoce el fútbol, el de su amado Liverpool, con el que la temporada pasada disfrutó al verle ganar de nuevo la Copa de Europa para regresar al cielo que él tocó. El más allá tiene ya a un delantero y a quien narre los partidos sin tapujos. Eso sí, con acento inglés. Una marca.

"Fue un gran compañero e hizo una importante contribución fuera y dentro del campo"

Leyenda del Liverpool

"Fuiste quien nos alegró siempre el deporte. Te estamos agradecidos"

Tenista

"Michael es eterno porque forma parte de la vida de mucha gente. Nada va a ser igual sin ti"

Comentarista

"Muchos crecimos escuchándote. Oír mi nombre en tu voz me lo quedo para siempre"

Jugador de la Real