A la aproximación al Tour, a menos de un mes vista, cuando se ponga en los tacos de salida de Copenhague, se transita desde distintos ángulos y perspectivas. Aunque en vértices dispares, en realidad, todos los caminos conducen a la Roma ciclista, la Grande Boucle. La vía clásica, la calzada más demandada, ha sido históricamente el Dauphiné. En los tiempos modernos, cuando se llega a competir casi sin hacerlo porque las concentraciones y los entrenamientos contienen todo lo necesario, salvo la adrenalina que cuelga de un dorsal, el ramaje es más variado.

Roglic, superada la dolencia de la rodilla que le laminó en la Itzulia y le mandó a la sala de espera del reposo, se aferró al carril central del Dauphiné. Pogacar, su némesis, rodará en el Tour de Eslovenia entre el 15 y el 19 de junio. Repetirá el método que empleó el pasado curso para abrir la puerta del julio francés y sentarse por segunda vez en el trono de los Campos Elíseos. Otros opositores a la gloria del Tour se repartirán entre el Tour de Suiza y la Ruta de Occitania. Dispersión antes de la reunificación de julio. La gran reunión.

En el Dauphiné, Roglic incorporó a la columna vertebral que le sostendrá en el Tour, con Vingegaard, segundo en la pasada edición, incluido. El Jumbo es un lujoso camerino donde también pespunta el exuberante Van Aert, el hombre que rescató a Roglic en la París-Niza. El equipo neerlandés perfila la cita francesa a modo de ensayo general. El belga advirtió que desea vestir de verde en los Campos Elíseos. El color de la esperanza y de la regularidad.

En el calentamiento que es el Dauphiné, Van Aert, que en el Tour de 2022 fue capaz de derrotar el mito del Mont Ventoux, vencer en una crono, y cerrar la Grande Boucl, con una victoria al esprint en París, subrayó su polivalencia y determinación. El belga, uno de los mejores ciclistas libra por libra, capaz de asomar su clase en cualquier escenario, agarró por la pechera la etapa inicial del Dauphiné. "Se esperaba un final duro y había que dejar atrás a los velocistas. Yo he podio aguantar y en las subidas he estado bien, era un final que se me adaptaba", estableció el belga, el primer líder, dichoso.

ABANDONO DE ERVITI

La felicidad de Van Aert fue la pena de Imanol Erviti. El navarro sufrió una caída en el tramo neutralizado. Cada trozo de la carretera es traicionero e indescifrable. Erviti continuó una treintena de kilómetros, pero finalmente tuvo que abandonar y ser atendido en un hospital de Valence debido a los cortes que sufrió por culpa de la caída. Afortunadamente, el navarro dejó la carrera sin fracturas. Una gran victoria. Erviti no pudo presenciar la fuga de Bouet, Huys y Rolland. El trío respiró vitalidad hasta que el pelotón les lijó cuando quiso en un trazado incómodo, quebrado.

El Ineos, a la voz de Kwiatkowski, mostró la cresta de la ambición para promover a Hayter. Enfatizó el frenesí después del empuje del Trek. La maniobra descuadró a más de uno, volatilizado para el esprint tras superar la Côte du Chambon de Bavas. Groenewegen, Bauhaus y Molano se desgañitaron en las persecución. Afonía. Roglic y su muchachada activaron el radar. No querían distracciones. Se aliaron el Trek, el Ineos y el Jumbo. Borraron la esperanza del rostro de varios velocistas, eliminados de la ecuación y el baile por la victoria.

Configurada la trama de la velocidad, Cavagna, el TGV de Clermont Ferrand, trató de hacer descarrilar el compás del esprint. No lo logró. Los raíles para los trenos de los velocistas dispusieron en el andén la llegada de la jornada inaugural del Dauphiné. En el debate, nadie pudo con la potencia del esplendoroso Van Aert. El belga no concedió ni un palmo. Ethan Hayter tuvo que agachar la cabeza. También Sean Quinn. Ambos cegados por la enorme bandera de Bélgica, la que viste a Van Aert, el primer líder de la carrera, nuevamente imperial.