En los márgenes del Tour, lejos de los potentes focos, de los flashazos que ciegan y del campo magnético que todo lo absorbe, donde las luces tienen el corazón naranja de las farolas de extrarradio, se iluminó el neón de Juanjo Lobato en la jornada inaugural de la Volta al Alentejo. En Portugal, Euskaltel-Euskadi festejó su segundo triunfo del curso. El primero lo descorchó Antonio Jesús Soto en Murcia. Aquel día llovió con fervor, desplomado el cielo. Bailó la danza de la lluvia el Euskaltel-Euskadi. En Portugal, la celebración se produjo el día en el que se acuesta la primavera, pero la cascada de alegría se repitió.

En la tarde soleada y luminosa que invocó a la noche de las hogueras de San Juan, ardió Lobato, que arrancó tres almanaques sin llevarse una victoria a la boca. Lobato, velocista del Euskaltel-Euskadi, se impuso en el esprint, donde su compañero, Mikel Aristi, fue cuarto y Enrique Sanz, quinto. Lobato batió a Leitao y a David González, los que opusieron mayor resistencia. La victoria concedió a Lobato el liderato en una jornada calurosa. No existe abrazo más cálido que el que otorga el triunfo. Lobato se desempolvó tras su última conquista, que databa de 2018. Entonces venció en la Coppa Sabatini.

Desde entonces, el esprinter andaluz se aproximó a la victoria pero no dio con ella hasta que la encontró en Portugal. Reivindicó su velocidad. "Es un triunfo muy importante para el equipo y para mí", expuso el esprinter de Trebujena, que se apoyó en la pértiga de sus compañeros y en los muelles de Aristi, que le impulsó en el esprint. Lobato agradeció el desempeño de su sus colegas "para llegar bien colocado y lanzar el esprint". "Para el equipo es muy importante ganar etapas y, en este sentido, estamos todos muy contentos. Más aún viendo el desarrollo de esta y doblemente contentos por plasmar sobre la carretera la estrategia marcada por el equipo", argumentó Lobato, que colgó la segunda victoria del curso en la pechera del Euskaltel-Euskadi.