El viento ruge encabritado en Zierbena, se desmadeja el Cantábrico, irascible la mar, la espuma orgullosa, las olas respondonas, excitadas como las hormonas de un adolescente. Se alborotan los árboles y las banderas gesticulan en un baile anárquico "¡Bailad malditas!", grita el viento. En La Cuesta, el barrio que vigila a Zierbena desde su atalaya, no decae el viento, que silba punzante, desatado, sin dueño. Allí emerge la figura longuilínea de Iñigo Elosegui (6 de marzo de 1998, Zierbena) alto, rubio y con ojos azules. Egregia su figura. Vestido con el maillot del Movistar, donde ha debutado como profesional, Elosegui se asemeja a un rodador holandés, un hombre para las clásicas. "Soy un ciclista todoterreno. Me gustan las vueltas por etapas, los esfuerzos largos", se define el ciclista de Zierbena, nieto del mítico José Antonio Momeñe, con una amplia sonrisa que intercala en un discurso salpicado por la ilusión del principiante. En ese vergel del futuro inmediato florece la ambición. Esa idea está tatuada en la bici que empleó en aficionados, repintada y con una inscripción en dorado. Su mantra, escrito en inglés dice algo así como: "La mejor forma de predecir el futuro es crearlo". Elosegui está en ello.

El vizcaino, con un contrato de tres años, no quiere ensillarse aguardando el porvenir. Lo quiere estrujar, hacerlo suyo. "Quiero aprender y progresar mucho como corredor", avisa sobre sus intenciones en el amanecer del profesionalismo.

"Quiero rendir desde el comienzo. Soy ambicioso. Si pasas sin la ambición de querer rendir, te vas a dar por vencido antes. Tengo la ambición de crecer. Es mi objetivo", discurre el joven ciclista que accede al WorldTour desde el campo amateur, un hito en estos tiempos que corren para la cantera vasca. "Era algo que tenía claro. Mi idea era llegar al WorldTour desde aficionados", sostiene Elosegui, encantando de encarar su nueva aventura en un una formación obligada a reinventarse tras las salidas de Landa, Quintana y Carapaz, tres pilares fundamentales en la confección de la estructura. "Pienso que esa revolución nos vendrá bien", dice con optimismo Elosegui, que narra la felicidad que sintió cuando acudió a la primera concentración del equipo. "Estaba ilusionado hasta cuando íbamos a tomar las medidas de los calcetines. Esa sensación es algo que se queda ahí para uno, para toda la vida", argumenta Elosegui.

El ciclista vizcaino es un enamorado del ciclismo desde que tuvo consciencia. En casa de sus padres y en la de sus abuelos, las aventuras de su abuelo, el legendario Momeñe eran el cordón umbilical de muchas sobremesas, el pegamento generacional. "Todo eso te marca, aunque mi abuelo estaba encantado de llevarme en coche a los entrenamientos de fútbol. Pero claro, de algún modo, tenía claro que quería ser ciclista. Lo llevaba dentro. Lo tenía metido en la cabeza. Quería seguir con la saga familiar. Sabía que él había sido un gran ciclista. De ahí viene mi pasión ciclista, de aquellas historias que oía. Si mi abuelo no hubiera sido ciclista, seguro que en mi casa no se hubiese hablado de ciclismo. No se hubiese puesto el Tour cuando íbamos a comer en verano a casa de mi abuela", recuerda Iñigo con los ojos vivarachos, pura emoción recordando las batallas de su abuelo con Eddy Merckx. Elosegui admira el legado de su abuelo. Era su ídolo. Su superhéroe.

"Yo era muy pequeño y sabía que mi abuelo había sido ciclista, pero no era consciente de los nombres ni nada de sus rivales. Recuerdo que un día le dije a mi aita o a mi ama, eso no lo recuerdo bien, que aitite era el mejor ciclista del mundo, pero en mi casa me decían que no, que el mejor era Merckx". Aquello fue una Epifanía para el pequeño Iñigo. "Era muy pequeño, pero agarré un berrinche tremendo cuando me lo dijeron. Decía que aquello era imposible, que me dejaran en paz".

Elosegui no se creyó aquello y fue adonde su abuelo a preguntarle si lo que le dijeron era verdad. Su abuelo confirmó al nieto que el "mejor era Eddy Merckx". Iñigo se fue de la cocina de sus aitites enfurruñado. "Luego volví para pedirles perdón". Ese día, una avalancha de realidad sepultó al pequeño Elosegui, enfadado, aunque para él su abuelo seguía siendo el "mejor, sin duda". A partir de entonces fui más consciente de "Merckx, Anquetil, Poulidor, ciclistas contra los que corrió mi abuelo y empecé a entender más la historia. Allí empezó todo".

del fútbol al ciclismo Idolatrando a su abuelo, Elosegui se cosió al ciclismo tras probar en el fútbol. "Siempre decía, este año me apunto, pero al final acababa en el equipo de fútbol. Mi abuelo me llevaba a los partidos tan contento. Nunca me dijo que tenía que probar con el ciclismo. Pero yo sabía que quería ser ciclista", resuelve el de Zierbena. Destacadísimo aficionado, campeón de España en 2018, el viaje iniciático del vizcaino arrancó la semana pasada en Argentina, con la disputa de la Vuelta a San Juan.

Asimismo, pese a las vueltas que tiene que dar por el mundo un ciclista enrolado en un equipo de ámbito internacional, se reconoce mal viajero en avión. "Soy incapaz de dormirme", sonríe el joven corredor. Tras la cita en Argentina, su primer acto le llevará a Emiratos, las clásicas belgas, además de la Milán-San Remo. También competirá en el GP Miguel Indurain o la Klasika Primavera.

En principio, en su almanaque no está prevista la Itzulia, pero "seguro que habrá cambios", calcula el de Zierbena, que se siente mejor que nunca en la antesala de su estreno. "La verdad es que antes salía a andar en bici y ahora salgo a entrenar. El cuerpo está asimilando bien los cambios. Los datos me dicen que nunca he estado tan bien como ahora. Creo que responderé bien al salto de categoría. He notado un cambio muy satisfactorio", analiza Elosegui en el garaje de su casa, donde se apilan varias bicis. En esas monturas ordenadas como los pasajes de su biografía rueda su vida. "Una mountain bike de cuando era pequeño, la otra, que es la que uso, y la que tuve en el Lizarte. Luego está la de Movistar", enumera Elosegui.

En el garaje, entre bicis, destaca un piano electrónico. "La música me viene bien para desconectar. Estuve recibiendo clases de piano. Toco de vez en cuando", concede el vizcaíno, que sueña con "ganar el Tour de Francia, lo máximo como ciclista, y ser campeón olímpico, lo máximo como deportista". Mientras imagina el futuro, Elosegui honra a Momeñe.